Mucha atención habrá que prestar de ahora en adelante al director de esta película, Dietrich Brüggemann. Una de las muchas sensaciones que me ha dejado "Camino de la Cruz" es la de que estaba viendo una película del mejor Michael Haneke. Y eso son palabras mayores...
Claustrofóbica, angustiosa, opresiva, brutal... Son adjetivos que me venían a la mente mientras la veía. Mientras me sentía parte indirecta de ese via crucis inducido al que se somete (in) voluntariamente una adolescente justo en el que debería ser el más maravilloso y placentero momento de su vida.
Una durísima reflexión sobre los dogmas (no sólo aquellos de tipo de religioso) llevados hasta el límite con dos interpretaciones de lujo: Las de madre e hija.

Estamos ante una de las mejores películas realizadas en los últimos diez años en el estado español. Si no tuvo en su momento la repercusión que merecía solamente pudo existir una razón: Está rodada en idioma euskera y esto debió limitar potencialmente su distribución en cines. No encuentro otro motivo de mayor peso, la verdad.
Por lo demás, estamos ante un drama de primera magnitud que aborda un tema escabroso como la vejez, nada fácil de digerir y con el que conviven a diario miles de personas.
Sobresale por encima de todos el personaje de la amona (abuela) interpretado magistralmente por la catalana Montserrat Carulla. Ella sola se las apaña para transmitir al espectador sentimientos antagónicos: Odio, compasión, ternura... incluso miedo...
No me quiero olvidar de su director, Telmo Esnal, que mantiene un ritmo trepidante en todo momento sin que la película decaiga ni conceda la más mínima tregua.
Aún no termino de entender como este filme pudo pasar inadvertido entre nosotros de una manera tan escandalosa...

Una agradable sorpresa entre tanto bodrio insultando la inteligencia con elevadas subidas de volumen y sustos a tutiplén. Muy recomendada para aquellos y aquellas que disfrutasteis de "It Follows".
Una gozada que aun existan directores que sepan contar "historias para no dejarnos dormir" como diría el gran Chicho Ibáñez Serrador.