Con la última película de Tarantino hemos (re)descubierto una vez más, la necesaria versión original para la exhibición comercial en los cines. "Malditos bastardos" se caracteriza por el uso de todas las lenguas que se hablaban durante el período de la II Guerra Mundial (alemán sí, pero también francés, inglés e italiano), ¿y por qué es tan importante? pues porque en un conflicto bélico, el acento podía marcar la diferencia entre bandos.

La película tiene un guión magnífico, propio de un artifice como Tarantino, un film muy hablado en la línea en que nos tiene acostumbrados. En esta ocasión, luce como telón de fondo una gran aportación al lenguaje metacinematográfico: un cine, un estreno, directores, actores, críticos, etc. todos unidos por y para el cine, mostrando una vez más el poder de atracción que genera en unos y otros. Tarantino toma partido a través del teniente Aldo Raine "esta podría ser mi gran obra maestra".

La pregunta que le hace ella a él cuando ambos huyen hacia el mar, ambos, en una huida personal. Ella huye de lo que la rodea, una situación de pérdida de amor propio; él huye de lo que los otros ven en él. Ambos, sinceros. Huida necesaria.

¿Y para qué llevan una sandía? Pues para dar un toque de humor inteligente a una película que en sí misma refleja el drama diario de aquellos y aquellas que se hallan excluidos/as socialmente por haber nacido con un cromosoma menos.

Los directores noveles Álvaro Pastor y Antonio Naharro, han conseguido que su película "Yo, también" sea una de las más arriesgadas de nuestro cine de los últimos tiempos. El reparto ya ha sido premiado en el Festival Internacional de San Sebastián, pero ahora es el público a quien corresponde premiar la película aistiendo a las salas.