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Death Row Woman

Thriller. Cine negro Kyoko es una joven honesta que se opone enérgicamente al matrimonio concertado que le ha organizado su padre, un rico empresario, con un candidato ideal para su compañía llamado Aoki. Pero ella no sólo ama a Soichi, sino que está embarazada de él. La misma noche que confiesa esto, su padre cae tras haber bebido de un whiskey posiblemente envenenado; con todas las pruebas en su contra, Kyoko será entonces condenada a muerte y lanzada a ... [+]
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
13 de junio de 2021
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Al empezar la década de los '60 muchos jóvenes talentos se harán notar desde los estudios con sus nuevas formas de encarar el cine que se avecina.
Será el mismo año en que el veterano Nobuo Nakagawa, que lleva mucho tiempo en la industria (casi tanto como Ozu), por fin reciba la atención internacional que merece gracias a su espectacular "Jigoku", catapultándole como maestro japonés del terror. Poco antes de esta joya imperecedera el hombre sigue cumpliendo cual fiel artesano de contrato los encargos de Shintoho.

Y lo demuestra con una obra muy interesante: "Death row-Woman", escrita por Yoshihiro Ishikawa, ferviente colaborador del director, se trata de otra de sus muchas historias protagonizadas por féminas, que se debaten entre heroínas ordinarias o fascinantes mujeres fatales; en esta ocasión es lo primero. A Kyoko la conocemos en mitad de una reunión de caza entre familiares y amigos en un bosque; su padre, un prestigioso empresario, está deseando casarla con Akio, hombre de buena posición a quien planea convertir en heredero, pero sus planes son bien distintos e incluyen al más humilde Soichi (que también está allí, e ignoramos el por qué), al parecer codiciado por su hermanastra Minato.
Esta salsa de intrigas y odios en sordina que empiezan a elaborarse ya nos dan claras muestras de una catástrofe venidera, la cual se produce con un gesto de aversión y rechazo a las órdenes de matrimonio concertado del padre; pero este inequívoco signo de los cambios de época y de la actitud de las mujeres en la sociedad japonesa para con las opresivas tradiciones desencadena la fatalidad. De repente Kyoko deja de ser la heroína de un melodrama y es empujada a las turbulencias de una película de cine negro, que mucho debe a Hitchcock y otros directores coetáneos en sus planteamientos.

Tras la acusación de matar a su padre un juicio se celebra, pero la historia no gira a su alrededor como en la futura "A Wife Confesses"; con ello quedan al descubierto las cartas por las que va a apostar Nakagawa a lo largo de esta historia dividida en tres actos, con su epílogo. En lugar de penetrar en la psicología de sus personajes se concentra en el frenesí del ritmo y un suspense riguroso, haciendo avanzar las diferentes tragedias con velocidad y el prominente uso de las elipsis, acercándose así al cine que el personal de Nikkatsu (Ishii, Suzuki, Nakahira o Furukawa) factura en la época; por tanto a Kyoko la conocemos conforme afronta las diversas desgracias.
Un segundo acto ocupará su condena. Nakagawa parece inspirarse en los dramas carcelarios de "Quiero Vivir" y "Prisión de Mujeres" y se adelanta en años a lo que dará el subgénero en el cine japonés, más inclinado hacia la vena "exploitation" (como mejor ejemplo la saga de "Joshu Sasori"). Pese a que las descripciones siguen rayando lo superficial, el director, haciendo buen uso de los grasientos claroscuros de la fotografía de Jugyo Yoshida, se las ingenia para logar un clima asfixiante al enfocar el drama desde los ojos de la injustamente acusada Kyoko, a quien nos vemos en la obligación de defender con uñas y dientes.

Este poderoso y violento tramo se halla preñado de un calor sofocante y una sensación de desaliento, tanto más cuanto que la mujer se convierte en una madre desesperada por probar su inocencia. La destreza innata de Nakagawa para manejar los resortes del suspense y enrocarnos en ellos se transcribe en la elaborada secuencia de la fuga nocturna de la protagonista y su compañera Kimie (magnífica Katsuko Wakasugi, estrella de Shintoho y quien ya sorprendía en "A Wicked Woman"); y aunque los virajes de la trama están muy dados a lo previsible (el amante no deseado se presenta inocente, el inspector que metió entre rejas a Kyoko ahora cuestiona su moral, la criada se posiciona como delatora), funcionan como un reloj.
El tercer acto tiene un desarrollo de acontecimientos propio de los "thrillers" con falso culpable en huida constante, y todo el suspense concentrado entre las viscosas paredes de la cárcel estalla empujándonos al epicentro de una aventura tan intensa como absorbente apoyada en una doble persecución: la organizada contra la protagonista y contra los auténticos autores del crimen. Hallamos aquí uno de los episodios más memorables, donde se consiguen momentos de una tensión asfixiante, que incluso Hitchcock habría envidiado filmar, con Kyoko y Akio de pareja inseparable a bordo del ferrocarril y esquivando sibilinamente la presencia de los agentes.

Pero si sobresalen las habilidades de Nakagawa en su manejo de la tensión narrativa es durante ese clímax en el que cada vez que vemos avanzar la aguja del reloj de la oficina hacia un destino inevitable una nueva gota de sudor nos brota de la frente; no obstante, al ser un encargo para una compañía que factura cine popular, el nivel de drama emocional y psicológico, si bien retratado, queda por debajo de la presencia de la acción y la intriga, además, teniendo en cuenta las desgracias por las que pasa Kyoko, encarnada sin estridencias por Miyuki Takakura, parece ofrecérsele una conclusión satisfactoria, demasiado.
Ésta, una actriz de presencia magnética y blindada credibilidad para papeles dramáticos que gozó por desgracia de una cortístima carrera, roba cada centímetro de plano con sus apariciones, pero ello no empaña las buenas actuaciones de Takashi Wada, Keiko Hamano o un genial Yoichi Numata como ese sesudo inspector Miyata que hace malabares para ganarse nuestra simpatía durante el acto final. "Death row-Woman" navega por muchos cauces: del drama al policíaco, la acción y con predominancia por las bases del "noir" clásico de serie "B".

Más entretenida y excitante que oscura, sin ser excesivamente trágica, ágil y a menudo inesperada, se trata de una rara joya de arqueología para los fans del género y del cine japonés.
Sobre todo deja claro lo bien que se movía Nakagawa en otros ámbitos además del terror.
Chris Jiménez
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