Haz click aquí para copiar la URL

El discípulo

Drama Sharad Nerulkar ha dedicado su vida a convertirse en vocalista de música clásica india y estudia con diligencia las tradiciones y las disciplinas de los antiguos maestros, de su gurú y de su padre. Pero pasan los años y Sharad comienza a preguntarse si realmente es posible alcanzar la excelencia que añora. Un recorrido por la devoción, la pasión y la búsqueda de lo absoluto en la Bombay contemporánea. (FILMAFFINITY)
1 2 >>
Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
27 de octubre de 2020
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del silencio habla esta película, entre otras cosas. Un silencio que sentimos en estas salas o teatros, como el Calderón. Un silencio que impone hablar bajo o que las presentaciones sean breves y discretas. En la sociedad del ruido es de agradecer. Como lo es esta película.
El discípulo de film se traslada en moto por una ciudad del norte de la India, extensa y abigarrada, en el silencio de la anoche. Es como nuestras ciudades un minuto antes del toque de queda, cuando caminamos de retirada.
El discípulo lo es de un maestro de unos de los géneros de cante y música clásica india. Un tipo de cante exigente, minoritario, porque en la India, como en el resto del mundo, imperan otros gustos, llamémoslos globales. El discípulo, que no es un mero alumno, lo es de su anciano maestro en su sentido amplio, pues incluye las conversaciones y ciertos cuidados que necesita por su edad.
El film habla de ese aprendizaje, pero sobre todo (creo) del descubrimiento de que el camino se hace caminando, y que el fracaso o el éxito son conceptos externos a la persona: mercancía averiada ajena.
La película de Tamhane sigue la tradición del cine clásico indio de Satyajit Ray. En esa tradición se encuentra la participación de músicos reales como actores... Producida por Alfonso Cuarón, resulta un espaldarazo a un director exigente y sencillo del que espero poder ver más películas.
GonzaloyGracias
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
3 de mayo de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
The disciple (2020), película india del director Chaitanya Taimhane, aborda la historia de un músico tradicional que busca perfeccionarse y difundir el arte tradicional en un país en transformación. Presentada en festivales durante el año pasado fue estrenada recientemente por Netflix.

Por Nicolás Bianchi

En una sociedad que atraviesa un proceso de cambio (¿acaso todas no mutan en alguna dirección todo el tiempo?), Taimhane propone el contraste entre el arte de realizar música clásica india, que tiene también un costado vocacional y espiritual, con las dinámicas que imponen el mercado y los nuevos contenidos culturales. Una de las virtudes de The disciple es la exhibición de largos números musicales que permiten una mayor comprensión sobre una expresión musical que, fuera de aquel país, puede ser desconocida.

El protagonista de la película es Sharad (Aditya Modak), el discípulo, un músico comprometido con la cultura tradicional que busca perfeccionarse y a la vez difundir y preservar el trabajo de quienes considera como maestros de ese arte. Algunas veces Sharad debe pelear contra el desinterés por conservar las enseñanzas de una mujer a la que él considera como una gurú, y otras veces contra su propia falta de talento, al menos a los ojos de algún jurado de un concurso al que se presenta.

Taimhane presenta la historia de forma cronológicamente desordenada. O sea, hay escenas entremezcladas que suceden en distintos puntos de la vida de Sharad. Entre ellas hay largas escenas en las que el personaje viaja en moto por la ciudad mientras escucha, como si fuera un mantra, las enseñanzas de la gurú. El viaje está filmado en una cámara un poco más lenta de lo normal, lo que es inevitable asociar con el parsimonioso camino de perfeccionamiento que el personaje debe transitar.

Otro de los elementos del film, a modo de contraste, es la historia de una cantante tradicional que Sherad sigue a través de la televisión. La mujer, que se presenta al mundo cantando ese folclore va transformando su estilo hacia un pop o blues más acorde al mainstream tradicional mientras avanza en el reality show de cantantes que el protagonista mira con bronca y desprecio pero evidentemente también con algo de envidia y admiración. Sherad anhela un éxito muy improbable.

Las escenas musicales del film están filmadas con respeto y aprecio por ese tipo de expresión. La cámara muy lentamente se acerca a Sherad, que a veces canta y en otras oportunidades toca un instrumento, para no dejar de contar la historia del personaje mientras se da lugar a la música. Se trata de un conjunto de sonidos de cuerdas y percusiones, con mucho de vibración, que son acompañados por un canto, en el que busca perfeccionarse el protagonista, que por momentos adquiere las características de un lamento.

