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España España · almeria
Críticas de TOM REGAN
Críticas 5.217
Críticas ordenadas por utilidad
8
29 de junio de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
232/32(18/06/21) Estupenda adaptación de la obra del bardo de Avon de 1599, primera dirección del mítico actor Laurence Olivier (de las 5 que hizo), además produciendo (también por vez primera), protagonizando (tercera actuación del actor nominada al Oscar y segunda aparición en una película de Shakespeare) y escribiendo, en este caso con ayuda de los no acreditados de Dallas Bower y Alan Dent (“Hamlet” o “Ricardo III”), ello con gran imaginación puesta al servicio del entretenimiento, desde ese magno inicio de la cámara flotando por el Londres isabelino y deteniéndose en el mítico Golden Globe donde se va a representar la obra shakesperiana, apoyándose esto en ilustraciones del libro, "Las muy ricas horas del Duque de Berry" (siglo XV), hermoso arranque homenaje al teatro (Los decorados interiores se construyeron en los Denham Studios en Buckinghamshire-Inglaterra), esto en miscelánea con las secuencias de la icónica batalla de Agincourt (Olivier estudió el episodio de la batalla del hielo en Alexander Nevsky de Eisenstein para inspirarse) en escenarios naturales (de Irlanda: Wicklow; Se filmó allí al ser terreno neutral durante la WWII), donde se produce una espectacular carga de caballería francesa, todo esto atomizado por la fulgente cinematografía en radiante technicolor (usando la única cámara Technicolor en Inglaterra en ese momento) de Robert Krasker (“El Tercer Hombre” o “El Cid”), con tomas de barrido, metiéndose en el meollo de la batalla, en miscelánea con la bella música de William Walton (“Hamlet” o “Ricardo III”). Aunque la fuerza de la película, es como la de la obra, en la palabra creada por William Shakespeare, en los discursos, en los diálogos, en este caso siendo arrolladora la actuación de Olivier (que ya había representado en teatro al personaje en 1937 y 1942), mimetizándose con el rey anglo, siendo homéricos sus enardecedores discursos. Todo esto mezclado con bastante humor, sobre todo en su primer tramo, así como algunas subtramas de secundarios que intentan reflejar a los soldados de a pie.

Supuestamente la producción cinematográfica británica más cara jamás realizada hasta ese momento. La película se hizo cerca del final de la Segunda Guerra Mundial y estaba destinada a estimular la moral de Gran Bretaña. En consecuencia, fue financiado en parte por el gobierno británico. La película estaba originalmente "dedicada a los 'comandos y tropas aerotransportadas de Gran Bretaña, el espíritu de cuyos antepasados se ha intentado humildemente recuperar' ". La película le valió a Olivier un premio honorífico de la Academia por "su destacado logro como actor, productor y director en llevar a Enrique V a la pantalla".

El Coro entra e implora al público que use su imaginación para visualizar el escenario de la obra. Luego se ve, en un balcón, a dos clérigos, el arzobispo de Canterbury y el obispo de Ely, discutiendo los asuntos actuales del estado. Entonces Henry entra y discute con sus nobles el estado de Francia. Henry recibe un regalo del delfín francés. El regalo resulta ser pelotas de tenis, una burla a la juventud e inexperiencia de Henry. Henry, ofendido, envía al embajador francés y se prepara para reclamar el trono francés, un trono que cree que es legítimamente suyo. Luego se muestran los personajes de las obras de Shakespeare Henry IV, el cabo Nym, Bardolph y Pistol. Estos personajes deciden unirse al ejército de Henry; sin embargo, antes de que lo hagan, Falstaff, otro personaje que regresa y uno de los antiguos mentores del Rey, muere. En este punto, la acción se traslada a Southampton y fuera del Globe.

