“Medianoche en París” plantea un dilema muy humano: la sospecha que tenemos que otra época nos hubiese permitido ser más felices. La trama es simple. El protagonista, un escritor mediocre de guiones de Hollywood de vacaciones por París, retrocede mágicamente en el tiempo todas las noches y conoce a los “famosos” de la década del 30 y aun de la del 20.
A pesar de la evidencia de que ambas décadas son bastantes más divertidas que la presente, el director, con actitud moralista, justifica esa sensación en la angustia del presente mediante hora y media de un denso e injustificable folletín turístico.
No creo que pueda oponer argumentos a esa idea aunque siempre preferí el siglo XVII. Sin embargo, aunque no pueda afirmar que todo tiempo pasado fue mejor, sí puedo decir que cualquier tiempo anterior tiene una gran ventaja sobre el nuestro: no tener que soportar la vejez de Woody Allen.