Un película deliciosa para recordar durante mucho tiempo. Kaurismaki sigue fiel a su manera de hacer cine pero consigue una depuración y perfección cada vez mayor.

No sobra nada, ni nada se queda cojo. Los actores, impasibles, parecen comunicar mucho más que de cualquier otra manera. La fotografía es exquisita, tan contenida como los actores, pero con un manejo de la luz y los colores asombroso. La música estremece cuando hace su aparición de una menera tan surreal. Pero para surreal, los diálogos y las situaciones... brillantes conversaciones!, en ocasiones absurdas, pero siempre contribuyendo a la construcción de una poderosa historia que cala muy hondo.

Decepcionante hasta unos extremos insospechados, y eso que fui al cine dispuesto a entretenerme con un buen espectáculo plástico sin pretender pedirle mucho más. Ya había visto la malísima Hero y no esperaba gran cosa, pero parecía que esta estaba algo mejor y había leído alguna crítica que la destacaba por su fotografía. ¡Ni eso! Más de lo mismo, un esteticismo edulcorado hasta lo empalagoso, más bambú y nieve y coreografías recargadas y cámara lenta y kilos de telas preciosas...

La historia, y sobre todo los diálogos, son tan estúpidos que mientras veía la película pensaba que todo era alguna especie de “engaño”, algún tipo de argucia argumental que no presentaba una situación que finalmente era falsa y se descubría la verdadera historia y las auténticas caras de los personajes. Pero los giros del guión no cambiaban para nada el “tono” de la película, esta continuaba como si tal cosa, tontería tras tontería... Ahí donde Tigre y Dragón conseguía, sin ser extraordinaria, un equilibrio entre la fantasía, la fotografía, las coreografías de lucha, la historia y los personajes, la Casa de las Dagas Voladores se queda en un pase de postales de una belleza forzada, repetitiva, autocomplaciente y lastrada por el vacío que hay detrás.

Y parte de mi cabreo viene porque no es un director cualquiera el que hace esto, para nada, detrás esta Zhang Yimou y maravillosas películas como “La linterna roja”, “¡Vivir!” o “Sorgo rojo”, deslumbrantes films que te transportan a otras épocas, a otras culturas y que te cuentan cosas historias que te acompañan mucho tiempo después.

Algo grandilocuente el título que he puesto, pero es que esta película es algo que se sale de los márgenes del cine para convertirse en una obra artística “total”. Con esto quiero decir que todo alcanza tal perfección: la fotografía, el guión, los actores, los diálogos, el ritmo, la escenografía, los interiores, la música, las coreografías... que parece mentira verlo todo reunido con tal precisión en una sola película. Hay grandes películas que bordan varios de estos aspectos, pero muy pocas logran abarcar tanto.

Para mi la mejor película de una filmografía repleta de obras maestras. Pude ver, no hace mucho, la versión completa y no me di cuenta del paso del tiempo. Desde la primera secuencia, cuya brillantez me quita el aliento, la película me agarra por el cuello hasta el final, sin dejar de sorprenderme. Nada sobra, nada falta... es a mí al que le faltan palabras para describir tal maravilla.

Floja, floja, floja, y más aún viniendo de Pollack. Convencional hasta el último fotograma. Los actores desaprovechados, Penn puede dar mucho más y el papel de Kidman no hay quien se lo crea. Me reí un buen rato cuando ella le tapa la boca a él diciéndole que no mencione a los muertos, me recordaba a Dianne Wiest en Balas sobre Broadway...

Cierto que es algo incomprensible y confusa, cierto que la historia no necesitaría más de 30 min... pero aún así disfruté viéndola y agradezco que hayan autores que experimenten, se arriesguen y nos ofrezcan algo distinto en un panorama tan monótono.