Típico producto de consumo que te deja totalmente indiferente. Los actores no transmiten nada, son tan poco naturales, tan poco creíbles que parecen de cartón piedra; la película carece por completo de emoción; la trama es totalmente predecible; la música es perfecta para dormir... Y, para rematar, es larguísima.
Gracias, pero para mí esto no es cine de calidad, sino otra cosa, quizás para que la pasen por televisión en la sobremesa y rellenar así un hueco de dos horas, sin más.

Desde luego, no es de las películas que dejan huella. Lo único que se salva es la historia trágica que cuenta, lo demás, nada: ni los diálogos fáciles, ni las interpretaciones, ni el humor adolescente, ni la nula intensidad que transmite, ni los desvaríos del director, ni la cantidad de tonterías que se ven y se dicen, nada de nada. Una gran decepción muy, pero que muy sobrevalorada para lo que es. Pagar casi 10 euros por esto no merece la pena, es más una película de sobremesa para la televisión.

La película no logra transmitir lo que se supone que nos quieren contar, en parte por la larguísima extensión, el tono y la atmósfera -casi siempre medio a oscuras- de los diálogos, en parte también por las más de tres largas horas y en parte porque, probablemente, el director así lo ha querido. Me gusta mucho Ceylan, pero esta última obra suya me ha decepcionado porque no tiene la rotundidad de las anteriores, es como si le faltara algo. Algunos de los principales personajes no son creíbles, ni la historia de fondo ni el final. No sé si esta vez se ha pasado o se ha quedado a medias, tal vez el tiempo nos lo dirá. Por otra parte, que nadie piense que es una castaña, ni muchísimo menos, pero cuando se espera poco más o menos que una obra maestra y, de repente, te das cuenta de que está varios escalones por debajo, pues cuesta hacerse a la idea. No puedo puntuarla por encima de un 6 porque me estaría engañando a mí mismo, quizás la próxima vez.