No he leído los libros ni he jugado al videojuego. Desconozco cuál es la opinión de aquellos que sí lo han hecho. Pero como espectador se me presenta una historia desde el principio, la cual han de contarme para hacerme partícipe, y no se esfuerzan lo más mínimo en ponerme en situación, en decirme quién es cada uno de ellos, de qué va el tema. Con espectaculares paisajes y una fotografía impecable, el resto de los ingredientes se resumen en saltos en el tiempo, conversaciones soporíferas e indescifrables, un vaina cantando versos con una guitarra, un actor principal que tiene la misma capacidad de expresarse que Terminator, y confusión en todo lo que ocurre, porque jamás te van a explicar ni qué está pasando ni por qué. Y de combates, olvídate. Para ver una espada desenvainada debes rezar 6 rosarios sin desfallecer en el intento. Un auténtico perchazo de Netflix, que se ha caído de bocas en esta producción.

Argumento usado en innumerables ocasiones, con no pocos fallos y vacíos de guión, y particularidades que no se mantienen en absoluto. Pero justo ahí es donde aparecen la acción y los efectos especiales, y eclipsan a todo lo demás. Ideal para pasar un buen rato de cine-espectáculo. Si tu plan es disfrutar sin pensar demasiado, esta es tu película. Contemporánea a Deep Impact (se ve que en 1998 la sociedad estaba preocupada por la llegada del nuevo milenio y sus teorías conspiranoicas) pero con un reparto más completo y consagrado. Lo dicho, con sus limitaciones y problemas, y seguramente con su exceso de duración, no deja de ser una aceptable película de acción estadounidense.

La trama (como era de esperar) está más que cogida con pinzas, aúna todos los clichés del cine de acción norteamericano, pero no puede suponer una decepción para un público que busque precisamente esto, por lo que aspira al aprobado raspado. Casi todo lo que pasa en ella es inverosímil, pero posee unos buenos efectos especiales (aunque bastante forzados argumentalmente) y mantiene en tensión al espectador durante buena parte del film.

En cuanto a lo de la niña y la bandera (que tanto se ha comentado), no deja de ser otro guiño patriótico (gilipatriótico, pues no casa con la debilidad que muestran al mundo de una Casa Blanca franqueable hasta por un grupo de pre-párbulo) y sentimentalista sin demasiado sentido. Algo que tienes que tragarte (como todas las intervenciones de este personaje) si a cambio quieres pasar un buen rato de peli con las partes aceptables que tiene (que las tiene).

La tensión, la sobriedad y el buen gusto se dan cita en una película notable. A diferencia de otros muchos largometrajes made in USA, esta película es cautivadora al desobedecer el patrón de los grandes alardes de excesivo patriotismo. Todo lo hace e hilvana con sigilo, con delicadeza, cuidando hasta el último detalle como es el caso de los doblajes (personalmente veo siempre las películas en castellano), con especial incidencia en el caso de los piratas somalíes.

Si Brad Pitt estuvo siete años en el Tíbet, yo he debido estar 500 años en mi sofá. Más larga que un verano en el Valle del Guadalquivir, más pesada que la ruptura de Piqué y Shakira, más lenta que los coches de Fernando Alonso. Prefiero cortarme un huevo y comérmelo pasado por agua que verla por segunda vez. Prefiero ver una operación de colon.