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España España · Vilanova i la Geltrú
Críticas de ferrancalvet
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
5
13 de junio de 2018
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se espera de este film un orgasmo visual y realmente lo es, pero donde no funciona es en el aspecto narrativo, muy simple y plano. Es una lástima que detrás de tanto trabajo no se haya logrado una trama consistente que aporte un lugar donde apoyar las magníficas imágenes que se presentan.
ferrancalvet
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La isla del tesoro
Documental
Francia2018
6,6
257
Documental
6
23 de enero de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 1 de julio comenzó la que seguramente será la tarea más difícil del verano para cualquier cinéfilo suscrito a Filmin: elegir entre las múltiples propuestas que el Atlántida Film Festival nos trae, por si no teníamos suficiente con lo que ya había en la plataforma. Listas, colecciones, canales… Puede resultar oceánico sin una pequeña guía, y es realmente lo que a servidor le sucedió. Visionar La isla del tesoro, cinta francesa dirigida por Guillaume Brac, fue fruto de la más retorcida casualidad, más bien gracias la confianza puesta en Cahiers du cinema, según los cuales esta cinta es una de las diez mejores del pasado año –compartiendo ranquin con Burning, The phantom thread o The house that Jack built, que no es poco–, aspecto que la misma plataforma no desaprovecha para anunciar en su abstracto.

También es verdad que una de las bendiciones del Atlántida es el acto aventurarse y dejarse sorprender por las propuestas más singulares del catálogo, más que buscar y rebuscar cuál puede ser la mejor opción para ver aquí y ahora.

Es un poco el caso de La isla del tesoro, una cinta que se perfila como atípica y que poco se espera uno lo que está a punto de proponer. El film nos sitúa en un famoso parque acuático del extrarradio de París, por donde transitan visitantes de todas las edades disfrutando de su tiempo libre y también trabajadores de seguridad que se ven envueltos en pequeños conflictos con niños y adolescentes que intentan saltarse las reglas del parque. Realmente el argumento es este, y por mucho que pueda parecer simple y plano, Guillaume Brac nos forma lo que es un relato político en su máxima expresión.

Primero de todo debemos de preguntarnos qué clases pasan por este parque acuático. La respuesta es rápida: la clase media-baja –más bien baja y multiétnica– parisina que no puede gozar de un paraje más exótico o interesante durante sus vacaciones o su tiempo de ocio. Es por esto que este se convierte inmediatamente en un filme político y a la vez sociológico, quién sabe si antropológico. La clase trabajadora gozando de su tiempo libre en un lugar no sólo creado para aportarles diversión, sino para satisfacer al capitalismo que saca partido del entretenimiento de estas clases. Por paradójico que pueda parecer, el punto fuerte del filme recae en no mostrar esas cartas de primeras y a la ligera, sino ir dejándolas caer poco a poco a través de las situaciones que plantea y los diálogos que nos presenta, apelando así a la comprensión entre líneas de todo el asunto.

La multiplicidad y variedad de personas –a modo de personajes– que Brac nos presenta también funciona como un mecanismo infalible dentro de un filme de este perfil. Sin conformarse con uno solo, el cineasta francés busca distintos pequeños relatos que nos acercan a una realidad que aunque dentro del parque pueda parecer curiosa e incluso divertida, deja claro en la mayoría de casos que fuera de las fronteras de este espacio artificial las cosas son bien distintas. Otro acierto de guion y de forma es echar la mirada no solo a los visitantes del parque, sino también al servicio de este, los cuales también se incluyen dentro de esta clase social trabajadora que no goza de más lujos que una playa artificial en las afueras de la metrópolis. De hecho, estoy convencido de que Brac atendió a esta conciencia de clase que rebosa por todas partes en el momento de decidir que el foco no se pondría solamente en los visitantes del espacio.

La artificialidad también apuntala este relato que pese a ser bello en sus formas resulta desolador en su fondo. La playa de agua dulce, la arena, los puentes, los prados… Todos los espacios forman parte de un todo artificial, conectando así el entorno con la vida moderna y a la vez desengañada que viven sus visitantes.

Con todo esto, en ningún momento la película cae en el pozo de la resignación, más bien apunta al anhelo de escapar de unos márgenes heredados y de una naturaleza que parece insorteable. Así el filme va cogiendo un tono casi melancólico, y acaba presentándonos el parque acuático como una especie de bucle, como la misma cárcel social en la que viven los sectores marginales y las clases bajas del extrarradio de Paris. El espacio de diversión termina representando la escenificación de una ineludible condena.

Per Ferran Calvet (Criticum.net)

Link original de la reseña: http://criticum.net/la-isla-del-tesoro-el-ocio-de-extrarradio
ferrancalvet
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7
28 de diciembre de 2018
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno nunca imaginó sentarse a escribir una reseña tan compleja, tan imposible. Quién no sabe ya, un día después de su lanzamiento, que el primer largometraje de Black Mirror no es sino una multiplicidad de estos, una amplia variedad de versiones y variaciones que dependen de las decisiones que uno –el espectador- toma durante el transcurso de la obra. Un acontecimiento audiovisual que solo podía estar reservado para la serie que mejor sabe tratar la distopía de la sociedad occidental, esa idea del futuro ni tan remota ni tan improbable.

