La película nos muestra a un jurado compuesto por 12 hombres, encerrados en una habitación, que tienen el deber de decidir por consenso si un joven conflictivo de 18 años es culpable del asesinato de su padre, lo que se traduce en pena de muerte, o inocente de los cargos que se le imputan.

A priori, las pruebas, testigos e historial del muchacho indican sin lugar a dudas su culpabilidad. Todos los miembros del jurado lo tienen claro: el joven debe ir a la silla eléctrica; excepto uno, que tiene una duda razonable de su culpabilidad.

Desde el primer momento, nada más producirse el encierro de los 12 hombres que componen el jurado en la habitación para debatir su veredicto, observamos que los personajes están muy bien perfilados, cada uno con su personalidad perfectamente marcada y, desde mi parecer, todos líderes por algo.

Basada en los diálogos, Sidney Lumet demuestra que se puede hacer una buena película intemporal sin un gran decorado; ya que prácticamente toda ella se desarrolla en una habitación con su baño.