Este western adaptado del libro homónimo de Jim Shepard, nos relata el romance entre dos mujeres en épocas de construcción de Estados Unidos, no sin hacer una referencia al contexto actual.

Abigail es una mujer que vive en una zona rural junto a su marido. Ellos vienen de afrontar la pérdida de una hija. En medio de un duro invierno (que ayuda a reflejar la relación en esta pareja), otro matrimonio alquila una granja cercana, es entonces cuando nuestra protagonista conoce a Tallie. En seguida las dos se hacen amigas, comparten ese disconformismo y soledad que sufren con sus vidas de casadas, tienen una experiencia distinta con la maternidad, pero lo más importante, a medida que se acercan tiempos más cálidos, empiezan a descubrir una pasión mutua que las lleva a entablar una relación secreta, por obvias razones.

Se trata de una historia contada de forma tan apacible como atrayente. El ritmo lo va marcando Abigail, quien lleva un diario narrado a través de la voz en off, que si bien es un recurso que muchas veces está de más, en esta ocasión cumple dos funciones: por un lado ayuda a darle a la película ese espíritu literario en que se basa, y por otro, termina de darle forma a la personalidad del personaje, alguien muy sensible y elocuente, pero que reserva esto sólo para sí misma, teniendo más dificultad para expresarse verbalmente.

Las actuaciones son excelentes. Katherine Waterston realiza un trabajo deslumbrante, lo que hace imposible no empatizar con ella, cuyo descubrimiento de sí misma está expresado de maravillas. Tallie está encarnada por Vanessa Kirby, que más allá de la belleza que se le pueda adjudicar o esa caracterización rojiza que simboliza el deseo, ejecuta un papel intenso y seductor, una mujer muy segura, de movimientos lentos pero firmes y un registro vocal grave y suave que resulta sumamente atractivo. Y la química entre ambas es casi inigualable.

Una hermosa historia de amor y liberación, que expone diferentes tipos de violencia, mandatos culturales y la influencia de la religión en la conformación de la sociedad.

No es secuela ni remake. Viene a ser como una adaptación Centennial de lo que fue la primera versión para los Millennials.

Luego de un prólogo con escenas de la infancia de LeBron James (sí, ya empieza a repetirse, pero no nos quedemos en eso porque nos quejaríamos durante toda la película), vemos cómo él tiene ciertos problemas de comunicación con uno de sus hijos, a quien no le cabe mucho el deporte pero se siente presionado a seguir los pasos de su padre. Un día los dos van a los estudios de la Warner y un algoritmo los abduce para quedar atrapados en una especie de espacio cibernético. Para salir obviamente deberán jugar un partido de basket y la superestrella de la NBA formará equipo con los Looney Toones.

Como verán la trama se presenta sencilla y repetida. En lo que difiere a la anterior es que esta vez es el jugador quien necesita de los dibujos. Y así como la primera refleja su época en cuanto a tono (humorística, cholula, familiera), ésta es bien Centennial, carece de un guion coherente o sostenido para dar paso a un bombardeo de estímulos audiovisuales constante. Eso sí, para que los más grandes no nos quedemos afuera, nos llena de referencias para tocarnos la nostalgia. De hecho no sé si no vale más la pena dejar de prestarle atención a la trama para identificar los easter eggs.

Son entretenidas y a veces divertidas las escenas de reclutamiento, ya que vemos a los distintos personajes animados inmersos en diferentes éxitos del estudio, desde Casablanca hasta Mad Max: Fury Road. Con muy poco a Don Cheadle le alcanza para ser lo mejor en un film que necesita caricaturizar a LeBron la mayoría del tiempo para disimular su pésima actuación y falta de carisma (sí, ya sé, no es actor, pero ¿para qué se mete?). Y el partido es más o menos igual que el anterior, las locuras de nuestros amigos pueden más que la habilidad de los rivales, pero es bastante jocoso (aunque extenso). Ah, el chiste en el entretiempo es el más valioso.

En definitiva termina siendo un catálogo de todos los productos de Warner y HBO… ¡Los mismos que podrás encontrar disponible ahora en la nueva plataforma de streaming! Aaaaah, claro…

¡Brindemos por más joyas independientes como esta! Este relato íntimo y lleno de sutilezas explicita, a su vez, un drama social.

Una joven de 17 años, que vive en un pueblito de Pennsylvania, descubre que está embarazada. Ella no quiere seguir con la gestación, y como en el Estado en el que vive existen trabas para que pueda abortar, decide viajar a New York para llevar a cabo el procedimiento, acompañada de su prima.

