Las buenas intenciones

Desde luego me queda mucho por aprender, porque hay cosas que me siguen sorprendiendo. El que a un “churro” de película se le apoye sin miramientos, no ya el público, al que aún se le puede seguir vendiendo lo que sea que en la mayoría de los casos y pican, ya sabemos, si no a los críticos, que pueden ver con indiferencia y hasta con desprecio ciertos films mejores que las birrias que, más que defender, justifican con palabrería e incluso, como ocurre en el caso de “Las buenas intenciones”, se les escape incluso verla, es bastante llamativo. Quizás en mi caso la sobrevalore un poco, pero tengo mis razones, y no son mero capricho. De entrada en FilmAffinity, un día después de su estreno, carece de nota media.

Este film nace en la fusión de varias productoras y arropadas para su distribuición por la Fox, aunque no se trate de una obra de gran presupuesto. Este proyecto tenía mucho a favor para producirlo y escapa, aunque algunos no lo hayan querido ver, a un cine fácil, sin fondo ni forma, cuyo argumento será copiado, con ciertas variantes, por varios países con el paso del tiempo.

Para ser sinceros “Las buenas intenciones” no es que sea la bomba, pero sí es un notable ejemplo de comedia con toques de drama, crítica y buen rollo, algo que pondrá de los nervios a algún espectador intransigente. Hacía tiempo que no veíamos una película que nos recordara, no que imite, al mejor cine de Claude Zidi, Coline Serreau o de la misma Agnès Jaoui, que aquí es la protagonista absoluta.

Léonore Confino y Gilles Legrand, el director, que además es uno de los productores, son los autores del guión, cuyo eje lo centran en Isabelle, encarnada por una estupenda Agnès Jaoui con un personaje totalmente pensado para ella, o al menos lo parece, y que se le ciñe como un guante: una mujer que ronda los cincuenta años, bien situada y constantemente colaborando con gente necesitada, marginados y refugiados. Su compromiso social no está visto bajo el punto de vista de una persona regida por ninguna religión, si no desde su convicción social, por lo que a los que practican el “postureo” o la falsa implicación la película no les sentará muy bien que digamos. Su planteamiento va más allá y derivan cuestiones de tan interesantes como si existe el altruismo desinteresado o si muchas obras se hacen para alimentar el propio ego. No queremos desvelar más. Pero lo que sí queremos señalar es la estupenda elección de actores, muchos de ellos no profesionales y que desarrollan un estupendo cometido.

También querríamos destacar que tuvimos la suerte de verla en su versión original, ya que doblarla, a la par de difícil sería ilógico, porque se perderían tanto acentos como idiomas que en ella se alternan.
Puede que a veces su guión no hile muy fino, que se le escapen ciertas sutilezas, pero se resuelve todo con frescura y con diálogos ingeniosos que se agradecen. La labor de Gilles Legrand como director no se queda atrás, sabe manejar a todos los actores con pulso en todas sus circunstancias.

De la parte técnica, a parte del montaje que elabora Andrea Sedlácková, destaca Armand Amar, que es el encargado de su banda sonora, en la que el también maneja piano y percusión, ayudando a imprimir un aire desenfadado.

“Las buenas intenciones” parece que está llamada por ahora a ser incomprendida y a pasar desapercibida, una pena, y de ahí mi posible “sobrevaloración”, porque al menos yo echo en falta películas más agudas de lo que habitualmente se estrena, donde me lo paso bien y donde además me plantean una serie de cuestiones que me parecen interesantes, con personajes de carne y hueso. Lo que se solía hacer con cotidianidad en el siglo pasado y que parece que en este no tan nuevo siglo se ha va perdiendo.

Por cierto, son bonitos los créditos finales en los que no hay que esperar hasta el final para ver la última escena de la película. Aún así, los espectadores con mucha urgencia, que casi se matan por salir del cine los primeros, se lo perdieron. (Si la luz no la encienden será por algo, ¡garrulos!). Tanta gente no había en la sala y, además no iban al servicio, salían a la calle. Esperemos que los que la vean por televisión no tengan mucha prisa ni la cadena que lo emita los corte antes de tiempo.

El director francés Gilles Legrand nos presenta su quinto largometraje. Del resto de su filmografía no puedo hablar porque no he visto ninguna de sus anteriores películas. Para su nuevo trabajo han contado con todo un icono del país vecino, Agnès Jaoui es la actriz protagonista. Agnès ha dejado de lado su faceta de guionista y directora, que tantos éxitos le han dado, para interpretar a una mujer luchadora y volcada en ayudar a los inmigrantes,en está comedia con crítica social de fondo.

Nos cuenta la historia de Isabelle, una madre, esposa y trabajadora social de origen burgués que enseña francés a un clase completamente multicultural. Está tan comprometida con su trabajo y con mejorar la vida de los inmigrantes,que deja completamente de lado a su marido ( un bosnio al cual hace unos años Isabelle ayudo y salir de la guerra) y a sus dos hijos. La llegada de otra profesora más cualificada pondrá patas arriba el día a día de la protagonista y empezará a cuestionarse muchos aspectos de su vida.

