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España España · Granada
Críticas de Yanpol64
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Críticas 25
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
4 de marzo de 2022
120 de 168 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, las piruetas de Kenneth Branagh hacen que la belleza de los primeros compases desemboquen en ese tipo de caída despatarrada que ruboriza. La belleza del ritmo y la elegancia se van volviendo artificiosos e incoherentes y aterrizan por los suelos. La película patina. Branagh, como guionista y director, se ha esforzado tanto en la corrección formal y en la corrección ideológica que su filme va girando a lo falso, lo insípido y lo impostado. Nos prometía mucho a los que en la sala de cine queríamos disfrutarla sin prejuicios, sin haber leído nada sobre ella: comienza con la hermosura de una canción de Van Morrison, de modo que uno empieza a gozar sin remedio… y además no tardamos en sentir que se masca la tragedia en unas curradas secuencias iniciales, con unos planos de acción que te empiezan a enganchar en un bello blanco y negro.

Pero la película se va convirtiendo paso a paso en un bonito cascarón vacío plagado de tópicos. Va perdiendo fuerza y nunca alcanza a arañarnos con garra ni pasión (a pesar del contexto terrible que estallaba en Irlanda del Norte). Me sorprenden mucho las personas que se puedan emocionar con esta película, pues en ella nada conmueve, y creo que somos muchos a los que nos ha ido irritando progresivamente con su corrección política, su cinefilia bienintencionada, su tono edulcorado y su afán de complacer a todos los paladares (y a los académicos esos de los Premios Oscar y demás). Se va estropeando conforme avanza. Llega un momento en que cualquiera comienza a contemplar incómodo la tramoya de Branagh y entonces ya la historia no atrapa, sino que todo es una sucesión de homenajes al cine, a la tele, a la infancia… que desgraciadamente no te alcanzan ni divierten… y no puedes evitar contemplar los artificios forzados del guión y de la realización, como si estuviésemos detrás del telón. Dejas de vivir esa historia, no vives esas otras vidas, sino que observas decepcionado el teatro del cine (matriculado en un curso de Ayudante de Dirección). Y Branagh hasta quiere ser John Ford (“mira que contrapicados más chulos con toda esa gama de cielos grises ¡hala, que bonitos!”). Y las deliciosas canciones de Van Morrison, venga, una y otra vez (“que buen gusto tienes pa tó, Kenneth, porque sin duda eres un tío mu guay”).

Si una película con rasgos autobiográficos y familiares, que nos traslada con nostalgia a la infancia y a una coyuntura histórica trágica y convulsa, resulta que no nos emociona, pues “¡apaga y vámonos!”. Y eso es lo que ocurre con Belfast. Conforme avanza la película creemos que se nos acabará revelando algo trágico, algo doloroso, algo esperanzador, pero no, el mínimo suspense no lleva a nada. Por otro lado resulta evidente que Kenneth Branagh idealiza, edulcora y falsea realidades y vivencias propias de aquellos años, para hacer más dulce su película, supongo: tuvo que ser excepcional su colegio de infancia ya que se mezclaban sin segregar protestantes y católicos (¿seguro? ¿no será un arreglito del guión?) y más excepcional aún tuvo que ser su colegio pues nos lo presenta como una escuela mixta en la que se mezclaban niñas y niños allá por el año 1969 y 1970 (apuesto a que esos “recuerdos” son falsos y simplemente han sido una licencia que se ha permitido para su historieta)… Y, por cierto ¿sus padres de clase obrera estaban tan buenos como la Caitriona Balfe o el Jamie Dornan el Grey de las Cincuenta Sombras? (no es imposible, je, je, pero lo dicho: todo idealizado en extremo). La violencia del IRA, la de la facción católica del Ulster, ni aparece. Aquí sólo son malos los protestantes (la comunidad a la que pertenecía la familia Branagh). No entiendo.

E insisto, se desvela toda la tramoya al querer satisfacer tantos ingredientes. Por ejemplo, se esfuerza en que su película tenga bonitas referencias cinéfilas, ya sean las de grandes obras llenas de carga moral y política como El hombre que mató a Liberty Valance, o Sólo ante el peligro… o de obras divertidas y menores del cine popular (Hace un millón de años, Chity Chity Bang Bang…), del cómic (Thor) o de la tele (Star Trek…). Y en ese afán de Branagh por hacerlo todo bonito y chulo… la peor escena es la que remata la película y que os destripo en spoiler:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Yanpol64
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Storm
Documental
España2021
6,7
57
8
18 de enero de 2022
26 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Revelador y emocionante filme documental sobre la magnífica y desafortunada banda de rock sevillana The Storm, película que hemos tenido el privilegio de disfrutar en su preestreno durante el primer Festival Ubrique de Cine (de cortometrajes exprés) con la presencia de su director Jesús Ponce y de los propios músicos protagonistas, los mellizos hermanos Ruiz (unos tíos estupendos).

