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Tema

Comedia. Drama. Romance Kim Essenim es un dramaturgo cincuentón que ha perdido la inspiración. La confrontación en ese momento de crisis surge en un viaje a la Rusia rural, donde no existe la corrupción del poder... (FILMAFFINITY)
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
15 de septiembre de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí me gusta el cine desde pequeño: mi tía Isabel me llevaba al cine Imperial, a ver pelis de niños (porque en el Cine Imperial sólo ponían pelis para niños); luego mis padres, algún sábado a la sesión de las diez, como rito de tránsito a la adolescencia (ir al cine de noche, qué audacia); y luego ya por mi cuenta, procurando emular a mi hermana mayor, que compraba el "Fotogramas" (entonces, lo más parecido a "Cahiers du Cinéma" en español, y lo digo muy en serio), y le gustaban las pelis de Truffaut y de Bertolucci.

Como además, siempre he tenido veleidades artísticas, me dispuse, una vez cumplida la mayoría de edad, a zambullirme hasta las cejas en el cine de Arte y Ensayo (categoría, ay, ya olvidada).

Y me fui a la calle Martín de los Heros de Madrid para ver todo (TODO) el cine en V.O. que se estrenase en cualquiera (CUALQUIERA) de las salas Alphaville y Renoir. A saco, sin distinción ninguna. Si las estrenaban allí, HABÍA que verlas para llegar a ser Alguien en el Mundo. Qué tipo de Alguien, y qué Mundo, eso no lo cuestionaba yo.

Así comenzó un peregrinaje de mi casa al cine, del cine a mi casa, dos, tres y cuatro veces por semana a los cines de Martín de los Heros o al cinestudio Griffith, en donde daban películas en programa doble de grandes títulos del cine mundial.

Esos eran los días buenos.

Porque los malos eran los de Arte y Ensayo. Qué tardes de sopor, de aburrimiento mítico, de oír crecer mi entonces lampiña barba; de pensar en que si yo me estaba aburriendo como una mona, era porque no me esforzaba lo suficiente. Que jamás llegaría a Ser Culto. Hasta que llegó a la cartelera madrileña esta peli: "TEMA". Así, sin anestesia.

Para qué, la anestesia, si te dormía sin necesidad de recurrir a medicación ninguna. En la oscuridad de la Sala 2 de los Cines Renoir, yo pugnaba por no dormirme intentando seguir las peripecias vitales de un tal Bogúmil y su pretendiente en la URSS profunda. Y de alguna manera, durante el visionado (que se decía entonces así: "visionado") toqué fondo. O más bien vi la luz, paradójicamente.


Porque ese día se produjo la tan esperada metamorfosis, mi epifanía cultural. De aquella umbrosa sala emergí, cual crisálida intelectual, hecho un Culto de tomo y lomo. Porque naturalmente, "Cultura" consiste, simplemente, en saber reconocer lo que te gusta y lo que no, sin albergar reparos ni vergüenzas. Y a mí el cine soviético no me gustaba. Y me siguió sin gustar cuando pusieron "Sacrificio", de aquel muermo llamado Andrei Tarkovski; pero entonces ya sí me atreví a decirlo. Y si me llamaban Inculto, pues bueno, pues vale.


Así que mira, algo le tengo que agradecer a este pestiñazo de Gleb Panfilov.

Que no sé cómo no me hizo sospechar el nombre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
wapawapa37
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