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Críticas de gombrowicz
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
1
29 de noviembre de 2022
80 de 132 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me casé, mi ahora exmujer, cuando nació mi primera hija, me dejó claro que de ella me encargaría yo por las noches, con los cuentos, con los juegos, en las excursiones y... bueno eso. Aunque yo veía venir lo que vino, estaba tan ilusionado con mi recién nacida, que lo asumí todo sin rechistar. Prefería mil veces disfrutar de mi hija, aunque me agotase, que tener bronca. Porque ella era de las de bronca. El caso es que la vida era yo diría trabajosa, cansada. Los dos trabajábamos fuera (médicos) y la niña lloraba. Ah, y se caía de vez en cuando. Y había que hacer la compra, y llevarla a los sitios, de bebé entretenerla. Cuando empezó a crecer contarle cuentos, yo le compuse nanas, jugábamos en los parques, las comidas, los biberones. Esas noches despertándome cada 2-3 horas. Recuerdo a partes casi iguales (gana el placer de estar con ella) mi relación con mi hija y el agotamiento al llegar la noche. Un recuerdo imborrable, único, un disfrute inmenso.
Pero nunca se me ocurrió que en esa realidad había una historia. Era lo normal, los niños lloran y se caen, y uno se cansa. Está claro que para contar una historia sobre eso hay que saber introducir elementos que progresen y le interesen a alguien que no seas tú solo.
Por eso me he quedado perplejo con esta película. Porque además de no haber historia, los personajes femeninos, no sé si lo han hecho queriendo para enseñar lo que sufre una madre que además es hija, son absolutamente insoportables. La película transcurre entre los llantos de la niña, la mala leche de la madre, la mala leche de la abuela, el clima irrespirable por no aguantarse a ellas mismas, y unos pobres varones que, sin dibujo de carácter ninguno, solo se ve que hablan cuando las matronas les dejan y siempre reciben bronca, caras largas, acritud, mal rollo. Un mal rollo constante en el que uno no puede más que preguntarse: pero aquí qué coño pasa. Bueno, yo veo la película de unos seres amargados, y eso que disponen de condiciones económicas que no les aprietan mucho. Simplemente no se aguantan unos a otros ni a sí mismos
Alucinado estoy con las críticas que hablan de un prodigio de sensibilidad.
Francamente, lo básico que le pido a un director o directora de cine es qué sepa qué me quiere contar. En esta ocasión no le ha dado tiempo; el ritmo narrativo infinitamente demorado les pilló al final, y no pudieron contar nada
gombrowicz
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10
6 de noviembre de 2011
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amante del cine, pero ni mucho menos erudito ni de vastos conocimientos. Primera crítica que envío. Admirador de "To be or not to be" desde no sé cuantos años, pero desconocedor del resto de la obra de Lubitsch. He visto ahora "El pecado de Cluny Brown". No tengo ganas de hacer una crítica sesuda y con afán de dar en la diana y no dejarme nada atrás. Sólo me apetece sacar a relucir un pensamiento que quedó en mi cerebro y en mi corazón tras verla. He imaginado la persona de Lubitsch sin documentación alguna. No insistiré en su "toque", en su genialidad, en su fina ironía, en todo eso que se sabe. Lo que me imagino es a un hombre que, sin pretensiones de dejar huella, no pretende quebrarse la cabeza para componer todo el engranaje, la maquinaria y el ser vivo que constituirá la película que se propone hacer. Me da por imaginar que alguien le da una idea algo vaga, sin argumento muy definido, sin mensaje, sin pretensiones, algo así como una nube fugaz que pasó por su cerebro, que se pobló de personajes, diálogos y escenas sueltas, y quería alguien "profesional", alguien con oficio que lo transformara en película.
Con esas premisas humildes, imagino a un Lubitsch que no tenía otra ocupación que hacer películas, porque nació con ese designio. Y algo fundamental: nació también con una varita mágica. El pecado de Cluny Brown es difícil de definir en su esencia. Es una historia de muchas historias, de muchos personajes y de no se sabe qué leit motiv lleva para realizarse. Pero las varitas mágicas son eso, mágicas. Lubitsch reunió un montón de elementos que alguien (tal vez él mismo), le entregó, lo desarrolló, lo ordenó, inventó, añadió, reunió... todo eso que estaba volando en torno suyo, y sin esfuerzo, con su varita mágica, de un toque sin esfuerzo, realizó una película con sencillez, y con todo aquello que llevaba dentro por obra y gracia de esa suerte que recae en los genios sin que ellos se esfuercen. Y así nació la película. Fluye como un arroyo en una primavera llena de agua, brotan a cada segundo pequeños milagros de diálogos, apreciación de los seres humanos, de las clases sociales, de la historia (de la historia que en esos momentos se desarrollaba, no la digerida que da tiempo a interpretarla con distancia !), de la alegría de vivir, de la rigidez en la vida, de la torpeza, de la inteligencia, del absurdo y sin embargo con sentido, del sentido de la vida tantas veces casi absurdo...
El pecado de Cluny Brown es una película de la que cuesta decir de qué trata y qué cuenta. Porque apenas cuenta nada, porque toca historias detrás de las historias que cuenta, que no se ven pero se sienten, que hace reir sin saber exactamente por qué... y todo sin esfuerzo.
Dios mío, qué suerte para la humanidad que haya quienes nacen con la varita mágica. ¿Y para ellos? ¿es también una suerte?... probablemente no saben que la poseen. Creo que simplemente ejercen su oficio, para que los demás nos nutramos de su riqueza y de su genio.
gombrowicz
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9
5 de diciembre de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una sinopsis de esta película que narra unas semanas en la vida de una mujer sencilla de un pueblo deprimido:
Una mujer mejicana de unos treinta y cinco a cuarenta años, telefonista, con una hija adolescente, sufre porque no encuentra a un hombre, maduro y elegante según dice. Formaba con él una magnífica pareja de baile que ganaba todos los concursos de danzón -baile procedente de Cuba popularizado en México- a los que se presentaban; pero a ella le gustaba no sólo por cómo bailaba. Y como no aparece y nadie sabe de él, se va a Veracruz a buscarlo, porque al parecer se le ha visto por allí. En Veracruz pasa muchos días indagando -casi desde el principio de la película hasta el final- sin encontrar pista alguna. Pero su búsqueda deja de ser angustiosa bastante pronto; cuando le comunican que no hay pasaje de vuelta hasta una semana más tarde no parece preocupada. Vuelve contenta, y en la sala de danzón se lo encuentra. Con él baila la última pieza... y es el fin de la película.

