Pero, si hay algo que esta mal mal mal mal mal, terriblemente mal, peor incluso que el maquillaje de viejos que hace grande el del final de Harry Potter (no he visto envejecer a nadie) y la señora que se muere rebotando contra las paredes (ridículo absoluto), es el final.
Desde que los "niños" descubren la conveniente carta en código (recurso digno de un relato para niños), es evidente que todo va a ir cuesta abajo, pero ni te imaginas lo que se te avecina. Porque Shyamalan, después de "asesinar" a sus protagonistas, te va a contar todo de la forma más chufla posible, como si fuera una telefilm de sobremesa. ¿Se acaba ya? ¡No!, porque entonces aparecen los niños y entonces... ¡te hace un flashback a cuando se creía que se morían para que veas, sin ningún tipo de suspense, como es evidente (uy, cuidado, que se engancha con el coral, qué emoción...), la forma en que se salvaron! ¿Se acaba ya? ¡No! Porque para dar un poco más de vergüenza los "niños" contactan con un policía, que por supuesto les cree sin problema (lo normal cuando te viene alguien de 50 años a decirte que es un niño de 6), para que detenga a todos los malos y acabe con su maléfico imperio.
De verdad, ¿no era mejor dejar las cosas sin explicación y que la película acabara con ellos escapando? ¿No tiene mejores recursos el señor Shyamalan para sugerir la resolución que una cutrez como que el que el supervillano cuente su plan malvado a cámara? Claro que con grandes giros de guion como que el señor racista violento que dice incoherencias desarrolle demencia (sorpresa), coja el cuchillo del lugar donde tan bien nos han mostrado que se guardó (sorpresa doble) y mate al señor negro que tenía atravesado (sorpresa triple), pues ya debería habernos quedado claro que Shyamalan no es de sutilezas y que lo que le gustan son las obviedades de trazo grueso.
Lo dicho, todo mal, muy mal.

En realidad, el film sería aceptable si el final no fuera tan horrible. Es uno de los peores que he visto en mi vida. Desde que aparece Collin Farrel, todo se vuelve absurdo y, sinceramente, no me he enterado de cómo acaba. Creo que mi cerebro desconectó en algún momento por el tedio. En realidad, me da lo mismo. Ni siquiera me apetece seguir el juego de plantearme si todo es real o un desvarío de un vagabundo. Sólo soy feliz porque terminó.

Visto en perspectiva, el final es todavía más preocupante (final que, por cierto, pisotea el otro drama de la película y lo deja en una insignificancia tal que hasta su propia protagonista lo olvida cuando imagina que si Antonio hubiera reaccionado mejor, serían muy felices... Sí, muy felices, salvo por esa pequeñez de que tu novio te violó, ¿no?). Porque no puedes dejar de preguntarte: ¿cómo hemos llegado a esto? Después de todo, Antonio no es homófobo, es feliz por primera vez en mucho tiempo, está enamorado, su padre no quiere "hacerle un hombre", cualquier cosa que le digan los del equipo le debería dar lo mismo, Lorenzo no es especialmente acosante y la única presión evidente es imaginada. Ah, pero es que sí que nos han avisado, ¿o acaso no nos han dejado claro que Lorenzo es excesivo, provocador y que vive en una realidad ficticia en el que todos le adoran? ¿No le dijo su padre, ese que admite que pasa de las directrices educativas cuando le ve sonreír, que bajara un poco el ritmo? ¿Y no es cierto que su llegada es un desencadenante de faltas escolares, expulsiones, agresiones, noches de alcohol y drogas e "ir todo el día de un lado a otro", como dice la madre de Antonio? ¿Y acaso el detonante del asesinato no es el beso del que habla el título y que él da a Antonio? El director no es que se haya olvidado de desarrollar el proceso que lleva a Antonio a matar a su amigo, sino que el proceso que se nos muestra es cómo Lorenzo hace que le maten por ser gay y no esconderse. La culpa es suya, ¿quién le manda darle un beso a Antonio cuando el "pobre" va arrepentido a disculparse por haberle dado una paliza?
Que se insinúe que Antonio tiene algún tipo de discapacidad intelectual, primero por la opinión de otros y luego ya con escenas en la que se queda ausente o le cuesta expresarse, como si eso explicara que mate a alguien, no hace que las cosas mejoren, precisamente. Está claro que en Italia queda mucho por hacer respecto a la igualdad LGTBI+ y de personas con discapacidad.