Hay que elogiar a la productora almeriense de Kiko Medina (la KMPC) que ha hecho posible llevar a cabo este proyecto, aunque la obra ha tenido que ser culminada por Saint-Denis Producciones a causa del trágico fallecimiento del entrañable Kiko.

Con entrevistas a músicos, críticos y periodistas... se va construyendo la historia de la banda The Storm como el primer grupo de rock duro nacido -sorprendentemente- en el entorno provinciano de una barriada de la Sevilla del tardofranquismo. The Storm fueron la evolución del grupo infantil Los Tormentos (de modo que quizás hubiera sido más correcto haberlos traducido y denominado como “The Torments” más que “La Tormenta”). Sí, aquellos atrevidos chavales fueron pioneros inauditos del rock duro y progresivo en España, y el documental les hace justicia reiterando su apodo de “los Deep Purple españoles” y mostrando su extraordinaria precocidad, calidad y autenticidad... en una época paralela al underground y la psicodelia sevillana del grupo Smash que se adelantaba al rock andaluz de Triana. Está muy certero, lúcido y simpático Javier García-Pelayo al adentrarnos con pasión en aquel contexto que él vivió en primera persona.

Efectivamente el documental nos guía a través de las palabras de músicos míticos, de managers flipantes, de locutores entusiastas y de críticos musicales… por Sevilla, Cádiz, Granada, Almería, Madrid, Pamplona, Logroño, León, Burgos, Guipúzcoa, Barcelona… y por las imágenes y las páginas de Musical Express, Popular 1, etc… para dejarnos alucinados con la música de un grupo olvidado en España - que compartió escenario con el Queen de Freddie Mercury en 1975- y cuyos primeros discos en vinilo -de la multinacional BASH, en 1974- se venden por precios desorbitados…

En el documental solamente he echado en falta que nos hubieran dejado disfrutar bastante más de alguno de los trallazos de los Storm, cuya música se va intercalando con las entrevistas de una forma muy fragmentada.

No os lo perdáis.
Yanpol64
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5
2 de abril de 2020
32 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
La he calificado con un "5" de "pasable" por su esfuerzo, desde cierta perspectiva húngara, de hacer un homenaje al complejo rodaje de la mítica Casablanca, pero realmente podría haberla puntuado bastante peor. Acercarse al rodaje de Casablanca es un empeño cinematográfico que nos tendría que enganchar, seducir, atrapar, emocionar... pero sólo consigue un poco de suspense al hacernos esperar las circunstancias que pudieron inspirar su famoso "final". Pero no, no hay poesía -ni música que nos alcance- en este filme sobre una película tan amada y tan impregnada de Historia.

Los actores no transmiten porque son estereotipos; aunque la culpa no es suya sino del guión que pretende darles vida de un modo tan lamentable. Puede que con este filme sí aprendamos algo: lo cruel y desagradable que era Curtiz, pero una vez que nos ha planteado esta cuestión... la película apenas va más allá.

¡Que diferente del bello homenaje que, desde otra perspectiva, le dedicó Woody Allen a Casablanca con el guión de Sueños de un seductor (Play It Again, Sam) dirigida por Herbert Ross en 1972! Perdonad que haga esta comparación bastante absurda (las dos películas no tienen mucho que ver entre sí), aunque lo cierto es que al ver Sueños de un seductor (tan divertida, poética y cinéfila) entraban ganas de volver a ver Casablanca, mientras que la húngara CURTIZ... casi consigue lo contrario; y con una estética en blanco y negro que, en definitiva, es muy gris.
Yanpol64
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8
27 de mayo de 2018
67 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me quedo bastante sorprendido al no leer ni una crítica que coincida con lo que yo he sentido claramente que nos descubre la película al final (supongo que será por prudencia y por no destripar su sentido). Y como revelar lo que para mí es evidente (desde que la vi de joven hace 30 años) supone desvelar el que me parece el auténtico significado de la película, lo hago en “spoiler” para no destripársela a los que aún no la han disfrutado.

