Desde luego, el momento culmen de la cinta llega justo cuando los atracadores llegan a la casa así riéndose un poco para adentro, como pensando "bah, esto será pan comido", y sin mediar apenas una palabra, el abuelo coge su "trabuco" y liquida a uno de ellos y desarma a los otros dos. Es entonces cuando se produce el giro decisivo en la historia, el instante en que tanto el espectador como la inocente nieta del granjero descubren que de hecho no era el gentil y adorable ancianito que ordeña vaquitas y conduce su tractor cantando gospel tocando el banjo. "¿Por qué? Tan sólo defendía lo que es suyo", pensaréis. Sí, por supuesto, el primer muerto es en defensa propia. Pero es que el tío, con total frialdad y calma, los amordaza y los tortura de diversas (e imaginativas) maneras. La adolescente perpleja y piadosa, trata de avisar a la policía para salvar a los ahora rehenes de su cruel abuelo, cosa que él le impide inexplicablemente.
El otro momentazo de la peli está en el final, cuando uno de los asaltantes, ya rescatado por la policía, forcejea con los agentes en el coche patrulla y los mata arrebatádoles una de sus armas. El muy capullo, algo trastornado, regresa a la granja para vengarse del viejo, quien fríamente y con tristeza (e interpretado a las mil maravillas por Ernest Borgnine), lo borra de la faz de la tierra con su escopeta. La nieta por su parte, se larga de allí con una especie de novio que tiene por ahí bastante desencantada con su abuelo, pero ciertamente agradecida por haberla salvado éste de los asesinos.
Una, para mí, irrefutable lección de voluntad que nos da el personaje del granjero, que es amable, leal, complaciente y hospitalario con sus seres queridos, pero implacable y despiadado con los que intenten hacer daño a éstos. Y tal lección es políticamente muy incorrecta, de ahí que me fascine tanto.
En fin, un largometraje al estilo de las pelis de asesinos americanas (buenas) tipo 'A sangre fría', 'La matanza de Texas' o 'Psicosis'.