Se puede resumir el film de otra manera: Es la historia de un rincón del mundo deprimido y sin perspectivas, y de sus gentes incultas y primitivas pero nobles.
En una pequeña ciudad de México, en las salas de Danzón, ya un poco ajadas, se conserva algo muy antiguo y lleno de sabor, de tradición popular, de calor, de nostalgia, de camaradería, de encuentro de hombres caballerosos con mujeres dulces y coquetas, de amores que no llegan a ser y de añoranzas de otros tiempos: la mayoría de los que van son personas mayores que se aferran a su vieja música y recuerdan, porque fuera corren otros tiempos donde seguramente suenan otras músicas y se baila de otra forma... Y junto a ellos, algunas mujeres que todavía sueñan con hombres para amarlos como en los boleros, y otras que les explican que eso no es posible, que al final todos los hombres son lo mismo... Una de ellas busca a su hombre durante mucho tiempo, hasta que al final lo encuentra y en la última secuencia baila con él llena de gozo.

Claro que también se puede resumir así: Una historia de mujeres; una indagación en la sensibilidad y el alma femeninas.

Mujeres jóvenes, mujeres menos jóvenes, mujeres maduras; mujeres ilusionadas y mujeres desengañadas; mujeres seducidas y abandonadas; mujeres que sueñan al menos ser alguna vez seducidas... mujeres amigas, compañeras; mujeres que se comprenden y se apoyan y se ayudan; mujeres que saben lo que es estar enamoradas y aconsejan a la que está enamorada. Mujeres que hablan de hombres, que los miran, que se ríen, que desean y que sufren, pero que juntas sufren menos y juntas forman como una familia. Mujeres que sólo pueden entenderse entre mujeres -los hombres son y sienten de otra manera-, sean jovencitas, putas mayores o tristes encargadas de tristes hoteluchos. Mujeres que sólo pueden ser amigas de un hombre si éste es toda una mujer... y al final una de ellas encuentra al hombre al que lleva mucho tiempo buscando y baila con él un danzón.

O tal vez se podría decir: Se trata de una historia en la que el protagonista principal es un baile de hondas raices populares y el papel tan primordial que juega en la vida de unas gentes, contada desde la nostalgia al ver que tiende a desaparecer.
En un pequeño rincón del mundo que parece olvidado y maltratado por el destino, lleno de miseria, sin perspectivas de progreso; allí donde la vida real sólo ofrece sufrimiento o simplemente aburrimiento y estrechos horizontes, un lugar donde reunirse y bailar el danzón es como un oasis en un desierto. La música suena día y noche y llena de bálsamo los corazones. Al ritmo de esa música, abrazados los hombres y las mujeres, bailar y bailar es el mejor consuelo. El danzón es un baile lleno a la vez de sobriedad y sensualidad, donde el hombre lleva y manda, mientras la mujer bri¬lla y se deja llevar y cruza algunas miradas con él; es como en la vida, pero mucho más bonito porque el final no es triste, y porque todo sucede en los minutos que dura una pieza, y la música es envolvente y la orquesta y el local arropan. Al final de la historia, una mujer que añora a su mejor pareja de baile, a su hombre, al que no ve desde hace mucho tiempo, ve cómo éste aparece frente a ella con su elegante facha, con su tez morena y su sombrerito blanco, y baila con él el danzón que tanto deseaba bailar con él.

