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Zelig

Comedia Falso documental sobre Leonard Zelig, el hombre camaleón que asombró a la sociedad norteamericana de la 'era del jazz'. Su historia arranca el día que miente al afirmar que ha leído Moby Dick, sólo para no sentirse excluido. Desde entonces, su necesidad de ser aceptado lo lleva a transformarse físicamente en las personas que lo rodean, convirtiéndose así en un fenómeno mediático, en una celebridad sin esencia. Testigo de algunos de los ... [+]
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Críticas 81
Críticas ordenadas por utilidad
9 de octubre de 2006
124 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas películas de las realizadas hasta el momento por Allen tendrán mucho que ver con Zelig. O poco tiene que ver Zelig con cualquiera de las películas firmadas por la marca Woody Allen. En definitivas cuentas, con Zelig nos encontramos ante una cinta insólita dentro de la filmografía de Allen y de prácticamente todo el cine de los últimos 30 años. La estructura formal de sus películas queda literalmente hecha añicos. Allen emplea una fórmula poco usada, la del falso documental, para construir uno de los trabajos más ingeniosos y plenos de creatividad de toda su vida artística. Hay quien opina que en esta película que apenas sobrepasa la hora y veinte minutos se esconde el más grande derroche de imaginación del inventario de ideas Allen.

Lo visual en Zelig se impone a la palabra. Y cómo. En un homenaje claro y rotundo a los años del cine mudo, Allen ambienta en los 30 la historia de un extraño y camaleónico personaje que tiene la habilidad de asimilar las características físicas e intelectuales de toda persona con la que toma contacto. La realización constituye todo un alarde técnico de fotografía y montaje. El espectador llega a involucrarse de tal forma en lo que Allen nos quiere contar que resulta muy difícil distinguir realidad e ficción, qué es lo es del mundo tangible y qué pura invención.

El puro asombro que produce una primera visión de Zelig deja al espectador con la sensación de haber asistido a un despliegue de talento fuera de lo normal, que nos encontramos ante una de las mentes prodigiosas que el cine sólo acierta a dar cada cierto tiempo.
cassavetes
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13 de febrero de 2009
71 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody Allen parte de una gran idea, potente como un arquetipo: la del hombre camaleónico, que carece de personalidad propia y adopta las de los circundantes. Responde a una tendencia a mimetizarse que, en mayor o menor medida, todos poseemos. Y para desarrollarla, prepara un gran dispositivo formal. Apura las posibilidades técnicas del falso documental como si, en un alarde a lo Zelig, Allen se transformara en un cineasta de escuela soviética. Reúne todo lo necesario para lograr verosimilitud y toque de época: textura vieja de películas, testimonios grabados, imágenes de noticiarios, reales y trucadas; carteleras, periódicos, entrevistas a científicos, juegos y anuncios. Todo. Ese toque está plenamente conseguido, con brillantez, y da muy alta calidad visual al film. Por otra parte, la distancia que establece frente al relato es más bien fría, aunque no se entretiene sólo en gags y emplea un corrosivo sentido de la parodia.

Una vez establecida la distancia, lo esperable sería el desarrollo de lo preparado; incrementar la temperatura y meterse en harina narrativa. Pero la distancia vuelve a establecerse, una y otra vez. La película entra en un bucle desconcertante y ahí se mantiene, en la demasiado enfática exhibición del virtuoso montaje, algo que ya hemos admirado durante la prolija y entretenida presentación del personaje y sus prometedoras características.

La duda puede acompañar al espectador durante "Zelig": la distancia está muy conseguida pero, ¿es la idónea para hacer divertida la peripecia del personaje, una vez presentado, o para profundizar en ese portentoso don de cambiar de apariencia a ojos vista?
Una respuesta posible: no hay fondo donde profundizar porque la forma se ha estirado y estirado y lo ha traído todo a la superficie, donde se hilvanan las escenas sueltas, varias de ellas notables, eso sí.
Archilupo
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18 de mayo de 2006
61 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es impresionante lo de la creatividad de este hombre: consigue hilvanar cientos de chistes sueltos logrando un falso documental técnicamente perfecto y argumentalmente coherente (no confundir con realista). Hay gags visuales, sentencias genialmente absurdas, críticas mordaces, dulce nostalgia...; en resumen, ocurrencias de todo tipo que hacen que el ritmo y las risas no decaigan en ningún momento.