El camino de Sherad es el del aprendizaje pero también el de la decepción. Los tiempos cambian y es difícil la pervivencia de expresiones culturales que están en sintonía con valores de otra época. La música para el protagonista es una filosofía, una religión y también un modo de vida. Cuando llegas a la verdad a veces puede ser fea, escucha el protagonista en la grabación de su gurú. Por algo la música clásica india puede ser considerada una búsqueda eterna, añade la sabionda mujer.
El Golo Cine
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
11 de mayo de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La figura del gurú

La relación maestro-discípulo es un tema clave a lo largo de El discípulo (The Disciple). La infancia de Sharad quedó marcada por las viejas melodías que le enseñó el primer gran maestro de su vida: su padre. Él le contagió una devoción ciega por la música, y le inspiró a seguir mejorando hasta poder convertirse en un verdadero artista. Con el paso de los años, un reconocido cantante indio de Alwar (Arun Dravid), se convierte en el gurú del protagonista. A su vez, Pradhan fue discípulo de Maai, una leyenda en el arte del Raga, cuyos discursos morales están presentes en forma de grabaciones que Sharad escucha a lo largo de la película.

Existe un lazo importante entre Sharad y Vinayak Pradhan, que se respetan mutuamente y en muchos momentos dependen el uno del otro. La influencia que ejerce el gurú sobre su discípulo recuerda al sistema educativo en la antigua India (Gurukula), en la que quien quería estudiar debía ser aceptado por un maestro (o gurú). Una vez que el estudiante era admitido por dicho maestro, se convertía en un discípulo, es decir, en una persona casi tan cercana como un miembro de su familia a la que enseñaba todo tipo de lecciones. Los gurús también se consideraban discípulos a sí mismos, puesto que solamente servían como portavoces de la doctrina a la que representaban, y sabían que iban a tener sucesores.

*La occidentalización del arte

En varias escenas de El discípulo (The Disciple) se hace alusión a la occidentalización de la música clásica india. Un ejemplo bastante llamativo de este afán por homogeneizar el arte lo encontramos en el concurso Fama India, que Sharad ve en alguna ocasión. El destino de los cantantes que pisan el escenario de este reality es abandonar las veneradas enseñanzas de sus maestros para transformarse en un juguete más de una empresa multimillonaria. Anteponer el dinero antes que la fidelidad a la tradición. Alejarse del “camino largo y tortuoso” al que se refiere Maai en sus discursos. Un camino difícil que lleva a la perfección, cosa tan valiosa para Sharad que, según él, “no tiene precio”.

*Una obra poco convencional

Va a ser difícil que El discípulo (The Disciple) llegue a todo tipo de público. Tanto sus temas principales como su guion técnico son poco convencionales. Abundan planos generales, que se alargan demasiado en determinados momentos, especialmente en las primeras escenas. Se evitan los cambios de plano hasta el punto de que, con el formato de encuadre que se utiliza, el espectador puede tener sensación de monotonía.

Además, el desarrollo de los acontecimientos puede ser un poco lento para aquel que no disfrute demasiado de las melodías típicas de la India. Pese a todo, la originalidad de esta película lleva a que, quien decida sumergirse en ella, pueda reflexionar sobre cuestiones como el futuro de culturas antiquísimas.

*Conclusión

La tradición y la vanguardia, la esencia y la artificialidad, el pasado y el presente, y en especial, el camino fácil y el correcto se distinguen con sensibilidad en esta obra, que expone sutilmente una crítica hacia la sustitución de antiguas costumbres por el sometimiento cultural al que muchos países se han enfrentado durante siglos.

Sharad Nerulkar representa a ese sector de la sociedad que no está dispuesto a ceder ante ninguna cultura dominante. El que mantiene su admiración y respeto hacia el lugar de donde proviene, aunque eso suponga ser un eterno incomprendido.

Escrito por Helena Menéndez
Cinemagavia
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8 de junio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada más sonar los primeros acordes de la raga, la música penetra el cuerpo del espectador. Las notas retumban en las paredes del auditorio que vemos en plano panorámico. El canto del maestro resuena en nuestro interior y sus ecos, por un lado, y el compás de la melodía por el otro, nos envuelven en sus vibraciones, conduciéndonos a un trance amplificado gracias al tratamiento del sonido y de la imagen por parte del director. Los vastos interiores de estas primeras escenas musicales acompañan las reverberaciones a la perfección, pues la expansión del formato de la imagen da mayor libertad a la extensión del sonido. Hipnotizados y sumidos en el sosiego, la narración avanza mientras nos mece con su arrullo, cual arroyo que murmulla. Una aliteración cinematográfica que se mantiene durante más de dos horas.

Sorprende que una película considerablemente larga y relativamente lenta, acerca de un tema tan particular como la música clásica india, sea capaz de absorbernos desde el comienzo. Un film que se tuesta a fuego lento y del que sentimos su calidez desde que las primeras llamas brotan. Su tono se mantiene hasta el final al igual que el maestro sostiene hasta el infinito las notas que genera en su garganta. Aunque The disciple podría caer en el cliché de las relaciones alumno y mentor lo cierto es que este último tal parece ausente, pues es la mirada del sucesor la que prima sobre el maestro, más que la figura de éste en sí misma. Prueba irrefutable de ello es la manera en la que el protagonista observa al artista a sus espaldas, mientras ambos se encuentran sobre las tablas en pleno recital.