La película llama la atención desde su impactante apertura (situándonos el primero de mayo de 1600) sobre el cielo de un Londres isabelino, vemos las edificaciones medievales cruzadas por el Támesis surcado por barcos del tiempo, pasando por la legendaria Torre de Londres, cruzando por el Puente de Londres, entonces una especie de Pontevecchio florentino en el hecho de que sobre él se asentaban edificaciones, una labor de maquetas maravillosa incluso con el paso de casi ochenta años desde su estreno, creados estos efectos especiales por W. Percy Day (“Napoleón” o “A vida o muerte”), llegando al teatro Golden Globe, donde un hombre iza una bandera (pone The Globe Playhouse) en señal de que van a realizar una obra. Entramos en el recinto circular, adentrándonos en el back stage de lo que será el debut ante el público de “Henry V”, sintiéndonos testigos de cómo se hacían entonces, siempre con tono de humor. En esto que se da una tormenta, y el maestro de ceremonias (Leslie Banks) exhorta al nutrido público a abrir su imaginación para disfrutar ampliamente de la obra. Para luego entrar en un primer acto engullido de humor, siendo el pico la perdida de papeles (y nunca mejor dicho) del Arzobispo con el Rey.

La cinta se enorgullece del tributo al teatro en lo falso de los fondos para representar castillos pintados sobre lonas, con murallas cartón piedra, donde si te fijas podrías ver las etiquetas. Todo en modo de crescendo dramático-bélico desde la afrenta del ‘insulto’ a Henry con las pelotas de tenis galas, tomándolo por un ‘niño’ al nuevo monarca, y tomándolo esto como una afrenta. Donde el Rey deberá ir cambiando la impresión que tanto sus enemigos como sus allegados tienen de él como alguien superficial y hedonista, teniendo de trabas en el camino desde las ofensas francesas a las traiciones entre los suyos, donde la visión que tiene de él fuera es al principio su mejor aliado, donde deberá moverse con fuerza pero justicia (ejemplo como procede con la ciudad sitiada, Harfleur; Donde da su primer vigoroso discurso a las tropas) para proyectar liderazgo, esto atomizado en sus vibrantes discursos pre-batallas. Monarca enfocado como cercano a sus soldados, preocupado por sus padecimientos, esto reflejado en el paseo nocturno ‘anónimo’ que el encapuchado Enrique se da en al víspera de la batalla climática, donde charla con ellos... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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6
14 de junio de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
225/25(13/06/21) Interesante film británico dirigido y escrito por el inglés Mike Leigh, un melodrama (con efrluvios a telenovela por sus elementos de folletín) con tintes humanistas que deconstruye a las familias de clase media, con sus secretos y mentiras que llevan consigo resquemores, dolor, envidias, inquinas y frustraciones. Obra que obtuvo mucho éxito de crítica hace ahora 25 años, ganando la Palma de Oro de Cannes, siendo nominada en cinco apartados (sin ganar galardón alguno) al Oscar (Mejor Película, Mejor Actriz para Brenda Blethyn, Mejor secundaria Actriz para Marianne Jean-Baptiste), Mejor Director, y Mejor Guión original), y ganando el Globo de Oro a la Mejor Actriz en una Película- Drama por su interpretación Brenda Blethyn. Pero para mí, siendo un film con muchas virtudes, no lo elevo los alatares ni mucho menos, pues dentro de las emociones que transmite la historia, también tiene evidentes defectos, empezando por una duración desmedida para lo que cuenta, donde hay un metraje estiradísimo que es un palo en las ruedas.

Hortense (Marianne Jean-Baptiste), es una joven negra optometrista de clase media educada en Londres, fue adoptada cuando era bebé y tras morir su madre (su padre lo había hecho antes), decide rastrear su historia familiar, y descubre que Cynthia (Brenda Blethyn), su madre biológica, es una mujer blanca de clase trabajadora, es madre soltera de Roxanne (Claire Rushbrook), con la que se lleva fatal. Tiene un hermano, Maurice (Timothy Spall), acomodado fotógrafo, al que ve poco por no llevarse bien Cynthia con su esposa Monica (Phyllis Logan).

