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Someone Else's Happiness

Drama La vida de Cristine (Ina Geerts) cambia cuando descubre el cuerpo de un niño muerto al borde de la carretera. Cuando salta la noticia, todo el pueblo cae en un estado de shock y en la larga búsqueda del conductor que se dio a la fuga la mayoría de los hechos permanecen ocultos. (FILMAFFINITY)
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
6 de octubre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
”Hit the redial
Maybe we should sigh a while
Save our second wind for sentimental warm weather.”

Wishbone, Architecture In Helsinki

El secuestro de David Goldberg en Ice Haven le servía como excusa a Daniel Clowes para ocuparse de varios de los habitantes del pueblo homónimo a su fenomenal cómic. Algo semejante traza en su debut Fien Troch en lo que concierne a su relato coral a santo del mortal atropello de un niño con posterior fuga del Farruquito as del volante. A partir de ese instante Troch nos irá introduciendo a más y más gente empadronada en el pueblo mientras nos muestra en qué grado y de qué forma la pérdida de un hijo, de un vecino, de un desconocido o de una prueba incriminatoria (según el parentesco que tengan con el muchacho), pese a que a simple vista parezca un hecho trivial, es capaz de trastocar las vidas de todos. De hecho altera el curso biográfico de no pocas biografías de los habitantes de la aldea: desde el cabeza de turco de rigor que paga el pato a causa de ser una persona a ojos de los cotillas de sus vecinos algo excéntrica a la protagonista con crisis de ansiedad por haber visto el cadáver (o quizá no eso, sino a un herido por atropello; de ahí su cuadro de ansiedad) del muchacho la noche de autos ahí nadie vuelve a regir igual de la chola.

La Felicidad De Alguien funde a la perfección la faceta fría e intelectual del primer Atom Egoyan con la etapa más emocional del armenio, la de la gestión de los procesos de duelo por la pérdida de seres queridos, la de El Dulce Porvenir; sin olvidar algo también muy característico a Egoyan: la dificultad para canalizar y comunicar emociones (aquí hasta el final gran parte de los personajes son incapaces de verbalizar qué les corroe, ha de ser un niño muerto quien ejerza de empuje). Sin embargo, nada más lejos de la intención de Troch, pues eso lo delimita en la figura del vecino delator: ella pretende –a base de usar tópicos y lugares comunes propios casi a telefilms- que el espectador prejuzgue desde el principio, que al minuto 20 de peli tenga ya claro quién es el culpable de asesinato, qué otro comete infidelidades y cuáles razones han llevado a un matrimonio a romperse. Irá resquebrajando todo esto con una calma y precisión encomiables. Y sin hacer trampa alguna, solamente permitiendo que veamos que hasta el suceso más trivial y mundano y sencillo en su resolución en apariencia igual no es ni lo uno ni lo otro ni mucho menos lo último.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jark Prongo
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