Y para hacerlo has de vivir, vivir intensamente porque de lo contrario nada tiene sentido. Porque anclarse en la rutina es carcomerse internamente, es dejar de ser libre y ceder al sutil pero continuo peso de lo cotidiano, seguir la inercia de tus actos sin detenerte a juzgar que significan para ti, entrar en el círculo de lo común sin plantearte porqué sigues arrastrándote por el camino fácil y no te levantas a contemplar la vida en su totalidad, a dar el paso para llenar ese vacío interior que te consume imperceptiblemente.

Y ese paso es American Beauty, es una oda a la vida, al vitalismo, a la belleza. Es un canto a mantenerse vivo, a romper las cadenas de la monotonía, a doblegar los lazos de las apariencias, a sentir la libertad de encontrarse con uno mismo y volver a ver todo de una forma diferente, más sincera y sobretodo más bella.

Hipnótica melodía, sutil belleza, violento encanto, Isabella Rossellini, divina obsesión, dulce decadente, amor amoral, terciopelo azul, Terciopelo Azul.

Ambientada en un entorno normalmente atípico, años 70, gansters en horas bajas y parquímetros Donnie Brasco nos enmarca la relación de dos hombres, Al Pacino desdibujado perro viejo, matón sin galardón ni reconocimiento en su vida de esfuerzo y Johnny Depp, joven infiltrado y nuevo protegido de Pacino quién debe abrirle paso en la mafia.

Este planteamiento básico lleva a sus protagonista a una relación estrecha difuminando la linea de lo correcto, de la otra cara de la moneda que no planteas que exista hasta entrar en el juego; peligroso y nítido.

Lástima de carencia de profundidad en acciones y personajes secundarios evitando ahondar en conflictos morales y no extrayendo todo el jugo que podría tener el argumento. Pese a ello, una buena historia y el carisma de los protagonistas lo logran envolver con agilidad dando un no inolvidable pero sí curioso entretenimiento.