Lo que diferencia y hace verdaderamente grande a The Wire es que además de ser un entretenimiento de primer nivel (toda la trama de las luchas de bandas en Baltimore no desmerece a ninguna de las mejores películas de mafiosos) es que es una serie que hace reflexionar sobre todo lo que hay detrás del éxito económico de las sociedades occidentales y también del (mal) funcionamiento e influencia de las instituciones públicas en cada uno de los ciudadanos.

Además, me parece a resaltar y es de agradecer que los creadores no juegan con el espectador y no se tiran el capítulo entero sin decir nada para dejarte con los dientes largos en el último minuto. Aquí se toman su tiempo para contar las cosas, hay mil detalles por los que estar atento, los finales no tienen por que ser felices (a veces parece una serie anti televisiva donde los malos siempre ganan) y dejan claro que la guerra contra las drogas es siempre la guerra contra los más pobres.

A mí en particular la trama de Bubbles intentando reinsertarse en la sociedad y la del profesor Pryzbylewski ayudando a sus alumnos me ponen un nudo en la garganta. The Wire es lo mejor que yo haya visto en una pantalla.

Se puede hablar largo y tendido de la fotografía de ese precioso pueblo del sur de Irlanda, de la magnífica banda sonora y cómo no de los papeles encarnados por Robert Michum, del cura y el del" tonto del pueblo". Pero lo que verdad queda para el recuerdo de esta película es la bellísima Sarah Miles, que ilumina todas y cada una de las escenas en las que aparece. Está magnética.

El retorno del rey y la trilogía de el señor de los anillos no es sólo una historia de buenos contra malos o una superproducción de la que por cierto sus efectos especiales y batallas siguen impresionando a día de hoy. Es una serie de películas que hablan sobre temas como la amistad entre iguales y diferentes, de la perseverancia y de intentar hacer siempre lo correcto.
Esta tercera parte acaba de forma realmente espectacular centrada en el camino de Frodo para intentar destruir el anillo. Es una de mis películas favoritas y quizás la que he visto más veces. Los treinta últimos minutos me ponen los pelos como escarpias. Creo que Tolkien estaría orgulloso.