La película es una especie de comedia, pero con denuncia social y muchos toques de ironía. Viene a mostrarnos lo bueno y lo concienciado que está la sociedad parisina con las buenas intenciones que dice el propio título. La película empieza bien, pero a medida que va transcurriendo el metraje, todo se va volviendo muy previsible y repetitivo. La Actriz protagonista defiende muy bien su papel, tiene momentos muy divertidos debido a las calamidades que le van sucediendo y a los contrastes lingüísticos y culturales que surgen entre ella y sus alumnos.

En definitiva estamos ante un película que no pasará a la historia, como una de las mejores comedias francesas que nos vienen casi mensualmente, pero aún así se deja ver. Consigue combinar lo políticamente correcto con la conciencia de cada uno. También uno de los momentos más divertidos transcurre cuando la protagonista se reúne en una comida junto con toda su familia. Solo como le miran y como le recriminan su actitud ya es muy meritorio de ser visto. Como punto negativo tengo que remarcar su final tan previsible.

Lo mejor: El esfuerzo de Agnès Jaoui de sacar la película adelante.
Lo peor: En la segunda parte de la cinta todo se vuelve muy previsible.

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net

La comedia es un lenguaje eficaz para transmitir mensajes sociales a gran escala. Pocas cosas más universales que la risa y la diversión para que digiramos y reflexionemos sobre algún problema de nuestra cotidianidad, para discernir los cambios que debemos encarar para hacer de este un mundo mejor. En muchas ocasiones, la comedia sirve de didáctica encubierta. Y en Europa algo sabemos sobre comedia. La producción comercial española se sustenta en su mayoría en ellas, y pocos países nos abastecen de carcajadas audiovisuales con el volumen de Francia. Gran país de cine, del que nos llegan tanto peliculones como cine familiar o comercial que tan sólo atesora la taquilla como argumento. Pero bien puede venderse en el extranjero por su temática o por el nombre de alguna estrella de su reparto. Es este el caso de la película gala que se estrena este viernes. Se trata de la historia multiétnica Las buenas intenciones, dirigida por Gilles Legrand y protagonizada por Agnès Jaoui. Un filme que nos llega por sorpresa, y que me encontré cubriendo de manera inesperada pero sin prejuicios previos ni malas sensaciones, pues no sabía que esperar. Un lienzo en blanco que es siempre la mejor manera de descubrir una obra cinematográfica y aproximar su análisis. Por tanto, me encontré en aquella sala oscura por azares y malentendidos del destino, dispuesto a ser sorprendido por lo que Legrand tenía que ofrecer. Y si bien es cierto que abandoné la sala tras haber contemplado un producto cinematográfico al que no estoy acostumbrado, no podría sugerir que sustraje del mismo enseñanza de ningún tipo. Una película de temática humanista y solidaria de mensaje y forma amables, conciliadoras y tiernas, pero de entidad visual y textual escasa y tosca.

Una revisión del “siente un pobre a su mesa” que se inserta en esa avalancha de comedias neocostumbristas francesas que desde hace unos años invaden periódicamente nuestras carteleras. Esta desde luego no es de las peores: Agnès Jaoui pone interés, como siempre, y todo transcurre en un tono simpático que lima cualquier aspereza y garantiza hora y media agradable, que es de lo que se trata. La excusa argumental de la obtención del permiso de conducir por unos inmigrantes da para una sucesión de situaciones chuscas que exprimen al máximo los tópicos al uso, pero sin llegar a hacer sangre, dentro de un guion poco verosímil y titubeante en algunos momentos, que parece dudar entre si ponerse serio o seguir por la vía segura de la comicidad. Para pasar el rato.

Agnès Jaoui (la mejor baza de la película) representa a una mujer (con una situación económica resuelta) comprometida con diversas causas, quizá demasiadas, que por otra parte, no atiende lo suficiente a su familia y ni siquiera en su faceta de benefactora resulta demasiado acertada.

He aquí una comedia dramática que no llega a brillar pero que contiene buenos momentos, además de contar a su favor con la actuación de Jaoui (y la simpatía que despierta en el espectador).

Lo mejor es la descripción acertada de los problemas que acarrea el buenismo, o el querer hacer gala en cualquier situación de conciencia social, medioambiental, etc...

Ejemplos son la escena en la que comparte, por fin, un momento con su hija yendo de compras y decide ponerse a criticar la explotación de los trabajadores de una gran cadena de ropa, en medio de la cola de la caja. Culpando además de ello a la cajera (que probablemente puede explicar mejor que nadie hasta qué punto es explotada por esa cadena) y haciendo pasar vergüenza a la hija.

O los momentos en los que se sorprende de que en un campamento de refugiados la gente demande condones, o los muchos intentos de ayudar a sus alumnos que fracasan miserablemente.

Sin embargo la cinta raramente pasa del aprobado justo, y parece que le cuesta rellenar el metraje necesario para llegar a largo aunque, en general, siga resultando entretenida.