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España España · Zaragoza
Críticas de blacksad
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
9
19 de noviembre de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si alguien baja del barco y dice: "No hay ningún alma a bordo, señores. Está vacío". Evidentemente, no por su tono, no por ninguna particularidad del ambiente, espera una respuesta; o al menos alguna clase de reacción satisfecha o comprensiva.
Cuando el encargado -no específicamente: trabajador general del puerto, estibador acaso, pero le ha tocado ocuparse de la tarea de reconocer la nave- cruce la pasarela que une los pocos metros de separación barco-muelle, y se aproxime a los doctores-peritos, o a los superiores que sea, y afirme con rotundidad de marino obtuso: "No hay ningún alma a bordo, señores. Está vacío". Entonces, porque ese es su mundo, su espacio a sí mismo propiamente restringido, este hombre, sin conocer el modo o la causa, aguardará una respuesta natural a comentario semejante -es un comentario pertinente y técnico, y ni siquiera él sabrá jamás qué significa.
Ni mucho tiempo después, ni tiempo antes, cuando acaso habrá importado que bauprés y proa enfilaran extrañamente la línea que une ambos escenarios, actos, mundos.

Y ahora, más tarde, se escuchará una voz cuando las luces de gas se encienden porque las otras se apagan, y el pueblo entero poseerá una dirección, una muerte propia, una atmósfera idónea.
Esa voz era extraña, y quizás poseyera mensaje. ¿Era japonés?
Era como el lenguaje que en mitad de naturaleza hace hablar a los pájaros.
Era azul y amarilla.

No habremos atendido bien a todas las señales. Pero estaban allí.
Basta decir una vez más, con resolución, aunque mecánicamente: "No hay ningún alma a bordo..."
El resto sucederá solo y sin trabas. Extrañamente tintado. Extrañamente.

Y quizás algo más tarde, aunque ahora de verdad ya sí que no importe, un joven llevará arrancadas flores a su joven novia -es el sello de la fatalidad, las ha matado: pero son bellas igualmente. Caminará los Cárpatos. Y luego volverá a recorrer otra vez la calle de su destino, restringido -ahora sí-, únicamente a la entrada y a la salida, al arco y al fuera de plano, a la toma, a la eternidad, a la música. Eternamente.

Porque eso sí que es cierto. Si te preguntan.
Responderás sin pensar siquiera; hipnotizado:
Era la música. Eternamente.
Era la música.

................

(Ende)
blacksad
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