Los planos secuencia, de gran dificultad técnica y estética, evocan al cine de JL Godard; la burla, entre sutil y descarada, que se hace de la insalvable cuestión de la definición de arte y la evocación del París como centro del mundo en su tiempo valen más que los errores que se empeñan en remarcar los detractores del filme. Imágenes urbanas de época contextualizan, sin engañar, al espectador, en París, pero, sobre todo, en lo que representó y representa esa ciudad como crisol de las concepciones de la estética moderna.

Felicidades al cámara por ese pulso cuasi-estático.