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Morir en Madrid

Documental A través de diversos documentos sobre la Guerra Civil Española (1936-1939) presenta diferentes puntos de vista sobre la misma. Es también una crónica sobre el régimen de Franco. La muerte de Federico García Lorca, el bombardeo de Guernica, la defensa de Madrid, las brigadas internacionales son algunos de los episodios que componen este documental. (FILMAFFINITY)
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
13 de enero de 2009
39 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando comienza el documental, uno echa en falta más detalles antes de que estallará propiamente la guerra civil. El seguimiento de algunos hechos son mencionados de pasada o directamente omitidos. Pero hay que entender, que es un documental de nuestra guerra para extranjeros. Solo así pueden justificarse algunas ausencias clamorosas.

El documental te mete de lleno, con imágenes verdaderamente impactantes, y la voz en off no llega a cansar en ningún momento. De hecho juegan a mostrarnos algunas situaciones de batalla, con declaraciones en off por medio de dobladores. Está será la constante del documental. También echa mano de algunas canciones de la época, pero excasas a mi parecer. Inevitable la glorificación de las brigadas internacionales, a los que prácticamente se puede dedicar el documental.

Las virtudes son mayormente sobre sus imágenes de archivo. Los puntos negativos son varios, y aunque no desmerecen el resultado final, deben ser comentadas:

- Increíble lo bien que queda Francia en el documental. Se atreven a decir que fue el único país junto con México y la URSS que ayudo en cuerpo y alma a la república.

- Muchos momentos relevantes de la contienda ni son mencionadas, como el enfrentamiento entre el POUM y la CNT contra el Partido Comunista en Barcelona.

- Por mucho que se diga lo contrario, el bando institucional queda en mucho mejor lugar que el bando de los sublevado (se podría debatir si esto esta buscado o no).

Por otro lado, ofrece algunas lecturas interesantes y de particular interés, que en España siempre han pasado desapercibidas, como puede ser la enorme cantidad de tropas que llegaron desde Italia para ayudar a los rebeldes, y la importancia capital que esto supuso para decidir la guerra, así como el apoyo alemán al mismo bando, o que en el fondo, para estás dos potencias, nuestra guerra civil no era más que un campo de entrenamiento para futuras operaciones.

Así acaba el documental, con unas imágenes de los colegas de la legión Cóndor (los cabroncetes de Guernika), y una voz en off recordándonos: "En tres meses estarían en Varsovia. Un año después, en París".
The_End
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5 de enero de 2009
30 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Morir en Madrid" es un repaso, quizás algo efímero, a la parte mas vergonzosa de nuestra historia, pero veraz y lo que es mas importante, totalmente imparcial, acostumbrados a ver producciones, tanto películas como documentales nacionales, masacrados y vilipendiados por simpatizantes de un bando u otro (si aún), visto desde ojos franceses es todo una ventaja. Igualmente solo por el hecho de ser un documental ya es mucho mas admisible que cualquier película.

"Morir en Madrid" se dedica simplemente en repasar los hechos, a contarnos las evoluciones de la guerra, paso a paso, con datos, números y estadísticas en mano, así como detallando los acontecimientos tanto del bando nacional como republicano, con mas virtudes que aciertos, un repaso de imágenes sin caer en el propagandismo ni en la sensiblería.

El documental no va a descubrir nada, pero si es un buen acercamiento a lo que pasó, quizás falten por resolver algunos porqués que quedan en el aire, o detallar mas como los nacionales llegaron a Vinaroz o la importantísima y crucial batalla del Ebro, pero en lineas generales instruye correctamente y no decepciona.
Arakiri
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28 de julio de 2010
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mourir à Madrid, " Morir en Madrid", es uno de los mejores documentales que he visto sobre la guerra civil que asolo España, tiempos revueltos de guerra fraticida. El documental ofrece una galería de imágenes de archivo realmente brillante durante el periodo de enfrentamientos entre ambos bandos el nacional y el republicano, por otro parte también en el inicio del documental muestra unos datos sobre el caciquismo que reinaba en esa época sobre los pueblos con sus respectivos terratenientes, y la gran diferencia entre una minoría de grandes amos de tierras y la gran mayoría de campesinos. Por otra parte la narración del documental está acorde con cada plano mostrado que detalla bastante bien a mi modo de ver lo acontecido durante la guerra, no deja de ser curioso que el documental sea francés.
Eraserhead
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12 de mayo de 2022
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En primer lugar, 'Mourir à Madrid' es una mirada vigorosa a la guerra. Su factura es impecable y contiene las trazas justas de lirismo en medio de imágenes desoladoras que nos recuerdan la onerosa posibilidad de que la tragedia irrumpa injustamente en una vida humana para acabarla.