La auténtica estrella de la película, opacando al resto, es una ‘Bigger Than Life’ Brenda Blethyn, arrolladora en la humanidad que transmite en un personaje que lo hace muy empatizable en las debilidades que transmite, ya desde el modo cruento con que la trata su hija, o ese primer encuentro con Maurice derrochando sentimiento, o el momento cumbre con Hortense en la cafetería, con ese toque del latiguillo final del ‘cariño’, que trasmite dulzura, aunque con genio que explota en el clímax. Ante ella solo Tim Spall es capaz de darle algo de réplica con su modo estar en medio, de querer hacer todos se lleven bien, pero lejos de la garra de la Blethyn.

Es un drama cargado de costumbrismo, retratando a una clase trabajadora de modo realista, indagando en los fantasmas del pasado que todas las proles tiene en el armario, en este caso la espoleta es una joven adoptada que desea conocer a su madre biológica, y mediante esto se coloca una bomba de relojería en medio de esta familia, y todos sabemos que tarde o temprano explotará, lo que no sabemos es las consecuencias. Posee un ritmo un tanto discordante, pero teniendo picos de gran valor conmovedor, siendo la mejor sin duda la escena en la cafetería del primer encuentro Hortense con Cynthia, primero Cynthia con su clásico latiguillo de ‘cariño’ reniega de ser la madre de la joven, pues es negra, dice no haber estado nunca con un tipo de color, pero entonces le llega la revelación, y el rostro de la Blethyn es entrañable en la forma que siente vergüenza, su modo de comportarse, de querer esconderse contra la pared, crean un patetismo enlazado con la simpatía por esta mujer. La escena rodada en una toma ininterrumpida de 7 minutos, donde para ganar en realismo no le habían dicho a Blethyn que Hortense era negra, para el impacto fuera auténtico. Aunque una vez lo piensas, la escena resulta bastante prefabricada en su anti naturalidad, pues no es creíble que dos personas se sienten en un café las dos al lado una de la otra y no en frente, sintiéndose esto como un dispositivo forzado para que la cámara filme de modo estático y no tener que recurrir al plano, contra plano, y con ello veamos a los rostros de frente, pero este artificio hace que se rompa parte de la magia. Lo que pasa después de este primer encuentro resulta previsible en la relación Cynthia-Hortense.

También tenemos la exposición de la relación e Cynthia con su hija Roxanne, de un histrionismo desgarrador, toda conversación mare-hija acaba en gritos, peleas e incluso violencia física, da grima ver a las dos conversar, pues sabes que siempre acaban con una batalla. Esto se contrasta con la relación (a escondidas) naciente de Cynthia con Hortense, una joven educada, cariñosa, divertida. Pero en realidad este personaje de la chica adoptada es un cuasi McGuffin, pues se mantiene como una nebulosa en su carácter y personalidad plana de buena persona y punto. Al principio nos la muestran con una amiga, pero luego, una vez conoce a su madre queda en alguien sin fondo, tampoco es que yo vea en la actriz Marianne Jean-Baptiste una interpretación ni mucho menos como para ser nominada al Oscar, por hacer meucas a lo Lina Morgan? Venga ya!

