Tobe Hooper adapta una de las más exitosas novelas de King con maestría y eficacia. Todo funciona bien. Especialmente lo más difícil de conseguir en este género tan trillado: crear una atmósfera realmente angustiosa y asfixiante que atrape al espectador. No es una simple sucesión de trucos efectistas y sustos amplificados. En Salem's lot hay algo que huele mal. Está en el aire, se palpa.
Hay momentos de verdadero terror y eso es decir mucho para un tema tan desvirtuado. Escenas como las de los niños vampiros o las bien elegidas y escasas apariciones de Barlow, contribuyen a generar ese ambiente enfermizo y atenazante.
Y luego está la casa que es, en si misma, un personaje crucial. El mal hecho tabiques. La casa y James Mason, que borda el papel de perro guardián del nosferatu.
Por otra parte, cabe destacar el trabajo de David Soul, el eterno Hutch, que realmente resulta creíble en su rol de escritor segundón inexplicablemente atrapado en la pesadilla y Lance Kerwin, como joven atormentado, ayudante de Van Helsing.
Es una pena que la producción estuviese desde un principio destinada a la televisión. Es posible (sólo es posible) que de ser más ambiciosa y poder contar con mejores medios estuviésemos hablando de un gran clásico del terror.
Con todo, la cinta cumple con lo que busca a la perfección: dar miedo, mucho miedo y entretener de verdad. Y eso es mucho más de lo que se puede decir de decenas de producciones de chupasangres que costaron cien veces más (Underworld, Van Helsing, Blade, etc).
Hay una cantidad enorme de gente de mi generación que no olvidará nunca a ese niño arañando el cristal de la ventana de su hermano pidiéndole entrar.
Muy recomendable para una noche de invierno. Si os atrevéis...

Sinceramente, me debo estar volviendo loco. No entiendo la puntuación de esta cinta. Desde luego no es la mejor película de vampiros de la historia pero, si de lo que se trata es de generar angustia y miedo, para mí lo consigue. La premisa de encontrarte atrapado en un pueblo helado durante 30 días seguidos intentando esconderte de un grupo de sanguinarios vampiros me resulta muy sugestiva e inquietante. Desde luego, viendo las películas que tiene por encima en el ranking del subgénero "vampiros" no acabo de comprender qué clase de puntuación es esta. Siempre creí que la finalidad de una comedia es hacer reír y la de una película de terror dar miedo. No es "El exorcista" ni "La profecía" pero claramente cumple con su cometido. Creo que con un reparto de más renombre su calificación sería bastante más elevada. Muy destacable el grupo de vampiros que son como deben ser: salvajes, feos y decadentes. En esta época de chupasangres de Dolce Gabana con problemas existenciales y rollo fashion victim se agradece unos vampiros de verdad, de los que uno quiera huir a toda costa. Por favor, revisen la nota.

La vi en una sesión golfa. Empezó más cerca de la una que de las doce y son casi tres horas una detrás de otra. El guión esta trufado de diálogos sobre física cuántica, astrofísica y filosofía, muchos de los cuales he de reconocer que, literalmente, apenas acertaba a entender. Frases del estilo de "ellos han trasladado su mundo pentadimensional a nuestro universo tridimensional" (o algo así). Vamos, que tenía todos los ingredientes para que la recordase como un ladrillo importante, o mejor aún, para que, directamente, no quisiera recordarla. Y sin embargo la recuerdo como, probablemente, la mejor película que he visto en una década. Sólo el "Gran Torino" del maestro Eastwood y la trilogía del "Caballero Oscuro", del propio señor Nolan, se me antojan capaces de hacerle sombra.
Es intensa, profunda, enigmática, emotiva y sobre todo, endiabladamente humana. Nolan nos transporta en una distopia a través de un agujero de gusano hasta lo más hondo de nuestra condición. Nos muestra cómo es el ser humano en toda su magnificencia, complejidad y miseria. Es una alegoría de la historia de nuestra especie desde afuera hacia dentro. Un viaje épico, espectacular e hipnótico hasta los confines del universo para llegar a la última frontera inexplorada: nosotros mismos.
Todo funciona. La fotografía que recrea la grandiosidad de este mundo y muchos otros con una magestuosidad que se puede tocar. El ritmo, endiablado por momentos y de aplastante quietud angustiosa en otros. Las interpretaciones a cúal mejor. Se hace dificilísimo elegir a un intérprete que sobresalga sobre los demás por que todos están inconmensurables. La banda sonora, épica, lisérgica, envolvente... Y el guón, la historia. No sé qué se habrán tomado los hermanos Nolan para escribir ese texto pero ya están publicando el teléfono de su dealer. Inspiración, emoción y belleza como pocas veces se ha visto en décadas.
A estas alturas, cuando ya hemos visto casi todas las clases de viajes espaciales, casi toda clase de aventuras épicas, de futuros apocalípticos y distópicos, ser capaces de conseguir que a uno se le encoja el alma y se abrume hasta el tuétano, es todo un acto de rebeldía.
Cuando volví del cine, ya pasadas las cuatro y media de la madrugada, lo que más me pedía el cuerpo era ir a darles un beso a mis dos hijas que dormían en sus camas. Abrazarlas y y decirles que en esta maldita dimensión o en la que sea, su padre siempre estaría con ellas.
Gracias, señor Nolan.