Anunciada tan solo el día antes de ser accesible en Netflix, una plataforma tan revolucionaria para lo audiovisual y tan discutida para los que sienten –o sentimos- el cine de una forma distinta a la que nos plantean. Y a la vez una increíble vuelta de tuerca –una más- al concepto que tenemos del cine, al papel del espectador y a la relación de este con el contenido.

Con Bandersnatch, el cine, o mejor dicho, los autores, pierden su cátedra en favor de la democratización de la trama, aunque no podemos afirmar que estamos delante de una democracia real, sino que igual que en los videojuegos, todos los escenarios ya han estado planteados en el proceso de creación. El largometraje, pero, ha dejado de ser un camino recto y cerrado para pasar a ser un pasillo con puertas, todas ellas contempladas, pero no necesariamente conectas. Una historia sujeta a diferentes combinaciones y dispuesta a provocar distintas sensaciones y reacciones a todo aquél que se adentra en ella.

Es, de momento, lo más cercano que ha estado el cine de la condición de videojuego. Y viniendo de una producción de Black Mirror, el sentido puede interpretarse de forma múltiple, pero la idea de no ser uno mismo quien toma sus propias decisiones no parece reconfortar. Preguntarse cuál es la posición de los autores de esta obra, y de la obra en sí, puede ser un ejercicio más que necesario para su interpretación.

A la vez, este largometraje de hora y media es la absoluta justificación del cine como producto de consumo individual, en pantalla pequeña y a través de un ordenador personal. Es imposible de entender –y de materializar- la proyección de Bandersnatch en una sala de cine convencional. Una de las discusiones cinéfilas de este 2018 ha sido el encaje de obras cinematográficas estrenadas directamente en VOD, y la indignación por no poderlas ver en salas. Con el estreno de esta obra, el debate es tan inexistente como inútil.

Black Mirror, esta vez en forma de película, vuelve para continuar exprimiendo los sesos a sus seguidores, y a seguir reflejando a través de situaciones extremas los hábitos de la sociedad de hoy. Esta vez, sin dejar atrás sus formas, también revoluciona el concepto de obra cinematográfica en sí, ya sea para cuestionarla o para plantear nuevos caminos a recorrer. Sin duda, otra genialidad de una serie que tenía a sus seguidores mosqueados tras su floja cuarta temporada.

Por Ferran Calvet (Criticum.net)
ferrancalvet
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6
22 de junio de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Harajuku –nombre del barrio otaku de Tokyo- supone el primer largometraje del director noruego Eirik Svensson, en el que nos plantea una historia que transcurre en tan sólo unas horas el mismo día de Navidad, todo desencadenado por la repentina muerte de la madre de la protagonista del film, Vilde (Ines Høysæter). A partir de este suceso se activa una odisea en la que la protagonista debe de enfrentarse a sus peores demonios y poner a prueba sus vínculos amistosos y familiares.

La idea de proponer esta odisea nocturna resulta atractiva y remite directamente a filmes como After Hours, de Scorcese o la más reciente Victoria de Schipper. De todas formas, aunque el llevar a cabo toda la historia en una sola noche resulte interesante en un principio, puede volverse en contra si el tiempo deja de ser un aliado del hilo narrativo y se deja en un segundo plano, y más si lo que se intenta es encajar una historia con múltiples personajes, escenarios y pequeñas tramas adjuntas. Esto es exactamente lo que pasa en Harajuku, y es la principal pega de la película. Un film puede experimentar, perderse dentro de sí mismo, plantear saltos temporales, pero cuando la persona que está visionando aquello ya no sabe en qué fecha está por culpa del descuido del autor, éste ha dejado de funcionar, dejando inverosímil una historia que lo que busca es la verosimilitud.

De todas formas, sí que tiene aspectos que funcionan bien. El conflicto padre-hija resulta enfocado de una forma eficaz para que sintamos empatía con el que en principio es el malo. Este enfoque puede resultar cruel e incluso injusto, intentar justificar de una forma tan gratuita un padre que abandonó a su hija no creo que sea lo mejor que se pueda hacer, pero esto forma más bien parte de una visión personal que no supone la negación de los puntos fuertes de este conflicto.

Lo que sí que resulta interesante, tanto que uno se queda con la sensación de que ha quedado poco explotado, es el mundo interior otaku de la protagonista, que no sólo sueña con viajar a Tokyo, sino que en algunas ocasiones, cuando se remite a su imaginación, esta se nos presenta en anime. Son pocas las veces –si no recuerdo mal un par o tres- en las que se decide utilizar este recurso, quedándose corto por el potencial y la función que podría tener.

La ópera prima de Eirik Svensson deja apuntes interesantes pero se queda ahí, en una ópera prima que no acaba de explotar sus puntos fuertes y que cae en errores que acaban condenando el sentido completo de la cinta. De todas formas, no deja de ser un largometraje entretenido, que plantea algunas escenas de tensión e incluso de ternura, mecanismos que nunca fallan y que para ser justos se deben de tener en cuenta.
ferrancalvet
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