La cinta en paralelo se acerca al matrimonio de Maurise con Monica, donde al principio asistimos al malestar físico de ella por la menstruación, pensaba esto tendría importancia en la trama, pero NO. Por otro lado tenemos el trabajo de fotógrafo de él, al que se le dedica más tiempo que a su matrimonio. Y esto lo entiendo para contrastar la felicidad impostada de las celebraciones que inmortaliza Maurice, con la acritud en la suya propia. Pero pienso Leigh dedica excesivo minutaje a esta labor, se viene arriba en montajes que nada suman, bonitos de ver como esa bella mujer (Emma Amos) con la mitad del rostro destrozado por cicatrices, o el encuentro con un antiguo socio (buen Ron Cook), no es que sean malos, es que desvían la atención de lo que debía ser primordial, alargando el tiempo hasta lo no deseable para lo que se cuenta, mayor síntesis habría favorecido la solidez de un film con mucho bueno, pero también muchos michelines.
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TOM REGAN
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7
28 de mayo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
188/48(26/05/21) Turbador film australiano que bebe de modo inquietante de su idiosincrasia oscura, par aun relato escalofriante sobre la odisea física, y mental de un tipo al interior de su propio infierno. Dirigida de modo punzante por el canadiense Ted Kotcheff que adapta un guión de Evan Jones (“Evasión o Victoria”), este a su vez se basa en la novela homónima de Kenneth Cook de 1961, que en modo thriller psicológico con trazas existencialistas relata el descenso a los avernos de un profesor ‘preso’ (John Grant al que da vida Gary Bond con un gran parecido con el Peter O’Toole de Laurence de Arabia, da una actuación cargada de energía y brío expresivo) del estado en un inhóspito pueblo (Tiboonda) en medio del desierto australiano (Filmada en locaciones en Broken Hill y Sydney), que en las vacaciones de Navidad emprende viaje a Sydney a ver a su novia, pero en el pueblo que debe hacer trasbordo entra en una espiral viciosa que me recuerda a un cruce entre la buñueliana “El Ángel Exterminador” (1962) por lo del lugar (Yabba) de donde los protagonistas no pueden escapar, siendo atraídos por sus propias debilidades a permanecer allí atraídos en sus falencias humanas, y la posterior “Deliverance” (1972) por lo del carácter atávico de los lugareños.

Toda esta caída al abismo de la decadencia moral más salvaje, es retratada por el director con gran pulso narrativo en un crescendo narrativo sofocante, donde la ambientación resulta superlativa proyectando en sus escenarios la desolación y aislamiento en la inmensidad pasados por la fascinante fotografía de Brian West (“Holocausto”), creando la sensación de estar en medio del espacio sudoroso, a medio camino de ningún lugar, con tonalidades amarillentas, con sol constante, donde la mugre y el sudor te calan, con filtros granulados que potencian el feísmo imperante, ello realzado por estos lares deprimentes, polvorientos, con moscas, llegándonos la asfixia anímica, el agobio, sumergiéndonos en una atmósfera pesadillesca, donde escapar de ‘Yabba’ es misión kafakiana-imposible (ejemplo claro es cuando sube a un camión para salir de allí, y cuando para sigue estando allí). Ello para hacernos sentir como el protagonista abandona cualquier código moral para ser presa de sus más bajos instintos sádicos. Esto con un ritmo fluido, sabiendo alternar los parones con las catarsis, que tienen su zenit en un desgarrador tramo de caza nocturna de canguros (encima es real), y para dar solidez tenemos a un ramillete de buenos actores secundarios entre los que destacan un ladino Donald Pleasence, como un mefistofélico doctor, y Chips Rafferty como un policía local especie de gurú del pueblo.

La introducción visual en la historia es una declaración de intenciones hacia el espectador cuando la cámara hace una toma circular sobre el entorno donde reside el protagonista, un desierto infinito azotado por un sol perenne y el viento, territorio hostil, árido, la desolación sin fin, hasta que llegamos a la clase de un pequeño colegio, allí el profesor Grant está en silencio con los alumnos igual esperando a que llegue la hora de dar de mano, entonces se despide de los chicos, tras lo que vamos con el prota a su casa que va al solitario bar, nos enteramos de que estamos en Fiestas Navideñas, tras lo que recoge su maleta de su casa y toma el tren. Todo esto emitiendo tristeza el hombre. Todo este arranque nos intenta meter en la cabeza de este tipo lacónico y desesperanzado, nos enteramos es por estar atado a tener que dar clases en el pueblucho.