Es casi inevitable trazar un paralelismo con el aclamado film rumano 4 luni, 3 saptamini si 2 zile (Cristian Mungiu, 2007), la sororidad entre dos mujeres, el viaje y las cosas que deben hacer para llevar a cabo el aborto, casi como si esto fuera un diario de ruta de esos días, de esa “proeza”. Para quienes miraron la anterior y pensaban “eso ocurre bajo un régimen dictatorial, a fines de los ‘80s, con muchas más restricciones”, sepan esto ocurre en la actualidad y en el “primer mundo”. Aunque vale aclarar que en este caso la directora decide abandonar semejante crudeza, para retratar un costado más sensible de la situación.

Igualmente esta historia no se queda solamente en el tema del aborto, sino que plantea una visión del mundo desde el lugar de la mujer, mostrando muchas de las cosas que debe soportar y seguir, pero tejiendo redes de ayuda.

La película está llena de primeros planos que permiten conmoverse con las expresiones de las actrices, y planos detalle que te muestran muchas cosas que dicen un montón sin necesidad de ponerlo en diálogos. Si necesitás una confirmación verbal de todo, puede que termines con más preguntas que respuestas, pero si observás bien, está todo ahí.

Obviamente un trabajo tan intenso y angustiante, pero austero, como este, debe posarse sobre los hombros de sus intérpretes, y Sidney Flanigan y Talia Ryder la descosen con sus actuaciones. El trabajo de sus gestos es descomunal, sobre todo Flanigan, con un par de escenas desgarradoras a base de pura contención.

El director vuelve a las historias de atracos, delincuentes y demás con este thriller de estilo noir ambientado en el Detroit de los años ‘50.

Un par de delincuentes comunachos, pero con sus problemitas a cuestas, son contratados para un laburo aparentemente sencillo, deben tomar de rehenes a una familia mientras se llevan al padre de la misma hasta su oficina para robar unos documentos. Obviamente algo saldrá mal, lo que iniciará una serie de enredos y destapes de olla que escalará hasta niveles altos del crimen organizado.

Este relato cuenta con un cuidado guion que funciona a modo de rompecabezas. Mientras en principio tenemos un reducido grupo de personajes con poca trascendencia (aunque sí popularidad) en su mundo, poco a poco la trama se va complicando, involucrando más y más gente y, proporcionalmente, más y más dinero y bardo. Requerirá de toda nuestra atención en los diálogos para tratar de ir descubriendo quién es quién en esta historia y cuáles son sus verdaderas intenciones, pues todo está muy bien camuflado, algo que nos mantiene en vilo y no deja de sorprendernos hasta el mismísimo final, siendo la última parte, obvio, donde más giros y mayor vértigo hay.

Es un gran acierto por parte de Soderbergh combinar la estética y estructura narrativa del cine negro con su particular estilo brusco de puesta de cámara y montaje para agilizarla, una fotografía que utiliza bastante el ojo de pez para focalizar y desorientar al mismo tiempo (incluso poniéndonos en lugar de “investigadores”), y algo “Coenezco” en sus personajes que por momentos aligeran el ambiente con un humor entre oscuro y absurdo. El elenco repleto de figuras se deja disfrutar por más pequeña que sea la aparición de algunas, pero es verdad que a veces deja con ganas de un poco más.

Una gran historia criminal, muy entretenida y por momentos divertida, pero que además deja entrever una visión más seria sobre los diferentes estratos de poder, la corrupción y la impunidad de sectores mejor acomodados.

Comedia dramática de los directores de "Little Miss Sunshine".

El año pasado introdujeron la discriminación racial, éste la de género (dentro de lo que el conservadurismo Hollywoodense -y la Fox!- permite). Basada en hechos reales, cuenta la historia de lucha de Billie Jean King (Emma Stone) por la igualdad de condiciones entre tenistas femeninas y masculinos a principios de los '70, cuando funda la WTA. Es en este contexto que el extenista Bobby Riggs (Steve Carell) aprovecha para reaparecer, desafiando a las mujeres a ganarles en un partido de tenis para demostrar su supuesta superioridad.

Cabe mencionar que "La batalla de los sexos" fue el nombre con el que se comercializó este evento por entonces.
Aquellas personas que se sientan identificadas con el feminismo quizás noten en este relato varias contradicciones, quizás hasta se pueda tildar de tibio, y con algunos estereotipos que no suman. Tal vez debería haberse centrado más la trama en la lucha y no tanto en la vida amorosa.

Muy buena interpretación de Stone (no es de sus mejores) y Carell nos da algo de lo que ya conocemos de él. Gran acierto en el casting de incluir a Sarah Silverman, reconocida comediante feminista.

Muy buen trabajo de la dirección de arte, fotografía y montaje, combinando escenas filmadas por la dirección e imágenes de archivo.