En segundo lugar, es una vulgarización histórica.

...

Conviene situarse. El documental es de 1963. La última guerra civil española finalizó en 1939.

El régimen franquista había dejado de ser obstinadamente autárquico desde que España se vincula en 1958 a la OECE. Un año después se aprueba el Plan de Estabilización de los precios, para dejar de vivir en un fortín de valores artificiales. Mariano Navarro Rubio destina un informe al FMI en el que claudica y acepta que el intervencionismo económico estaba resultando una condena. El estraperlo ya había comenzado a aflojar y los Planes de Desarrollo se pondrían en marcha apenas un año después, en 1964, marcando lo que, creo yo, es una segunda etapa del franquismo, puestos a dividir tan longevo pasaje histórico en dos. No es cuestión de excusar una dictadura con un "dame pan y dime tonto", pero el franquismo de 1963, aun siendo todavía franquismo, no era el de 1939. El documental no explica, salvo con trazo grueso y cómodo, lo que ocurre antes de 1936 y, desde luego, y legítimamente, deja el asunto en 1939. No obstante, han pasado 24 años.

Este documental, por razones más que obvias, no iba a llegar a público español, pero sí a público francés. En España llevaban desde 1945 con la Formación del Espíritu Nacional, y con Franco como 'ese hombre' ubicuo. ¿Quién iba a poder ver esta obra?

A la propaganda se la debería combatir con la veracidad, pero a veces se la combate con propaganda de otro signo. ¿Qué otra cosa podía hacer el republicanismo francés, a la vista de que la "democracia orgánica" vecina llevaba ya 8 años en la ONU?

En Francia existió ya durante la guerra un interés particular por apoyar ideológicamente a la República española. No obedeció a otra cosa la Exposición Universal de la República en París, a la que invitaron a Picasso y a Miró, que expusieron sus respectivos Guernica y El segador. Y este documental sigue esa línea. No creo que a los autores les interese particularmente la II República Española por lo que tiene de II y de Española, sino por lo que tiene de República. Les interesa dejar claro que el republicanismo sigue siendo el vehículo para transmitir la "libertad", la "igualdad" y la "fraternidad", palabras seminales de la contemporaneidad de Europa, no sólo ya de Francia, desde tiempos de Desmoulins y Robespierre. La cuarta palabra, por cierto, era "muerte", precedida de la conjunción "o".

Y esto lo digo por una parte concreta del documental, que me parece revelador. Yo, particularmente, pienso que es de un cinismo casi insoportable presentar dos filas de personas de carne y hueso, humanas, que van a morir y señalar que una es la de los buenos muertos, porque mueren por la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad y la otra la de los muertos inútiles, porque lo hacen por lo "Uno", lo "Grande" y lo "Libre". Este fragmento revela que el documental es un alegato en favor de la guerra. Legítimo, pues no pocos autores han argumentado de forma sesuda que la guerra es tan humana como la alegría, el amor o la muerte, pero a las cosas por su nombre.

No doy crédito a defender que hay tres palabras, tres lienzos en blanco, por los que disparar a otro ser humano, acochinarse entre ruinas miserables y quizá acabar pudriéndose en algún terreno huérfano es digno y heroico y que hay otras tres consignas, tres abstracciones, por las que es ridículo y casi merecido.

Gracias.
Nuño
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9 de febrero de 2013
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Madrid nunca fue un verdadero fortín. Pululantes y ululantes, aciagos y sombríos eran los habitantes de una recién convertida en ciudad por la que no corría el agua con normalidad. Forjada como piedra en un pedernal semisumergida en agua, como si hubiera de hacerse a sí misma, como si de la primera ciudad contemporánea se tratara.

Todavía se puede leer en algún rincón, humano o mineral: "Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, ésta es mi insignia y blasón".

Ladrones, ratas, cuchillos y arrogancia. Una villa convertida en capital del estado que tantas culturas conquistaron. Ajena al trajín de burócratas y militares, hubo de adaptarse entre calles de mercado a una sobrevenida madurez que aún apreciamos marchitar. El agua se mantenía pura bajo la falta de alcantarillado, las osas probaban manjares y los madroños se pisaban para envilecer algunas almas. El mayor enteógeno jamás reconocido: un carisma propio de muy pocos, que demasiados pretendieron imitar, y que ahora todos conocen como chulería.

Y entre avances destemporizados, alergias envenenadas entre emigrados y obligados, caricaturas de cada rincón de España y rebeldes vacíos higiénicos, se forjaba lo que sigue siendo el centro neurálgico de un país que pocas veces supo mantenerse unido. En 1963 Frédéric Rossif nos contaba a modo de documental cómo transcurrieron unos años, apenas 5 ó 10, que marcarían tantas generaciones como hemos conocido hasta la fecha. Desde 1931 a 1939.