Pero aún se puede describir de otra forma: La historia de un viaje interior, desde una obsesión amorosa propia de un alma primitiva y estrecha, y su progresiva liberación al salir de su reducido mundo.
gombrowicz
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10
15 de abril de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es esta una una historia tremenda, en circunstancias históricas muy duras, que hacen imposible el desgarrado amor de los dos protagonistas. Se diría que este amor podrá desarrollarse y fructificar en una ciudad libre como París; él es un hombre que progresa, él es todo un hombre y un gran músico, que la quiere pero está en un medio cultural sofisticado, bastante frívolo y promiscuo. Ella es un volcán viviente. Él puede sobrevivir bien en ese ambiente propio de la cultura occidental, porque el occidente libre le formó como persona y como músico aunque sea polaco. Pero ella no viene de ahí, y además su diferencia, su rabiosa individualidad no procede solamente de venir de otro mundo, rígido y gris, sino sobre todo es distinta porque en lo más profundo es un torbellino indomesticable. Ella misma se lo confiesa en un momento: cuando él le dice, en la cárcel, no me esperes, cásate con un hombre que te aguante, ella le contesta: no ha nacido un hombre así. Ella no sabe lo que desea, pero cuando su hombre es transitoriamente un músico en París, le resulta tibio, echa de menos el hombre-hombre, el hombre sólido que en Polonia resistía las adversidades con fuerza, honestidad y pocas palabras. Ella a ese ambiente de París no se adapta, en la fiesta no conecta con nadie, solo con el rock and roll. Es puro fuego e inadaptación. De esos ingredientes está hecho el amor de los dos. Un amor romántico a rabiar. Amor y dolor. Celos y sensualidad. Inestabilidad. Cuando ella le dice que el amigo francés se la ha follado 6 veces en una noche, él, loco de celos, le da una bofetada. Ella dice entonces: Ahora nos vamos entendiendo. Después...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
gombrowicz
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9
31 de marzo de 2019
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca tuve una adhesión total e incondicional a Almodóvar. Le tenía que reconocer lo que reconocieron millones de españoles. En las primeras películas Pepi, Lucy…, Qué he hecho yo… estábamos asistiendo a una realidad divertida que teníamos a nuestro alrededor, y la veíamos sorprendidos reflejarse en la pantalla por primera vez. Había nacido un ojo agudo que retrataba, con algunos filtros en modo caricatura, la España urbana y su despertar. Pronto aprendimos a no pedirle coherencia total en el guión ni películas redondas, como nos pasaba con Woody Allen, pero le agradecíamos que María Barranco dijera que se había pasado la noche follando, mira cómo se me pone el vello de punta al recordarlo, o lo de qué malamente se ha portado conmigo el mundo árabe. Esos hallazgos y otros muchos volaron por todo nuestro cielo y nutrieron las conversaciones y risas de los españoles. Almodóvar había abierto una espita que reenseñaba a los españoles
lo que en realidad ya reconocían por la calle. Se hizo de pronto mito y leyenda, triunfó en América y en el mundo, y este éxito le retroalimentó, cuando ya empezaba a ser menos fresco, y lo que es peor, cuando se veía internamente obligado a ser estrambótico, estrafalario, excéntrico y siempre genial, todo ello de una manera cada vez más forzada y con menos gracia. Soy un genio, y tengo que darme rienda suelta, supongo que se diría a sí mismo para espolearse, cuando elaboraba guiones con cucharaditas de talento que se le escapaban y toneladas de extravagancias sin gracia que creaba esforzado. Se iba secando rodeándose de flores aparatosas y cada vez más toscas. Se alejaba de la realidad que tan agudamente miró al principio. Era, cada vez más, Almodóvar mirándose el ombligo. Empezó a gustar más en Islandia que en España.
Creo que se mantenía el mito divorciado del verdadero aprecio de sus películas, de las que íbamos desertando cada vez más personas. Se mantenía por inercia, por su capacidad vendedora y por el recuerdo de lo que supuso. Provocaba cierta tristeza porque evocaba los tiempos de la desfachatez desinhibida y brillante. Estaba en caída libre, y el público lo notaba.
Pero mantenía escondidos, bajo un ropaje de excentricidad, su talento, su sensibilidad, y el aprendizaje progresivo de su oficio. En secreto iba soltando lastre. Lo digo ahora, porque ahora ha mostrado el resultado del grado de madurez adquirido, profesional y personal. Lo ha mostrado de golpe, todo, en una película ya desnuda y despojada de lo innecesario. Ha dejado salir de dentro, de lo hondo, un precoz testamento, emotivo y sobrio, contenido, eficazmente rodado e interpretado, que encandila por lo verdadero y sereno. Ni una gracieta tonta, ni una excentricidad. Una confesión a la que asistes sin perder un detalle, con una emoción tranquila. Ha hecho una película que no es como las de Almodóvar, porque la ha despojado de plumaje, pero es la esencia de Almodóvar. Y no quiere ser genial. Creo que la necesitaba.
Como en literatura, la base para que una obra sea impecable radica en último término en la voz narrativa y en el tono. Almodóvar lo ha encontrado antes incluso de empezar a rodar, y ya encontrado, toda la cinta transcurre en estado de gracia. Así le ha salido una película redonda.
gombrowicz
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