Que Yimou es uno de los grandes no debe de ofrecer ninguna duda. Es cierto que quedan lejos, y no sólo por los años, esas primeras películas magistrales y apasionadas que nos asombraron. Quizá en el camino del perfeccionamiento técnico haya perdido estos valores, pero aun así una película floja suya tiene demasiados valores.
En esta ocasión se adentra en un mundo de sentimientos muy peligroso y resbaladizo por el peligro de caer en sensiblería, y es el evitar ese peligro lo que seguramente hace que todo el relato sea muy frío hasta la última media hora. Ahora bien, esa parte final si es cine de verdad, y nos recuerda en muchos momentos al tratamiento de los sentimientos y las relaciones humanas que aparece en la obra de John Ford. Propongo un juego: en la escena de la representación en la cárcel cambiad a los presos chinos por vaqueros y estaremos dentro del más puro Ford. Que Yimou era mucho mejor cuando era el mismo es evidente, pero no olvidemos que su obra sigue siendo muy interesante, aunque por otros caminos.

Pensar en valores cinemátograficos en una película que lo único que busca es plantear un discurso quiza esté demás. Aun así no voy a negar que los tiene: buena factura, aroma a serie B, tensión, violencia y buenas interpretaciones. En fin, una cinta entretenida y facil de ver. Ahora bien, el camino que va tomando se intuye facilmente y la resolución es dificil que pille a alguien por sorpresa. También reconozco que el mensaje está muy bien detallado y justificado. Pero sin duda el principal problema de este film es que ese mensaje es nauseabundo y maniqueo, y lo convierte en una bonita fábula con moraleja incluida.