Una población que apenas se conocía a sí misma, que casi no había catado la riqueza de sus haberes, que ni siquiera estaba segura de ser una, se veía envuelta en circunstancias que, como a todo conjunto humano, le venían demasiado grandes. Con un censo mayoritariamente iletrado, y entendamos que iletrado significa analfabeto, no conocía bien ni las letras de los nombres a los que debía votar. En unas elecciones democráticas habían decidido que gobernaría un partido, aunque sus decisiones no tardarían mucho en perecer. No volverían a tener la oportunidad, aunque mucho menos ingenua, hasta finales de la década de los 70 del pasado siglo.
La piedra no se forja sólo en un pedernal, donde saltan chispas provocadas por quien busca algo más, sino que, natural y pacientemente, se forma y deforma según inclemencias sobre las que no caben acusaciones responsables. El agua que baña parte de la piedra no asomaba en Madrid lo suficiente para limpiar La Posada del Peine, o las esquinas de la calle del limón. Sus vecinos empezaban a conocerse y se temían más que se amaban. Pero era entre la sangre que dejaban los animales, aquel rastro que marcaba las aceras, donde se dibujaba la nueva miscelánea que habría de cubrir el nombre de Madrid e importara un carácter poco agraciado. Elegida como capital simplemente por razones estratégicas, recordemos.

Algunos, tal vez demasiado influyentes, nunca fueron partidarios de las decisiones ciudadanas que, aunque ciudadanía ignorante, debía empezar a tomar conciencia de su poder. Por esa razón, y también por voluntad militar, combativa y egoísta, eligen exiliarse algunos coroneles y generales. Y con el emblema engreído de "recuperar España" se lanzan en la revuelta a las órdenes de Francisco Franco desde el sur, tan al sur que incluso no era parte del propio país. Pero esa rebeldía no debiera llamarse revolución, sino golpe de estado. En donde el pueblo es soberano, no hay hueco para una violenta revuelta, sino que existen caudales legítimos (también los había legales para entonces) por los que solventar tensiones. Sin embargo, bajo una presencia de poder ilegítimo y totalitarista sí es concebible la sana revolución que lleve a los oprimidos a la toma de decisiones. Estamos entonces frente a un golpe de estado militar que pretendía aventar cualquier posibilidad de política.

Rossif se hace cargo de la situación, y aunque en tono muy francés vuelca las emociones en relatos poéticos y canciones de guerra, intenta un enfoque neutro donde muestra los hitos principales sin detenerse en los detalles. Aclaro que aunque su situación es informante, en todo uso del recuerdo y el ejercicio de la memoria, no nos queda otra que posicionarnos (siempre) y acentuar nuestro sentimiento en algunas acciones que modifican y re-crean de nuevo lo que ya conocíamos, y en cada recuerdo volveremos a re-crear hasta conseguir imágenes muy diferentes, ninguna de ellas idéntica a lo que supuestamente debería ser la fiel realidad que (repito) supuestamente tiene un documental. Por ello que excuse la visión del director y que comprenda la dificultad del retrato que unos ojos experimentan.

Una mal denominada guerra sacude a todos los que en este territorio se encontraban, llamados españoles o traidores. Pero déjenme expresar algo aquí: aquel que quiere a los suyos, les permitirá su voluntad, y aquel que una vez expresada aquella, se enfurezca y obligue a su cambio, aquél y sólo aquél debe ser llamado traidor.

Lo que vemos en el documental, sobre la pobreza y los muertos, sobre las bombas y los disparos, y sobre los escombros y las mutilaciones, es un resumen muy breve de casi cuatro años de injusta guerra en la que los milicianos contaron con ayuda exterior (Brigadas Internacionales) y los rebeldes acudieron a jefes de mando (Hitler y Mussolini). En convenciones internacionales se decidió por unanimidad no tomar parte en la guerra española, pero desde Alemania se mandaban tropas y legiones para bombardear sistemáticamente a la población civil y desde Italia se cooperaba con miles de refuerzos militares y armamento. Curiosamente, ambos países comandados (y no gobernados) por fascistas acusaban injustamente a otras naciones de ser partícipes y así justificaban su pertenencia a bandas armadas. La imposición del pedernal a la piedra que se forjaba en Europa significaba la erosión del capital humano y ciudadano. Mientras en Madrid seguía manando agua ajeno al desastre que había de llegar.

Sigue abajo sin spoiler, por falta de espacio...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Javier Moreno
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