Nikita Mikhalkov nos conduce por las sendas del recuerdo, la nostalgia y la melancolía con estupendos toques de humor. Una curiosa mezcla de bella morriña rusa y divertida ternura italiana. Una peculiar síntesis entre los cuentos del ruso Chéjov (se inspira en tres de ellos), la dirección de un realizador soviético, la producción italiana y la actuación magistral –premiada en Cannes- de Marcello Mastroianni. Y, en fin, todo el filme es un precioso flashback muy poético, romántico y tragicómico, con la delicada sensibilidad del autor ruso y las ensoñaciones de una especie de realismo mágico. Vale. Pero vayamos al spoiler y a esa verdad que se nos descubre al final y que ¡nadie cuenta por aquí!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Yanpol64
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9
27 de septiembre de 2016
123 de 159 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la sala de cine ya sentí, como todo un mérito mayúsculo, que Tarde para la ira me estuviera emocionado antes de que ocurriera algo especialmente conmovedor, que lo estuviera consiguiendo por la simple belleza de su autenticidad. Un placer epidérmico que me llegó desde el principio de un modo espontáneo y natural. Y salí del cine con la intención de buscar información sobre ella. Supe entonces que una de las razones del aroma especial de su textura era resultado de una opción estética intencionada: la decisión de filmarla en celuloide (en peligro de extinción), tal y como hacen, con el de 35 mm, Martin Scorsese, Quentin Tarantino, Christopher Nolan o J. J. Abrams, principales líderes de la resistencia contra el imperio digital. Arévalo había elegido el Super 16 mm. Cuando este ancho de película, más “barato” y manejable, se pasaba a 35 mm para su exhibición en salas comerciales, dejaba un granulado especial, y este efecto justamente era el que de un modo completamente deliberado estaba buscando el director para su impecable debut. Uno de los pocos laboratorios de revelado de Super 16 mm se encuentra en Rumanía, de modo que las latas con el material filmado estuvieron volando en continuas y peligrosas idas y venidas. Y como el metro de película estaba costando un dineral todo el mundo tenía que estar especialmente afinado y concentrado a la hora de rodar. En fin, un acierto de Raúl Arévalo, pues ese toque vintage y amateur, ese tamiz granulado de luz plomiza, había merecido la pena y caló inconscientemente en muchos de los que éramos espectadores desprevenidos.

No pretendo que los demás compartan mis gustos (“el gusto es mío”), pero sentí sin proponérmelo que, al igual que esas canciones que a la primera empapan de placer nuestro cerebro, conectaba al instante con mis sensores del equilibrio estético: estuve a punto de la lagrimilla sin que aún hubiera sucedido nada dramático y fui consciente de que me emocionaba por la belleza de su factura descuidada, por el temple enérgico de su sencillez, por el pulso intenso de su ritmo, de sus diálogos, de sus silencios, de su verdad.

Considero todo un meritazo que una película de atmósfera sórdida, sucia, violenta… una película que se desenvuelve en los ambientes cutres de nuestras barriadas, en los ambientes de nuestros rancios usos y costumbres de clase media baja, de la ordinariez de nuestros bares, de nuestras charlas vulgares, nuestras pintas chabacanas, nuestras rumbitas castizas… sí, considero todo un meritazo que una película así no caiga ni en la horterada, ni en el costumbrismo cañí, ni que tampoco caiga en el simple entretenimiento de acción violenta ni en las poses del realismo social comprometido.

Tras un impactante comienzo y un buen tramo pausado de calma posterior (en el que anida una extraña tensión), la película evoluciona hasta convertirse en una especie de road movie mesetaria (no es precisamente glamuroso el pueblo segoviano de Martín Muñoz de las Posadas) empapada de mala sangre. Me llaman la atención algunas críticas que sólo la califican de interesante. La película es sobresaliente, mama de la esencia más turbadora de nuestro cine negro, y si la hubiera firmado Peckinpah, Eastwood, Kitano o Cronenberg, esos mismos críticos prejuiciosos elevarían a este western crepuscular castellano a la categoría de obra maestra.

Sin moralinas, sin exhibicionismos, sin sermones, sin bonitos encuadres, sin cuidadas simetrías, sin estudiados claroscuros, sin oxigenantes perspectivas, sin acción trepidante, sin alardes de ningún tipo… la película me estaba llegando por la simple maestría de su punto de vista y el equilibrio contundente de su autenticidad sin imposturas.

Seguramente también me emocionó porque en la oscuridad de la sala fui consciente de que estaba disfrutando de un “clásico” instantáneo del cine español -por adelantado, sobre la marcha, en un jodido vis a vis- sin tener que esperar para desencadenar esa certeza a la libertad provisional de futuras valoraciones.
Yanpol64
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