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Elegía

Drama. Romance Cruce de destinos en un triángulo amoroso formado por una adolescente atormentada y algo perversa y un matrimonio carcomido por el aburrimiento y la incomunicación. (FILMAFFINITY)
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
21 de agosto de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Heinosuke Gosho es, como media docena de directores japoneses más, poco conocido entre nosotros. Por eso aquí esta notable película no ha merecido ni una crítica.
"Elegía" es notable por muchas razones: la enigmática señora contrastando con la desenvuelta muchacha; mientras que esta quiere ser transparente, espontánea. etc., la señora no habla nunca de sí misma; esa ausencia de parloteo me encanta. Otra razón es una demostración de lo pronto que Japón se occidentalizó, al menos en las ciudades, aunque Gosho era particularmente favorable a ese cambio.
La trama se parece a la de muchas otras películas japonesas, pero con un sabio: aquí se introduce el tema de un doble adulterio.
La dirección es muy sobria, con una cámara que no hace grandes alardes pero que está pendiente del detalle.
yoparam
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20 de febrero de 2023
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Bajas pasiones cuyo indecoroso ardor no puede calmar ni la gelidez natural de Hokkaido. ¿Cómo empezó todo?
La razón se pierde en algún puente de madera lejano, en alguna carretera con destino a Sapporo...

Todo esto tiene lugar en el escenario de Kushiro, imaginado por Yasuko Sasaki, quien a sus 28 años, y tras un largo esfuerzo escribiendo relatos cortos, lograría un éxito sin precedentes poco después de publicarse su novela de casi 800 páginas "Banka". Ésta, influenciada por el drama romántico europeo y, en especial, su coetánea Françoise Sagan, sorprende a los lectores japoneses (si bien su literatura siempre se reservó al público femenino) planteando una historia adelantada a su tiempo en todos los sentidos, describiendo detalladamente las infidelidades y encuentros sexuales de una serie de personas con resultados trágicos.
Cientos de miles de copias, varios galardones y el aplauso de críticos y autores veteranos se sucedieron para una autora casi desconocida; a todo esto ayudó la decisión de la editorial de vender los derechos a Shochiku y preparar una adaptación ofrecida a un Heinosuke Gosho en su cumbre, disfrutando de la acogida de "Yellow Crow", más tarde premiada con el Globo de Oro. El inicio, en un bello entorno natural magnificado por el vaporoso blanco y negro que logra el joven (y luego prestigioso) operador Junichi Segawa, ya establece los principios de melodrama dominantes en el film, así como la guía a través de la historia gracias a la muy novelesca narración en primera persona de la protagonista.

A ésta la encarna la joven estrella Yoshiko Kuga, que entiende muy bien a su álter-ego, mientras el director se entusiasma con la audacia de Sasaki en su libro, algo que siempre ha distinguido su cine. En efecto, es el final de los '50 y se notan los vientos de cambio en la tradicional sociedad japonesa, y al igual que sucede con Ozu uno de los principales temas aquí es el gran contraste entre la generación moderna y la anterior; la vital, independiente, romántica y algo perversa Reiko, miembro de un grupo de artistas bohemios, es una fuerza de choque que lo ejemplifica a la perfección.
Y sorprende que un hombre maduro sea el motivo de su anhelo, pero así el conflicto generacional se eleva a razones sentimentales. Con su habitual pulso tras la cámara, Gosho se desliza por los mismos escenarios cotidianos hasta hacernos parte de ellos y adopta el estilo occidental de la novela, al que se ha apegado la protagonista, dándose una aproximación al melodrama norteamericano tanto en forma y técnica como en el desarrollo de la historia y la caracterización de personajes. No tardamos en ser absorbidos en la tela de profundos deseos, secretos no confesados y romances furtivos que ronda al cuarteto principal: el matrimonio Setsuo y Akiko Katsuragi y sus dos amantes, Tatsumi y la misma Reiko.

Doble traición al conservador núcleo familiar nipón. La esposa y el marido cayendo presa de su incontrolable pasión y la lucha contra el tedio del matrimonio, que hallan en almas jóvenes y enérgicas, incapaces de comprender la estoicidad, abnegación y empeño en guardar las apariencias de la vieja generación. No se puede hablar de lección ética ya que todos tienen su parte de culpa, sin embargo es Reiko quien se desvela una auténtica instigadora, una cuidadosa manipuladora de intenciones poco comprensibles y actos inesperados, que usa su paralizado brazo derecho y la ausencia de una madre como escudo y a la vez para alimentar su victimismo.
Y cuando el tema de la aventura amorosa pudiera estancarse en lo repetitivo, el guión del dúo Shigeko Yuki/Toshio Yazumi vira en redondo y mientras Setsuo es transferido a otra ciudad, Reiko penetra en su hogar, incluso entabla una relación con esa esposa aún carcomida por la culpa de la infidelidad. De este modo Akiko, jugando con el desconocimiento acerca de su persona, parece hinchar su egoísmo, sensación de poder y envidia...quizás por no poder aspirar al mismo sufrimiento por amor, soportado con esa silenciosa dignidad, o por no conocer las maneras de una esposa al carecer de un referente materno. Y esa envidia la lleva sin darse cuenta a la admiración.

No cuesta sentir auténtica repulsión por este personaje ininteligible y parasitario, que, al encontrar una madre sustitutiva, pretende dignificarse despreciando a su homólogo Tatsumi, mientras continúa conspirando contra ella (una lástima que dicha madre "de reemplazo" no sea la nueva amante de su viudo padre (el magnífico Tatsuo Saito), más importante en el texto y aquí relegado por mera obligación de acortar la trama). Una característica notable del film es la forma en que Gosho atrapa a los personajes en esa atmósfera de niebla y frío perpetuo y escenarios pequeños y cerrados, haciendo que cada encuentro entre ellos (sobre todo los de Setsuo y Reiko) sea una explosión de emociones en la pantalla.
Y es que las emociones en "Banka" se sienten a flor de piel, reforzadas por la grandilocuente música de Yasushi Akutagawa. La mano maestra del cineasta las hace chocar en una tormenta sentimental de tensión creciente cuyo único destino es la fatalidad, pero conduciéndose por la serenidad del drama japonés más clásico; es la serenidad de Akiko la que influye y se instala en la historia, de ahí que la maravillosa Mieko Takamine acapare más y más protagonismo hasta ser la verdadera fuerza impulsora por mucho que los movimientos de mayor importancia pertenezcan a Reiko...

Terminado su papel, de manera demoledora, debido a su cruel traición, el epílogo se siente demasiado largo, innecesario y no sirve para que simpaticemos con ella (ahora en posesión de lo que una vez envidió). Y no se llega a ninguna conclusión clara...
No hay perdón, redención, piedad ni despedida amorosa, sólo sacrificio, amargura y el eco de los recuerdos flotando en las montañas de Kushiro. Gosho es implacable en sus melancólicos dramas románticos, y con éste, ni que decir tiene, también lograría un éxito notable de público y crítica.
Chris Jiménez
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