Acabo de ver esta película, con veintipocos años, y he quedado deslumbrado. Para muchos pedantes debiera haberla visto casi al nacer, desde la cuna, tomando un biberón. Pero no, ha sido ahora, porque hay mucho cine que ver.
Siempre he oido maravillas de esta película, críticas elucuentes y grandilocuentes, y quizás disparé mis expectativas. Esperaba, supongo, algo tan sorprendente como el clásico King Kong, o tan espectacular como Gone with the wind. Pero nada de eso. Una historia de amor, con todos los recovecos de pasiones, afectos perdidos, odio, esperanzas, como la vida misma. Y debo reconocer que me sentí identificado con Rick, casi al cien por cien. Y debo admitir también que su lección magistral del final tardé en aprenderla un poco más que él, aunque lo hice, dejé atrás los fantasmas del pasado, como dice otra crítica de está película.
Hacer una crítica de esta película supondría disponer de cien páginas , unas mil horas de estudio y análisis, etc. Porque esta película se presenta como simple, entra sola, como un buen whisky, pero como el buen whisky es muy compleja, está llena de matices, pensada al detalle, en la parte técnica y en la interpretación.
Los actores están soberbios, en cada frase, en cada gesto, en cada apostura. Todo perfecto. El guión tiene frases sublimes, como bien sabemos todos, pero además, desde mi humilde punto de vista, corre como una conversación de amigos en torno a una botella, y sin embargo permite detenerse en cada punto y coma y saborearlo, no se queda antiguo o rimbombante, es ligero y delicado. Un guión que yo hubiera firmado, no solo ciego, también manco.
De la dirección no hay nada que hablar. Está repleta de genialidades, como los planos cortos en su justa medida y efectividad, las transiciones impecables, la dirección de actores magnífica. No sobra ni falta nada, ni siquiera tiempo. Más tiempo: demasiado larga; menos: inconclusa. Perfecto.
Han pasado casi setenta años desde que apareció, y hoy dia, con tanto cine a las espaldas, con tantos adelantos, con tanta historia ya narrada, sigue siendo algo más que una película. Porque nos habla a todos de la vida, del amor, de cosas que todos hemos visto y sentido, desde nuestra altura, ni por encima ni por debajo. Han pasado setenta años, repito, y sigue emocionando, sigue creando fans, con ese visionado en blanco y negro que gusta no solo a los que somos fetichistas. Esta película tiene algo más que guión, dirección, montaje, fotografía... Tiene ese material con el que se hacen los sueños.

Desde hace unos años nos hemos acostumbrado a ver un tipo de cine que no aporta nada, un cine vacío en el que los efectismos y los efectos especiales son la piedra angular del filme. Esta película marca, a mi modo de ver, el final de una época más pura del cine, y el comienzo del cine como producto. Es una de las últimas películas que cuenta una historia con sencillez, pero que transmite tantas y tantas cosas que sublima el cine a la categoría de arte.
No asistimos a escenas sangrientas, no hay sexo explícito ni personajes tópicos. En toda la cinta se respira frescura narrativa, sencillez y ganas de contar una historia singular e inspiradora. Los actores, en especial Tom Hanks, sabe retratar a sus personajes casi a la perfección, ninguno desentona en las interpretaciones. El caso de Hanks es especial, pues logra dar vida a un personaje absolutamente maravilloso, cuyas características son la bondad y ese inolvidable gran corazón.
Realmente no encuentro motivos para decir nada malo de la película, a diferencia de otros. La banda sonora es un recorrido por las grandes canciones de la segunda mitad de siglo en los Estados Unidos, temas que han pasado a la historia y que congenian perfectamente con la narración.
Sin duda es la mejor película de este director hasta la fecha. Y probablemente lo seguirá siendo, porque se ha puesto el listón muy alto a sí mismo. Mi calificación es un nueve porque no concibo que ninguna película pueda llegar nunca al diez, esa sería la película perfecta, y no creo que nadie lo vaya a lograr.
Es cierto que la película tiende al melodrama, que es un género que no acostumbra a dar películas que puedan llegar a ser arte. Es cierto que tiene momentos claros de altibajo. Y es cierto la cinta se contradice al quebrar y corroborar el sueño americano a un tiempo. Pero seamos serios. Ninguna gran película ofrece una lectura única, ni es posible mantener en constante subida la tensión narrativa (al espectador le da un paro cardíaco) y ningún genero es más adecuado para una historia que toca fibras tan sensibles como el del melodrama.
En lo personal este filme ocupará siempre un lugar privilegiado en mi memoria. Pocas películas me han enseñado tanto o me han conmovido como lo ha hecho esta, cuando no es, ni de lejos, mi género predilecto. Pero cuando el cine se convierte en arte no queda sino arrellanarse en la butaca y disfrutar de la belleza.