A pesar de que los actores son buenos, y es imposible el aburrimiento debido a la incesante firmeza de su acción narrativa, la película deja entrever una profundidad que no llega a ser aclarada y que no toma forma durante el clímax; sobre todo cuando el actor principal dice las dos o tres frases que resumen la reflexión de la película, que aunque son bellísimas, no consiguen reflejar los sentimientos de búsqueda y desilusión que tienen los personajes durante toda la película, por el modo en que son dichas.
La película consigue expresar la desesperación humana y el anhelo de una verdadera relación en la que sólo importen dos personas y lo que ocurra entre ellas y refleja cómo los humanos creemos egoístamente que podremos aclarar nuestros sentimientos o deseos gracias al hecho de tener otra persona a nuestro lado.

La ópera prima de Soderbergh, primera película de cine independiente americano que logró alcanzar éxito comercial, se estructura en base a la fórmula de a cuatro de la comedia de enredo barroca: dos parejas que intercambian sus miembros a lo largo de la película. Sin embargo, el tono se aleja diametralmente de ésta: es el de un paulatino acercamiento a la intimidad de los personajes, cuyo pasado y estructura mental se ofrecen velados. Se nos sitúa en un presente vano al que las circunstancias y acciones pasadas han conducido y en el que estas circunstancias implícitas ejercen un peso mayor que los deseos y objetivos actuales de los personajes.

Lo maravilloso de esta película es que cada personaje crece y adquiere una perspectiva distinta gracias a la influencia que logra otro de los personajes en su vida. Las relaciones que los vinculan se constituyen a partir de paralelismos: dos hermanas y dos viejos amigos cuyo posicionamiento ante el sexo es radicalmente distinto. Las hermanas y los dos amigos entre sí oscilan entre sentimientos de amor y odio, y los posicionamientos tan extremos a los que están ligados les conducen a la negación, la mentira o su propia destrucción.

Cada miembro de la pareja requiere del otro: gracias a su hermana, Ann conoce la verdad acerca de su marido y consigue liberarse de las ataduras que su propia intimidad le exige; y por superar la belleza y fama de su hermana, Cinthia iniciará un romance con el marido de ésta, casi pareciendo querer avisarla inconscientemente del carácter mentiroso de John.

¿Quién es más dueña de su propia intimidad: Ann, la hermana mayor, mujer introvertida y esclavizada por la medición de cada uno de sus movimientos, o Cinthia, que parece necesitar divulgar abiertamente su intimidad por superar a su hermana?

Y, ¿quién es el verdadero impotente: Graham, que atraviesa un proceso de cambio y no puede excitarse ante la visión directa de otras personas, o John, que siente la necesidad de acostarse con la hermana de Ann porque ésta ha intuido su distanciamiento y no le permite acercarse; es decir, porque quizá siente que se le ha negado su virilidad?

No entiendo Rompiendo las olas como una narración amorosa, sino como la metáfora que trata de describir cómo la renuncia a la libertad personal en aras del amor es susceptible de alcanzar la destrucción personal.
Aunque sobrecogedora, y acompañada de la increíble interpretación de Emily Watson (a pesar de no utilizar un peine en toda la película), supone el análisis de una serie de personajes atormentados por la búsqueda de ayuda a los que les rodean, y la cual les conduce a un empeoramiento de su estado interno.
Sin lograr emocionar, y atrayendo al mismo tiempo que repele, no consigue reflejar ni transmitir el supuesto sentimiento amoroso que vincula a Bess y Jan; sino que supone una unión enfermiza y dolorosa, ya que amar realmente a una persona supone permitir que ésta se comporte de acuerdo a sus propios deseos personales, y no haciéndola creer que éstos coinciden con los nuestros.