Lo preocupante es que los guionistas han puesto tan poca atención en la historia de la pareja principal que en ningún caso crean una historia de amor del tipo de las comedias románticas a las que ni deja de hacer referencia, más que nada porque su relación se basa exclusivamente en echar un par de polvos y una conversación en el rellano. Nada más. No hay charlas, no hay acercamientos, no hay momentos vividos, no hay risas ni hay momentos íntimos, no hay dudas ni malentendidos, no hay rupturas ni reconciliaciones. Nada de lo que forma el argumento de Pretty Woman, Cuatro Bodas y un Funeral (que sería un buen modelo de lo que es un argumento con reparto coral), 500 Días Juntos o La Fiera de Mi Niña. Echan un polvo, se tiran 3 días mirando al infinito, le manda un smiley y se acabó.
Y si todavía nos contaran eso, xo es q quitando dos planos y un par de frases a sus amigos no hay ningún desarrollo. Hay una máxima en escritura: no lo cuentes, muéstralo. Pues no les debe gustar mucho a los guionistas, porque se la han pasado por el forro. ¿Dónde está todo eso de lo que habla Álex en el primer capítulo de su búsqueda del amor si luego hace lo contrario? ¿Dónde se ha visto todo lo que le cuenta a Bruno en el último si lo único que nos han mostrado es lo bien que le va con Ibra? No hay nada. Hasta por qué va a la puerta de su casa tienen que contarlo en lugar de mostrarlo (que encima dice Álex que si no le hubiera mandado un smiley no hubiera ido, ¿pero qué clase de historia de amor estás contando que te importa más recalcar el título de la serie que la coherencia de un personaje que acaba de dejar a su puñetero novio en el aeropuerto porque está enamorado de otro al que acaba de decirle que quiere estar con él? ¿y no hubiera ido sin el smiley?).
Y, en lugar de eso, los guionistas han preferido mostrarnos dramas secundarios de gente a la que no le dejan de pasar cosas una tras otra, pero siempre desde la superficialidad, del cliché, de la previsibilidad y de la ñoñería. La madre con ese amigo que nunca le gustó, pero ahora tiene que besarle para hacer drama. Pepón con sus alegatos al amor entre la gente de mediana y avanzada edad que tampoco se nos muestran. Albert y su incoherente mujer, la que antepone sus ganas de escapar de casa a cualquier plan que tenga su marido, al no hace más que dejar vendido ante su jefe y suegro y al que exige que mantenga todo igual y no se busque a sí mismo, pero a la vez le reprocha haber cambiado, porque seguro que ella trabajando en Nochevieja no tiene nada que ver con que no se hagan propósitos.
Y, desde luego, Vero y Patri, con quienes los guionistas se ceban de manera muy gratuita y dando bandazos a un lado y otro sin el menor sentido, aunque al menos sirve para que podamos disfrutar de Vero, que junto con Bruno es el único personaje con el que se han esforzado mínimamente en mostrar las complejidades de una persona. Lástima que luego lo pisoteen todo con simplezas como "querías abrir la pareja porque quieres romper", "no te hace ilusión el piso porque quieres romper" o "querías irte a Ibiza a conseguir el trabajo de tus sueños porque quieres romper". Todas esas cosas son compatibles con querer estar con una persona, pero parece que ni sus propios creadores lleguen a entender al personaje. O lo mismo que necesitaban una ruptura para añadirle todavía más drama, que debe ser que el que abandonen a Ibra en el aeropuerto (y ni nos lo muestren, que se fastidie, que es un secundario) no era suficiente.
Mención aparte para lo de cortar el papel del regalo en lugar de que se rasgue para que se vea bien qué película le da. Digno de un anuncio de patatas fritas, lo que de hecho es una buena descripción de la serie.