“Por la tristeza…la tristeza de todos” Ese es el motivo por el cual Leland (Ryan Gossling), un chico de 15 años, asesina a un niño autista. Ha apuñalado 20 veces, ni más ni menos, al hermano deficiente de su ex novia y alega que lo ha hecho por la tristeza de todos. Tiene sangre en las manos, sabe que ha cometido un error y por ello será recluido en un centro juvenil. Ya en el centro, un profesor (Don Cheadle) se interesará por Leland e intentará desvelar los misterios del comportamiento del chico.
Partiendo de ésta historia, el director Mathew Ryan Hoge nos muestra una sucesión de clichés del cine de adolescentes enmascarado por una dirección intimista, personal e inteligente. Encontramos dramas familiares, jóvenes con problemas de drogadicción, corazones rotos, personajes carismáticos, bofetadas de realidad…todo ello envuelto en una atmósfera de diálogos profundos, planos subjetivos y juegos ópticos.
Interesante, si, pero fallida en algunos aspectos. Hay conversaciones y reflexiones que rallan una cursilería existencialista y aleccionadora que crispa al espectador. Bien por el personaje de Leland y fracaso en el personaje de Becky, por el cual sientes lástima hasta que te das cuenta que has visto ese retrato miles de veces y entonces dejas de creértelo. Bien por la brisa poética que respira el film y mal por no haber sabido tapar todos los clichés que sobresalen. ¿Merece la pena verla? Si. ¿Pasará a la historia? Lo dudo.

Hablamos de la genialidad de Tarantino, (sin menospreciar la de Rodríguez, pero no es el tema que nos ocupa), y digo genialidad porque son 95 minutos absolutamente extraordinarios. Especialista Mike (Kurt Rusell, aunque en un principio se pensó en Mickey Rourke) es un lunático que se dedica a asesinar a mujeres utilizando su coche, convertido éste en una máquina de matar “a prueba de muerte” sólo para el conductor.
Partiendo de ésta historia, el espectador se encuentra ante una fuerte dosis de violencia y velocidad, unos diálogos inteligentes y tronchantes, una serie de homenajes y alusiones a mitos del cine de serie B y a otras películas tarantinianas, todo ello decorado con unos cuerpos de escándalo y envuelto en una espectacular banda sonora que era una de las incógnitas más esperadas del film y que, como siempre, no decepciona.
Destacamos…toda la película. Sublime de principio a fin, pero, merece una mención especial, cierto golpe de color tras la inserción de una moneda en una máquina de refrescos, así como la divertida actuación de Zoe Bell, que deja latente un espectacular poderío físico, y, por último, ese elegante fetichismo que tiene Tarantino con los pies femeninos. Touché.

Me encanta el cine dentro del cine. Me imagino que es porque me apasiona el cine y por eso una película sobre cine es como el sumun para mi. Cuando empezó The Artist supe desde el minuto uno que la iba a disfrutar, y así fue.
Es una película sensible, optimista, con un guión sencillo e incluso predecible pero bien construido; los actores están magníficos, jean Dujardin ilumina la pantalla con esa enorme sonrisa perfecta y Berenice Bejo es puro aire fresco con esa belleza tan infantil e inocente que da gusto verla.
Tiene algunas escenas deliciosas como esa en la que (detalles del argumento)...grandes escenas dentro de una gran película que espero que mucha gente disfrute tanto como yo lo hice.

Con “Infiltrados” nos llega un nuevo Scorsese que deja atrás películas como “Gangs of New York” o “El aviador”, últimos films no muy alabados por la crítica, para retomar tintes de los tiempos de “Malas calles” o “Uno de los nuestros” en un thriller inteligente, violento y de una exquisita y puntual comicidad .La batalla entre la policía de Boston y las fuerzas antagónicas de una mafia de la ciudad capitaneada por un autoritario y temido irlandés es la historia de “Infernal Affairs” argumento que Scorsese hace totalmente suyo consiguiendo que nos olvidemos de Andrew Law y Alan Mak, auténticos progenitores de la idea.
Martin ha vuelto con una historia de policías dudosos, de llamadas en clave, de crímenes sin castigo, de identidades doblegadas, de irlandeses y de ratas, todo ello mezclado pero no agitado bajo el mando de un “Don” irlandés con muchos principios y pocos escrúpulos, interpretado por el siempre apabullante Jack Nicholson.
Con un suspense arrollador, unos diálogos sobresalientes, una estética de difidencia y astucia, un quien es quien pero sin desorientar y un tira y afloja de información y desinformación, nos llega una de las mejores películas de las que se pueden ver en estos días. Destaco esa llamada silenciosa entre “ratas” que provoca incluso una risa nerviosa en el espectador, y esas mezquinas y chulescas intervenciones del detective Dignam, Mark Walhberg que ,personalmente, me hizo carcajearme en mas de un momento, lo que suaviza la película, en cierta medida, ofreciendo respiros entre los aromas putrefactos del espionaje y la desconfianza. Ésta si que si, Marty.

Ben Kingsley es un profesor de universidad acostumbrado a seducir a sus alumnas con fines sexuales y sin implicaciones sentimentales, pero Consuela Castillo (Penélope Cruz) representará una obra de arte perfecta para el profesor que terminará enamorándose de ella incluso rayando la obsesión.
Una hora y cuarenta minutos de largometraje pero se hace extrañamente largo. Las actuaciones de todos los actores rebosan calidad, tablas y sentimiento y, sin embargo, la película no llega a emocionar cómo debería hacerlo contando con una historia así y con una directora como Isabel Coixet detrás de la cámara.
En todas sus películas Coixet nos ha mostrado su particular visión de los amantes y de los sentimientos con mucha naturalidad y destreza, consiguiendo remover la melancolía y una dulce tristeza en el espectador. Pero esta vez no lo ha conseguido. El planteamiento es bueno pero la ejecución no. Resulta lenta y redundante, deambula en círculos sobre una misma idea sin profundizar en ella para culminar con una alta dosis de dramatismo que también falla en su ejecución.
Puestos a salvar algo nos quedamos con las conversaciones entre Kingsley y Hooper, reflexiones sexuales entre dos intelectuales mujeriegos en los primeros pasos de la vejez, y una preciosa Penélope Cruz para quien esta película supone una oda a su característica belleza.