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A continuación, algunos detalles de la infancia de Leonard Zelig.
"Aunque la familia vivía encima de una bolera, eran los de la bolera los que se quejaban del ruido."
"Los padres le castigaban encerrándole en un armario; y cuando se enfadaban de verdad, se encerraban también con él."
"En el lecho de muerte, su padre le dijo que la vida es una pesadilla inútil, dándole un solo consejo: «ahorra cortezas de naranja»."
jastarloa
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25 de noviembre de 2005
59 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo un tiempo en que Woody Allen no sólo era gracioso sinó que incluso tenía una agradable capacidad de sorprender tanto argumentalmente como formalmente.
Entre payasada y payasada era capaz de a) contarnos los peligros del relativismo moral y b) caricaturizar el borreguismo que permite la existencia de las modas, los piercings, los bailes disciplinados del verano y los régimenes absolutistas.

La confusión se apodera del espectador con las primeras escenas de este falso reportage, pero pronto las caras de "¿qué coño es esto?" van relajándose y llenándose de sonrisas... y raro es el que no se parte el culo con los gags en que salen grandes líderes aborregadores como Su Santidad el Papa o Adolph Hitler.

Nota: un excelente.
Listocomics Puntocom
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6 de octubre de 2008
40 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alzamos ficciones, ídolos, para derrumbarlos cuando no cumplen ya nuestras expectativas. Así pasa desde siempre, y así les sucede concretamente a los actores y directores que han pasado su vida metiéndose en nuestras casas por medio de fotogramas, colocándose en el aparador, haciéndonos partícipes del camaleónico escaparate/escenario de sus vidas.

Técnicamente, la cinta ofrece soluciones a destacar: el material de archivo empleado, los objetivos y equipos de sonido antiguos, la apariencia envejecida del negativo, la sensación de verosimilitud de los testimonios, etc. Se argumenta con frecuencia también la adaptación de las claves del lenguaje cinematográfico a la condición de falso documental de este film (evitando, por ejemplo, el plano-contraplano); yo en ese sentido discrepo porque creo que el estilo de Allen es directo, liviano y más acto reflejo que acto cinematográfico estudiado, por lo que el paso de su imagen cinematográfica al reportaje no creo que suponga un esfuerzo demasiado traumático ni un hallazgo estético en sí mismo.

La película tiene sobrados elementos para el disfrute: la comedia, el romance redentor, la técnica del falso documental, la sátira (obvia, clara; pero también precisa y profunda, que nos abarca a todos porque delata una estupidez sin fronteras). Y luego la posibilidad de compartir sarao con Scott Fitzgerald, jugar con los Yankees, hacerse pasar por primo de Duke Ellington… Allen ha basado su cine en hablar de sí mismo, no es extraño que quisiera mezclar uno de sus personajes con iconos del siglo XX, ser todas esas cosas que quiso ser. Al fin y al cabo, todos caemos en mímesis o sincretismos para encajar, conciliarnos, agradarnos… Woody Allen venía de ser "Woody Allen" en Annie Hall, Manhattan, Stardust memories, etc. Por eso el personaje de L. Zelig es una forma de acusación a los nacionalismos, los fanatismos y los uniformes (elementos, todos, profundamente alienantes), pero también una forma de terapia y, creo, de confesión. No es difícil pensar en W. Allen en aquellos años y en el personaje de la pantalla trasladado a la vida real, en las miradas de los fans exigiendo que se interpretara a sí mismo en el supermercado, en las cenas de beneficencia... Imagino a Allen mirándose al espejo de su casa, apoyado en el lavabo, buscándose para la próxima cinta detrás de la montura de unas gafas que parecen eternamente de attrezzo, diluyéndose en el recuerdo de los créditos de sus películas y dudando de si ha dejado parte de él mismo en el asiento de atrás de cualquier taxi camino del aeropuerto. Porque Allen ha configurado un personaje que, siendo el mismo, es muchos a la vez. Un cruce de ficción y realidad.

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"Era una historia auténtica. Los periódicos se vendían solos sin necesidad de mentir".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Bloomsday
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