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Cine negro. Thriller. Drama
Juan Robles (José Gola) es un delincuente, hijo de un comisario (Luis Arata), que al salir de la cárcel pretende seducir a quien debiera ser como una hermana para él, una muchacha llamada Emilia (Irma Córdoba), criada y amada por sus padres. Para forzarla a ceder a su obsesión, secuestra a su hijita (Rayito de Sol) y la lleva al escondite de unos compinches. Su padre, cuando sospecha la verdad, pide quedar al frente de la investigación... (FILMAFFINITY) [+]
2 de octubre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer policial en toda regla del cine argentino, (antes Arturo S. Mon con Monte Criollo y Palermo, tuvieron grandes ingredientes del género y el mismo director había coqueteado con el mismo en Noches de Buenos Aires), bebe de las aguas principalmente de Scarface, donde incluso su protagonista, José Gola, tiene un aire a Paul Muni.
Acá también hay un delincuente muy carismático, que deviene en criminal, y de paso el sufrimiento de su padre al ver que su hijo no tiene redención posible.
La película de ritmo trepidante, es curiosa y destacable por no tener ningún número musical, algo de lo más común en el cine argentino.
Logra crear atmósfera, tiene escenas muy cuidada, una gran fotografía, y como ya destaque antes, es muy ágil y entretenida.
Lo peor, los diálogos declamatorios y cursis, la mayoría de los momentos de humor, completamente innecesarios, su maniqueísmo absoluto, y también un marcado sensacionalismo morboso, no hay que olvidar que Romero era un cineasta netamanete comercial, que aprovecho un tema candente como lo eran los secuestros de niños, para lucrar con el mismo.
Acá también hay un delincuente muy carismático, que deviene en criminal, y de paso el sufrimiento de su padre al ver que su hijo no tiene redención posible.
La película de ritmo trepidante, es curiosa y destacable por no tener ningún número musical, algo de lo más común en el cine argentino.
Logra crear atmósfera, tiene escenas muy cuidada, una gran fotografía, y como ya destaque antes, es muy ágil y entretenida.
Lo peor, los diálogos declamatorios y cursis, la mayoría de los momentos de humor, completamente innecesarios, su maniqueísmo absoluto, y también un marcado sensacionalismo morboso, no hay que olvidar que Romero era un cineasta netamanete comercial, que aprovecho un tema candente como lo eran los secuestros de niños, para lucrar con el mismo.
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