Por otro lado, más que un relato acerca de un debutante, The disciple es la crónica de la construcción de una pasión, acerca de la capacidad de transformar en curiosidad la transmisión de conocimiento de un padre severo. La película nos muestra que toda curiosidad inmune al paso del tiempo termina evolucionando en fascinación, al igual que nosotros, espectadores, terminamos rendidos a la naturaleza tan particular de la propuesta de Tamhane.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
harryhausenn
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
15 de enero de 2022
Sé el primero en valorar esta crítica
En la época medieval se creía que había ciertos grandes ríos, como ahora el Nilo o el Ganges, que surgían del Edén y que de ahí provenían las especias. Con la ampliación y el perfeccionamiento de las cartografías rápidamente se puede desmontar esta llamativa leyenda, el conocimiento perfila el mundo de forma racional y objetiva, pagando como precio la desaparición de estas ficciones que fertilizan la imaginación y permiten ensoñar con escenarios más allá de lo corriente e inmediato.

Tengo la impresión que esa idea es el núcleo de "The disciple". Desde muy pequeño Sharad se ha envuelto de esa atmósfera de devoción y admiración por los ragas, los cantos espirituales tradicionales del norte de la India, mitificando gurús como si fuesen los únicos portadores de La Verdad (así, con mayúsculas) y deseando conquistar cada detalle técnico de ese arte. Tanta es la exigencia que la presión hace mella en él, su talento no parece suficiente para alcanzar la excelencia idealizada por sus instructores. Y claro, Sharad vive en el siglo XXI, quizá en décadas pasadas se pudiera crear esos mitos culturales y envolverlos de un manto dorado y resplandeciente, los comentarios negativos se perdían en la bruma del tiempo, ahora, con la sobreexposición de las redes sociales, es fácil fijar las observaciones negativas de gente que no comprende lo que contempla, las críticas se magnifican y también los discípulos están sometidos a numerosas distracciones que desvían de ese camino del héroe. Además, ese ligero rastro de la tradición que pervive en la cultura de masas es destrozado y pisoteado por medio masivos que mediante concursos sólo buscan crear un impacto emocional fácil y fugaz.

El sentimiento de derrota crece a lo largo de los años. La película se remonta a su infancia, a su aprendizaje con su padre que fijaron sus ideas en cuanto al raga se refiere, si bien se podría decir que inicia en 2006 cuando él tiene 24 años y avanza a través de varias décadas. Sharad carga con ese creciente sentimiento de fracaso, mas a la larga comprende que sencillamente las sociedades se mueven y mutan, es inevitable, y que lo que él creía un pasado dorado era una ficción idealizada. En ese sentido dos escenas son clave. En una intenta donar las cintas de su gurú y en la biblioteca se reciben con cierta apatía burocrática, mas no es que los funcionarios sean ignorantes, en otra escena, una cena con un gran conocedor del raga, el velo de la admiración se rasga, y su mito es desvirtuado para ser posado en el suelo. Lo que se creía que era gloria en verdad es miserable. Con la desilusión a cuestas, vemos a Sharad encarando nuevos aprendizajes, ajustados al mundo en el que vive, si bien la cinta se permite algunas gotas de optimismo*.

El cine de la India me crea cierto rechazo, es una filmografía que por regla general se abandona a la espectacularización y simplificación sus historias para lograr éxito de taquilla, es una forma más hortera de generar impacto, raramente se encuentran títulos que reflejen una imagen verdadera de la vida en ese país. "The Disciple" es una de esas felices excepciones. Su cámara se mueve con soltura por las calles, busca escenarios acordes con la historia y a través de su imagen nos aporta una idea de la riqueza y realidad de esos ambientes, de sus silencios y ruidos, de la forma en la que esas gentes se conducen. Y sin duda también atesora un notorio interés reflexivo. Plantea preguntas como ahora, ¿qué prevalencia tienen los mitos del pasado en la sociedad actual? ¿hasta qué punto se debe realizar un pequeño esfuerzo de hipocresía por tal de mantenerlos vivos y extenderlos? ¿masificar es destruir la pureza? ¿existe la perfección o sólo es una ficción manipulada? ¿hay que ceder a las corrientes modernas o convertir en intocables los legados del pasado?

"The disciple", a través de la andadura de Sharad y sus conflictos internos, da buena cuenta de estos interrogantes y captura con gran destreza y honestidad una forma de vida que va diluyéndose, invita a conocer una parte del mundo, generosamente desdibujada, y empaparse de sabores y olores que incluso en su tierra empiezan a desaparecer. Si por contra la fórmula de Bollywood te parece válida y atractiva, no te interesará.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jean Ra
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow