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Críticas de Alé Julián Sosa
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
1
10 de enero de 2022
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Literalmente he tronado mis dedos antes de comenzar con este artículo. Ya imaginaba escribirlo a los escasos 5 minutos de metraje; fantaseaba con el futuro desarrollo del escrito. ¡Ya lo sé! Esto que digo no habla, por así decirlo, en favor mío; debe resultar muy de mal gusto que en tan poco tiempo ya me hubiera proyectado hacia ese futuro. Parece como que fuera alguien indispuesto, ¿no? Sin embargo, no es tal cosa; además, curre que siempre vivimos proyectados hacia el futuro, pero ese es otro tema. Mas… al momento de comenzar a escribir estas palabras —y por eso lo de tronarme los dedos— se presentó ante mí como una titánica labor. Yo les confieso: no sé muy bien qué diablos decir.

• Aproximaciones argumentales

¿Recuerdan 'Matrix'? ¡Sí! ¡¿Cómo no?! ¡Claro! Esa película fachera, ¡facherísima! ¡Sí! La película que nos deslumbró con sus efectos visuales, ¡esos efectos nunca antes vistos! ¡Pero no nos olvidemos del 'look'! ¡¡Qué trajes!! ¡Claro, yo también quería un montgomery entallado! ¡Y esos anteojos! ¡¿Y las escenas de acción?! ¡¿Cómo no?! Y también eso de… ¿cómo decirlo? La distopía tecnológica; eso de vivir en un mundo simulado; esa mezcla rara, ese sincretismo filosófico que tenía tanta chispa. ¿Cómo? ¿Qué por qué los trajes, la facha, el 'slow motion', el 'bullet time' y demás? Por nada en particular, simplemente porque era una película de acción que pretendía romper los esquemas visuales; pretendía revolucionar enteramente la estética del mundo de la acción, ¡y vaya si no rompió con todo! Sin embargo, la trama era bien sencilla: vivimos en un mundo generado por máquinas y debemos despertar a la realidad. Neo (Keanu Reeves) es el elegido, en él recae la responsabilidad de quitar el velo de nuestros ojos (por eso que procurará liberarnos con un festival de disparos, explosiones, luchas karatecas sin justificación y demás, ¡pero compramos! ¡Compramos!).

Bueno, que después, con el tiempo y (por) el dinero, se crearon dos películas más, que muy tranquilamente podrían no haber existido, pero que fueron realizadas con la idea de entretener y ya (¿no es acaso el cine al que estamos mayormente acostumbrados?). Nada, que las dejamos pasar. ¡Pero cuidado! Ha llegado la cuarta entrega y es, mis queridos… ¡Es absolutamente in-cre-í-ble!

• Crónicas de una ¿película?

Es cierto, no les ocultaré la verdad, estaba algo prevenido sobre esta creación, pero seguía despertando en mí un vago interés. Bueno, que a los 5 minutos —5’ 22’’ para ser exacto, ya que detuve allí la película— dispuse que sería en un tercio de mi libretita de 10 cm de ancho y 14 cm de alto, por lo tanto en tan solo 4,6 cm, donde escribiría todo lo que fuese necesario acerca de la película.

«¡¿Chistes?!»; «Diálogos… ¡¿qué?!»; «Ritmo: ¡¿cuál?!», fueron algunas de mis primeras anotaciones. Atendamos algo, los signos de admiración en realidad responden siempre a una profunda confusión, a una desorientación generalizada de mi entendimiento: no creía en lo que veía. Es preciso dejarlo claro ahora, el adjetivo «increíble» nace de aquí. No podía dar crédito a lo que me encontraba viendo… ¡¿Estaba en la Matrix?! Alguito más tarde logré darme cuenta (ya que vi la película con auriculares) de que el sonido era insoportablemente escrupuloso, cada cosilla hacía un ruido enfermante; han puesto una atención ridícula a los efectos sonoros (e incluso pareciera que es a lo único que le han prestado atención). ¡Es de una baratura impensable!

Minuto 13 —ya les dije yo que esto es una crónica—, tuve una revelación: me di cuenta de que así sería la cosa. Como quien permanece algún rato bajo el agua, tenía que inspirar gran cantidad de aire para zambullirme en esa chapucería, pero no lograba resistir demasiado. Es por eso que determiné que anotaría los minutos en los cuales me ganara el hastío y la desazón, para luego hacer algo con ellos, pero esa tendencia cabalística requiero explicarla más adelante. Sigamos. Escribía entonces que la película parece un telefilm del extinto canal The FilmZone, al mejor estilo erótico de cable. Fotografía paupérrima; ritmo cansino, al punto de revisar si no estaba viendo la película en velocidad 0.50x (se los prometo); actuaciones imperdonables; diálogos irritantes, ¡hórridos! ¡¡Puaj!! Más de una vez los personajes tienen algún encuentro en baños —no importa el motivo, por favor no pregunten—, y yo sentía que daría todo el oro del mundo por ingresar con ellos y… sí: vomitar. Y esperaba que los personajes lo hicieran, ¡pero tonto de mí! ¡Ellos sí estaban en la Matrix! El caso es que necesitaba que alguien libere por mí toda esa tensión acumulada.

Minuto 22: la pregunta de por qué viven subiéndose a las paredes como idiotas; un saltito y ¡punch!, otro saltito y ¡paf! —entre medio un chiste como salido del mismo infierno—, saltito, ¡clank! ¡Mi Dios! Es como una criminal, burlesca y fútil copia del Batman de Adam West. Un Batman con anteojos ridículos, un 'outfit' que hace que nos sangren los ojos y una ambientación de cartón (gana la de Adam West). No hay acción, no hay intriga, no parecen haber coreografiado los combates, no hay ritmo, no hay diversión, no hay chispa, no hay… parece no haber voluntad general para nada estimable, pero sí que la hay para montar un vodevil barato, pseudoambientalista, pro medidas sanitarias (porque hay más de una alusión a la COVID, con saludos de puños, barbijos, etc.). En fin: propaganda. Lo mismo quiere decir: ¿A qué viene? ¡¿Por qué?!

Minuto 37: desconozco el motivo por el que detuve la película, no anoté cosa alguna.

Minuto 44: ¡ah! ¡La escena del tren! ¡¡Ta, ta, ta, ta… TA!! (a lo Profesor Jirafales) ¡¿Qué cosa es esa?! Por allí apunté «¿Alguien podría sacarme una foto?», porque mi expresión de espanto debe haber sido comiquísima. ¡Ya está! No diré más al respecto. Tampoco seguiré con la crónica porque aquí mismo dejé de tomar notas.

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Alé Julián Sosa
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2
12 de enero de 2022
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mattson Tomlin es un productor, guionista y director norteamericano de 31 años. Este su primer largometraje, que fue escrito a lo largo del 2020, es un proyecto que ideó con la decidida voluntad de convertirse en director. Pues bien, más allá de saber que ha escrito algún que otro guion para Netflix, y que incluso parece haber sido llamado para colaborar con 'The Batman' (2022), próxima a estrenarse en marzo de este año —donde veremos a Robert Pattinson encarnar el mítico papel de Bruno Díaz—, no poseemos demasiados datos acerca de su vida personal. He buceado un poco por la red para saber algo más de este muchacho, ya que su película no habla demasiado bien —al menos para mí— de su forma de concebir nuestro mundo. Quiero decir: tengo la intuición de que este muchacho ha tenido una vida bien mullida y que ha salido más bien poco a la vereda —y que así de poco el mundo ha golpeado con su mano ruda su rostro—.

• Aproximaciones argumentales

Bueno, bueno, nadie se entusiasme demasiado que no vamos a descubrir América. Se trata de una nueva película distópica en la que un fallo tecnológico o la perversa estrategia de una corporación (esto será algo que nunca comprenderemos bien), llevan al mundo a un apocalipsis. La cuestión es perecer, resistir —cosa que tan solo retrasará nuestra muerte— o alcanzar las Islas Afortunadas, por así decirlo.

El metraje comienza con una pareja que se encuentra en un aprieto, ya que serán padres por descuido. Georgia (Chloë Grace Moretz) es la chica; Sam (Algee Smith), el chico. Pues bien, al cabo de un rato, los muchachos van a una celebración de Navidad, pero algo más tarde una hecatombe mundial los deja sumidos en el desastre. Luego de la tragedia, buscarán la manera de llegar a salvo a tierras orientales, donde aparentemente la crisis se encuentra contenida. A lo largo de su viaje vivirán diversas peripecias —que serán más bien pocas—, procurando sobrevivir. La tentación de explayar aquí mis pareceres es tan ardiente, que pasaremos a ello en el acto.

• El cine al que nos estamos acostumbrando

Bien, la película pende de un hilo ni bien comienza, pero la fui tolerando; incluso me llevé una sorpresa luego del «apagón» (atentos a la escena, es a los 5 minutos de metraje), aunque no duró lo suficiente —mi sorpresa, digo—, ya que… bueno, verán ustedes. Ocurre, lectores míos, que las premisas de las que se sirve el film, la llamada 'robolución' (entiéndase: revolución de los robots, juego semántico que es de no creer), el origen de la misma, la naturaleza de los androides, el sitio en que se encuentran los personajes y el cómo, son cosas que carecen de absoluta importancia para nuestro guionista y director. Nunca se aclara nada de nada; todo es tan adventicio, todo rezuma tal inverosimilitud que no parece ser cierto que alguien se lo tome en serio (me refiero a alguien como todo el equipo que llevó adelante la obra). Otra cosa que no entiendo es cómo puede ser que se siga refritando el mundo zombi, o mejor digo: cómo puede ser que siempre se caiga en la remanida idea de hacer comportar a los robots (supuestamente inteligentísimos y bla, bla, bla) como tontuelos maniquís automatizados.

Veamos. La dirección de arte es tristísima, al punto de que parece, ¡realmente parece!, que los protagonistas han ido al set vestidos con sus mejores trapos, habiendo pasado antes por un ejército de estilistas, y que su director, ni bien estuvieron aquellos ubicados en posición, ha dicho «¡Acción!» y así las cosas: vemos… ¡¿qué es lo que vemos?! Porque supuestamente nuestros muchachos se encuentran a la buena de Dios desde hace no sé cuántos meses, superando las inclemencias, el rigor del ambiente, ¡pero eso sí!, con un estilo que flipas.

El ritmo es tonto (no me sale otro adjetivo), la fotografía es tonta, la elección de la música es igual de tonta, y si juntamos estas tres descripciones vamos a ver fielmente cómo no existe clima alguno en la película y menos todavía existe posibilidad de empatizar con los personajes. No hay tensión. ¡Pero cuidado! Sí ve uno las intenciones del director de crear una atmósfera inquietante, pero uno ve 'las intenciones' y, como dije antes, nada de 'tensión'. De tensión nada y sí mucho de tedio.

Tampoco ayuda la cámara, cámara que está puesta al mejor estilo «escuela de cine». Verán ustedes en una de las escenas en las que nuestros muchachos intentan encontrar refugio (la escena de la casa), qué tan mal está todo, qué tan poco interés nos despierta la hazaña. Para ser algo más preciso, justificaré lo que digo. La cámara filma a Geo, quien está visiblemente ansiosa, y luego se vuelve hacia la casa a la que Sam pretende ingresar; es una suerte de plano contraplano pero pésimamente dirigido, no vemos nunca qué ocurre con Sam, porque tan solo observamos desde una subjetiva que simula ver lo que ve la muchacha. Cosas como estas son las que dejan ver en claro lo tan 'amateur' que es esta película. Mientras los protagonistas lloran o celebran, uno bosteza y se irrita.

Tan solo, y para cerrar con este análisis, diré que algunos personajes como el soldado o el misterioso hombre del bosque… En fin, que no sé que decir que no sea demasiado fuerte para el horario de protección al menor. No hay matices ni humanidad alguna, cada situación es tan plástica, tan artificiosa que pareciera que todos, sin excepción, fueran androides sin alma ni razón de ser. Tan solo quiero dejar aquí sentado que la persecución del bosque es una de las escenas más bizarras e injustificables que he visto en mi vida alguna vez. Si el director pretendía homenajear al bueno de Sam Raimi, falló escandalosamente; si acaso no fue un homenaje, lo ha insultado imperdonablemente.

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Alé Julián Sosa
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El estafador de Tinder
Documental
Reino Unido2022
6,2
5.686
Documental, Intervenciones de: Cecilie Fjellhøy, Pernilla Sjöholm, Ayleen Charlotte
8
23 de febrero de 2022
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comencé a verla con cierto descreimiento… ¿Por qué? Pues, porque las más de las veces peco de pedantería. Sin embargo —y por suerte—, esta obra me dejó muy sorprendido (más que ‘muy’).

No pude dejar de revivir los acontecimientos sufridos —durante largos años— gracias a Jorge, un psicópata de ley. ¡Claro, yo también tuve al mío! Ocurre que nadie filmó un documental por ello, pero llegado el caso… En fin, que cualquier sujeto con tales características será siempre digno de una película. Así, podré citar a mi hermano, psicólogo él:

«Realmente, los psicópatas son una especie extraordinaria (en toda la dimensión del término)».

Y por eso, por mis experiencias personales, por mis pareceres al respecto, por todo lo que se encuentra 'más allá' de esta película es que no sé muy bien por dónde comenzar y menos todavía hacia dónde me dirijo, porque lo que aquí tratamos excede nuestras pantallas. Esta obra trasciende los límites de su medio y nos interpela, ¡vaya si nos interpela!

• Aproximaciones argumentales

Este documental nos habla de ¿Simon Leviev?, un ¿multimillonario? que se ¿dedicaba? (sí, queridos lectores, los signos de interrogación son necesarios; luego verán ustedes por qué) a conquistar mujeres a través de Tinder. ¡Sí, Tinder! Esa aplicación del fueguito, de la llamita, que sirve para concertar citas ¿amorosas?... De acuerdo: las verdaderas protagonistas son en verdad Cecilie y Pernilla —dos víctimas de Simon—, y serán las encargadas de introducirnos en las (sus) inverosímiles pero (y por eso mismo) terribles historias. El proyecto de este documental nació luego de que se diera a conocer en VG, el medio más importante de Noruega, la historia de estas muchachas.

Pues bien, todo lo dicho puede deducirse con tan solo atender el nombre de la película, pero, si acaso quiero preservar el desarrollo del film para que ustedes vean por sí mismos de qué se trata, si deseo que vayan descubriendo la historia sin intermediaciones, es preciso que no diga más al respecto.

• Los entresijos de la crueldad

Felicity Morris, productora de televisión, ha llegado a nosotros con su ópera prima. Verdaderamente tiene pulso; puede verse cómo esta mujer lleva el formato TV bien adherido a sus pieles (algo por demás consecuente, tratándose de un trabajo distribuido por Netflix). Si bien no se trata de un documental… ¿cómo podríamos decir? «Creativo» (siempre pensando en obras como las del excelentísimo Oppenheimer), sí podría uno asemejarlo a otros como 'The Thin Blue Line' (1988), ya que —y aunque no estoy diciendo aquí que tenga los mismos, exactos méritos— corre con la suerte de tener ese corte clásico, que procura servirse más de los giros propios de la historia que del recurso cinematográfico.

En términos formales este documental es suficiente, se basta a sí mismo: el formato no pide mayor osadía; sin embargo, quizá es algo presuroso. Dado que aborda una historia riquísima en matices, nuestra directora parece querer colocarlo todo, mostrarlo todo en un compendio que, en rigor, solicita mayor detenimiento. Esto puede verse bien si nos enfocamos en el desarrollo de la historia durante los primeros 30 minutos. Morris intenta «embrujarnos»; desea involucrarnos con el enigmático personaje Simon, para hacernos caer también a nosotros en el embauco. No obstante, es aquí donde yo veo que el film requería algo más de pericia, algo más —para ser justo con mis palabras— de delicadeza; requería introducirnos con mayor artificio en la historia, para que nuestros horribles prejuicios llegaran a quedar lo más al margen posible de los acontecimientos (y esto será debidamente aclarado en el apartado siguiente).

La historia es encantadora, casi como lo diría Cecilie: «tiene cierto magnetismo» (y, tratándose de un personaje como Leviev, no puede extrañarnos). A medida que pasan los minutos todo se vuelve más y más irreal, al punto de preguntarnos si acaso no se tratará de un inteligente producto generado para contentar y avivar el aletargado juicio de los consumidores del 'streaming'. Pero, queridos lectores, no puede ser más real, y es ese el broche de oro.

Lo que más destaco de la obra es que nos permite disponer minuciosamente de 'los relatos' urdidos por Simon en cada oportunidad, y los videos y fotografías que muestran lo que 'en verdad' estaba ocurriendo. Quizá esto último sea el verdadero aporte y la significativa diferencia en relación con otros documentales del estilo. Lo único que su servidor llega a echar de menos es cierto suspenso, cierta parsimonia. Quizá Morris haya tenido algún temor de resultar cansina para la masa consumidora al ofrecer un metraje de casi 2 horas, pero yo estimo que la obra hubiese aprovechado más todo lo que tenía para contar si hubiese caminado a paso lento y decididamente furtivo. Creo incluso que, si nuestra directora hubiera querido, podría habernos dejado engañados para siempre, pero también, no haber optado por ello, puede deberse a la marcada intención denunciante del film…

Como sea, es un documental valioso. ¡Bravo, Felicity!

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Alé Julián Sosa
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3
10 de enero de 2022
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo decir que he logrado con éxito la empresa de concluir 'Don’t Look Up'. Sin embargo, debo decirlo: lo he logrado contra todo pronóstico. Yo quisiera ir despacio y ser lo más claro posible, porque seguramente llegará el momento en que más de una persona me tome por un amargado, y de hecho ocurre que yo mismo voy a dar con la pregunta en más de una ocasión: ¡¿soy un amargado?!

He tratado de serenarme para escribir este artículo, porque por alguna extraña razón, comentarla con Johana me llevó a una situación de apasionamiento muy fuera de lugar y me vi rápidamente como sofocado por una sensación desagradable. Me exasperé inexplicablemente y tal cosa no puedo atribuírsela a la película, no sería justo. De todas maneras, me ocurre que tampoco puedo obviar que la película fue un estimulante nada menor como para que monte en cólera.

• Aproximaciones argumentales

La cosa va de que una doctoranda en astronomía (Jennifer Lawrence) descubre sin querer un asteroide de grandes dimensiones. Sin dudarlo apercibe de su descubrimiento a su jefe (Di Caprio), quien rápidamente comienza a calcular la trayectoria de su órbita y determina que la enorme roca impactará indefectiblemente con nuestro planeta. Pues bien, luego de algunas disquisiciones, comienzan las relaciones con los altos cargos de las más importantes corporaciones norteamericanas. Esto da pie para absurdas situaciones que entremezclan a los diversos personajes. La premisa —aunque no del todo original— se sostiene algunos minutos, pero no los que fueran deseables. Ni bien llevaba 25 minutos de película y no pude resistir la tentación de destacar alguna que otra cosa.

Digo que la premisa no es del todo original porque —y por nombrar un somero ejemplo— la desopilante y no menos interesante película 'Seeking a Friend For The End Of The World' (2012) ya se le ha adelantado, pasando incluso a la parte jugosa y entretenida, sin generar tanto, innecesario tiempo de metraje para contarnos algo tan simplón.

• Los puntos flacos de una ¿comedia?

Cuando agarré la libreta todavía no soltaba la más mínima risa; no había hecho mueca alguna siquiera, y esto ya era suficiente mala señal. ¡Cuidado! Se los dice alguien que ríe con el chiste más ridículo que puedan imaginar; he sido un fiel seguidor de 'Cha Cha Cha', 'Todo x 2$', el Capusotto de los primeros tiempos, etcétera; pero también he sido un seguidor de los clásicos de la comedia —¡y clásicos que ya podrían considerarse antiguos!—, casos como las películas de Peter Sellers o algunas más modernas como 'Airplane' (1980), 'Top Secret' (1984) y 'Hot Shots' (1991). Pues bien, que a los primeros 25 minutos ya escribía en mi libretita: «humor nulo». Pero, muy poco tiempo después, apuntaba: «cadencia soporífera», que el ritmo me dormía, ¡es lenta! Sí, es una película lenta que no llega a coger ritmo nunca.

Pues bien, decidí no resignarme, no renunciar y menos todavía quise colarme en el bando de los renegados, así que sacudí mi cabeza y volví a la carga. Nada, en el minuto 52 ya había tenido suficiente tiempo para elucubrar un desenlace que, de hecho, fue casi exacto. No crean —¡por favor!— que digo esto con aires de superioridad, ¡al contrario! Esa opinión mía, más que elevarme, va en detrimento de la película. Por lo mismo, resumiré aquí esos lugares comunes que definieron mi posición al respecto: los chistes tecnológicos de los que hace uso están requetevistos, ¡que ya cansan!, cosa que hace ver al film como trasnochado, ¡trasnochadísimo!; los personajes están esbozados como con desgano, siendo planos, casi inertes; el montaje es, por momentos, un desquicie sin fundamentos; la adventicia participación de personas como Ariana Grande —que había olvidado completamente hasta este momento, y que es expuesta tan solo para incrementar la audiencia— no tiene gollete, y por último… hay al menos tres chistes, tres alusiones a las drogas que son tan ñoñas, tan bobas que parece mentira fueran presentados en una película que se pretende irreverente.

¡No! Aquí no veo crítica mordaz ni intenciones contestatarias, ¡nada más lejos! La película es indeciblemente cómoda, no molesta ni llama. Las supuestas críticas y su acibarado gusto, en realidad: no saben. Todo está muy visto y hasta parece que pasado por agua, deslavazado incluso, alivianado, digerido, desangelado. He llegado a sentir algún cosquilleo incómodo al pensar en sus protagonistas, pero en sus personalidades, en ellos como personas de carne y hueso. Cuesta entender cómo una Meryl Streep se siente tan a gusto con una propuesta semejante.

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Alé Julián Sosa
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5
23 de febrero de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy yo el más pequeño de mi familia. Recuerdo encontrarme tumbado en mi cama de la infancia —no habré tenido más de 10 años—, escuchando a todo volumen el disco (¿o casete?) 'HELP!' Ocurre que mis hermanos, ya adolescentes, se encontraban discutiendo fieramente con mi padre; habían organizado algo así como una reunión… ¿cómo decirlo? «Un simposio para el tratamiento de las responsabilidades afectivas» (y es claro que estas palabras son puramente mías). Esas pretensiones de los hijos —cuando muy jóvenes— que intentan ubicar a sus padres en el preciso momento en que ellos no encuentran sitio. ¡¿A quién no le ha pasado?!

El hecho es que me encontraba yo escuchando The Beatles porque eran mi patria amable, mis manos amigas. Los cuatro muchachos pedían ayuda y yo, a su vez, alzaba mi voz para entonar juntamente con ellos. ¡Qué consuelo sus candorosos cantos! Y, sin embargo, una rara melancolía, una melancolía como traída de otros tiempos, rodeaba su música; viajaba por las melodías alegres una cortina de tristeza, como la del niño que se sabe adulto, adulto y encerrado… Digo, como si el adulto encerrara un niño en el que vive y del que no puede salir, o no puede sacarlo a la luz. ¡Eternos jóvenes que no! Para mí, los Beatles, son la cristalización de un sentimiento puro que se sostiene más allá de sus artífices, y que estos, tanto como yo, hubieran deseado quedarse siempre en él, pero continuaron; continuaron como continuó la vida. ¡Qué nostalgia!

De eso, de la nostalgia, es que va también esta película.

• Aproximaciones argumentales

Jack (Himesh Patel) es un muchacho como cualquiera de nosotros, un 'alguien' que pretende granjearse cierta porción de gloria en su arte particular, en este caso: la música. Yerra por los más variados tugurios para colocar sus canciones y lograr ubicarse en la palestra, eso sí: siempre secundado por Ellie (Lily James), su fielísima amiga y representante.

No será sino luego de varios minutos, cuando veremos a Jack sufrir un extraño accidente. Luego de despertar se encontrará, como por arte de magia, con un mundo en el que ¡nunca existieron los Beatles! Sin embargo, Jack sí que los recuerda, por lo que será el encargado de recrear el legado musical de los ¡precisamente! inolvidables ingleses.

De la premisa de este film se desprenderán —como puede esperarse— las más desopilantes circunstancias, a la par que vemos el alumbramiento de un ¿artista? que cada vez se ve más comprometido con un destino que, a fin de cuentas, no le pertenece.

• Un canto a la nostalgia que, de a momentos, desafina un poco

Pese a ser británica, la película comienza al mejor estilo «comedia yanqui». La fotografía, el ritmo, todo acusa esa atmósfera a la que nuestros amigos del Norte nos tienen bien acostumbrados. La actuación de Patel gana mucho con ese aspecto tan simplón y ese aire algo ingenuo, ¡en verdad está genial el muchacho! Lo que me interesa bastante del desarrollo de su símbolo es que se parezca tanto al que muchos hemos sido —y al que muchos no se resignan a ser, ¡y está bien!—: un muchacho que ya va siendo mayor y todavía continúa con su guitarra al hombro para encaramarse a las alturas de los grandes artistas.

Todo discurre mayormente en orden, e incluso uno de los puntos álgidos, antes del accidente, que cambia el rumbo de la historia, llega con bien, a tiempo, y genera legítimo interés. Sin embargo, las cosas que comienzan a mostrar alguna flaqueza en lo que refiere al guion —y que también dejan en evidencia que quizá a la película le sobran minutos… varios— son las reiteraciones de algunos gags que bien podrían reservarse para mejor servir, y para no deslavar el efecto cómico que a veces brilla por su ausencia.

Puntos acordes son: la sorpresa de todos por el desbordante talento de Jack (¡¿quién podría componer las mejores canciones de los Beatles en tan solo pocos días?!); la obstinación de Jack por colar su música original (que nunca cuela y genera rechazo); la condescendencia de sus padres (que no hacen más que ignorarlo vivamente); el uso adecuado (cosa difícil de lograr) de las bromas que tienen relación con nuestro mundo tecnológico; el papel de Ed Sheeran, que ha tenido a bien reírse de sí mismo, generando humor a expensas suyas, favoreciendo la imagen de quienes tiene por sus ídolos: The Beatles, por supuesto (que lo ha dicho), y, claro, la broma del 'olvido' sobre la que todo se funda.

Puntos discordes son: ciertos lugares comunes que la misma película propone (y de los que más tarde abusa); alguna pérdida de cadencia en el ritmo, que vuelve las cosas algo tediosas (¡muy peligroso para una comedia!); lo estereotipado de algunos personajes (quizá algo inevitable para una comedia); que, más temprano que tarde, casi que trueca en 'tan solo' una comedia romántica, y por último, y como ha sido dicho, la reiteración de la broma del 'olvido' que más valdría tocar con cuidado y preservar, más que usufructuar hasta el cansancio. Este último punto es fundamental, porque se ve a las claras que han encontrado una premisa que promete (¡porque promete y funciona!), pero se han, como quien dice, engolosinado; no han podido apartar sus manos del grial, a tal grado que acabaron por robarle el dulce brillo.

Reiterar muchas veces la premisa puede generar el mismo y contraproducente efecto de quien repite a lo loco una sola palabra: tarde o temprano comienza a perder sentido.

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Alé Julián Sosa
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