Es una de las pocas películas de las que disfrutas un montón cuando eres pequeño y cuando creces y las vuelves a ver, te gustan más aún. Los diálogos son brillantes, los protagonistas (sobre todo de Gene Kelly y Donald O'Connor) tienen un talentazo descomunal, los números musicales son buenísimos... Conozco a muchas personas a las que los musicales no les hacen gracia y sin embargo adoran esta película.

La historia está ambientada en la época en la que Hollywood dio el salto del cine mudo al cine sonoro y cuenta con inteligencia y humor cómo este cambio supuso una oportunidad a nuevos actores y el fin de las carreras de otros.

En el siglo XIX, la ambiciosa Regina Hiddens ha encontrado al fin la manera de hacerse inmensamente rica: invertir, junto con sus hermanos, en una fábrica de algodón y aprovecharse de los bajos sueldos que la mano de obra local está dispuesta a aceptar. Sólo falta un detalle para que el plan pueda llevarse a cabo: que el marido de Regina (que es el propietario de la fortuna del matrimonio), quiera involucrarse en el proyecto.

A lo largo de la película se ven las relaciones familiares producto de este ambiente malsano y a través de ellas se abordan temas tan importantes como los hijos excesivamente mimados que acaban siendo auténticos inútiles, el maltrato o el paso de la niñez a la vida adulta.

Me gusta especialmente lo honrada que es la película, ya que el incremento de la tensión se debe únicamente a cuestiones como el desarrollo de la trama, el trabajo actoral (memorable Bette Davis) o el ritmo de narración, es decir, no se apoya en recursos fáciles para conmover al espectador.

Muy recomendable, sobre todo para los amantes de los melodramas del Hollywood clásico.

Una familia descubre con horror que su casa está encantada por un espíritu maligno y pide ayuda a un matrimonio experto en cuestiones paranormales.

Además de involucrar a todos los tópicos del género (muertes terribles que han ocurrido antes en el mismo lugar, videntes, exorcistas, brujas de Salem, etc), la película deja cabos sueltos.

También utiliza recursos facilones y poco creíbles para crear una atmósfera opresiva: una casa recién decorada por un matrimonio joven y con hijas, pero pintado con colores tierra y verdosos desvaídos, dando la sensación de lugar abandonado, una colección de juguetes siniestros, como una muñeca que parece la madre de Chucky o una caja de música con un payaso inquietante, que además resultan ser juguetes muy apreciados por distintas niñas de la película.

Aunque mi hecho inverosímil preferido es el de unos forenses del siglo XIX, que al parecer pudieron estimar la hora de la muerte de un cadáver, encontrado muchas horas después, con una precisión realmente sorprendente: 3h y 7 minutos de la mañana.

La película cuenta la vida en prisión de Robert Stroud, condenado a cadena perpetua. A través de la vida en prisión del personaje protagonista (representado brillantemente por Burt Lancaster) en la película se muestran otros temas como la búsqueda de la felicidad en condiciones penosas, la influencia de la soledad en las relaciones personales o la conveniencia o no de la cadena perpetua, entre otros. Muy recomendable.