Una vez en un pueblo que se le suponía de paso, es arrastrado por sus bajas pasiones en una especie de alegoría de los nivel del Infierno de la dantesca “Divina Comedia”, abducido por la simpleza y atavismo de los lugareños, gente amable que se toma como una ofensa despreciar una invitación a una cerveza, donde Grant comienza a ser imantado a su propio lado oscuro desde la ludopatía por un juego simplista de dos monedas con cara y cruz del que es seguidor toda una legón de ‘yabbadenses’, para ser este el anclaje para engancharse a varias relaciones tóxicas que lo llevaran por el más salvaje alcoholismo, a una relación frustrada de sexo (con el rol encarnado por una buena Sylvia Kay), la caza más brutal contra indefensos canguros (donde incluso en el colmo del sadismo matan en medio de risas a los pobres marsupiales con sus propias manos tras ser heridos; caza que en los créditos finales nos dicen fue realizada por "cazadores profesionales matriculados por el gobierno para tal fin") la violencia, o el sexo gay. Una travesía de autodestrucción desgarrador. Ello en un arco de desarrollo del protagonista que se siente imparable, al que le echo en falta algo de saber del pasado de este, de donde viene, y no que resulte un esbozo de carácter previo.

Kotcheff nos radiografía un microcosmos donde impera la cultura machista, la mujer es algo muy tangencial, ello llevado al extremo del homoerotismo como algo remanente de la violencia amoral; Esto enmarcado en una Batalla entre la Civilización que representa al principio Grant y la Naturaleza Animal derivada nuestra cerril Condición Humana expuesta aquí; Aunque tiene sus defectos (según mi opinión), como la redundancia en muchos aspectos, que le hace estancarse, y sobre todo me falta un final que te deje huella, y no sea tan complaciente.
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TOM REGAN
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10
27 de mayo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
184/44(24/05/21) Obra Maestra del Séptimo Arte, film imprescindible para todo cinéfilo que se precie, todo un homérico homenaje al teatro y a su falsedad impostada, gracias a una extraordinaria dirección de Joseph L. Mankiewicz (en su última labor), a un prodigioso guión del dramaturgo inglés Anthony Shaffer (“Frenesí” o “El Hombre de Mimbre”) basándose en su homónima obra teatral de 1970 que obtuvo el Premio Tony, y todo ello proyectado por una Homérica pareja de actores ‘british’ que fueron nominados ambos al Oscar (tuvieron al mala suerte de coincidir con el Marlon Brando de “El Padrino” que ganó el galardón), por un lado el majestuoso veterano Laurence Olivier de 65 años frente a Michael Caine de 39 años, un duelo de caracteres sensacional, donde saltan chispas por lo ingenioso de sus papeles, por lo culto de sus roles, por las formidables réplicas y contrarréplicas, punzantes, divertidas, con dobles sentidos, por el juego sagaz de ‘listillos’, capaces de hacer 138 minutos con solo dos actores y sin moverse de apenas el salón de una mansión tudor que el enfrentamiento fluya con ritmo trepidante en este fulgente juego del gato y el ratón, donde no se sabe quién es uno y quien otro, dos actores que a lo mejor han estado en su filmografía a la altura en otros trabajos, pero jamás mejores, pues su fuerza expresiva y química es propia de los Elegidos del Olimpo.

Una parodia-homenaje las clásicas historias detectivescas remanentes de Agatha Christie, donde la batalla es entre un hombre de clase alta aristocrática acomodada inglesa, Andre Wyke, culto, escritor, arrogante y xenófobo, y snob, frente a un descendiente de italiano, Milo Tindle, un burgués arribista, perteneciente a la clase obrera (es peluquero), que termina envuelto en la telaraña (el laberinto inicial es alegoría de ello) del elitista dueño de la casona. Una contienda psicológica, con sino clasista, darwinista, de prejuicios, venganzas, cuasi eugenésica-supremacista que me recuerda bastante a “La soga” (1948) de Hitchcock, donde se hace una velada crítica a la indolencia de las clases altas.

Aquí la victoria está en vejar lo más posible al rival, y donde el límite parece no existir, el espectador se siente vapuleado en las innumerables trampas, donde los giros sorpresa son constantes, la tensión es permanente, ello potenciado por una atmósfera opresiva, realzada esto por el espléndido diseño de producción de Ken Adam (“Teléfono Rojo” o “Barry Lyndon”), saturando el escenario de toda una parafernalia de muñecos automatizados, que actúan de observadores jocosos (como ese aterrador Jolly Jack Tar The Jovial Sailor que se ríe y aplaude de modo escalofriante), otorgando un carácter turbador al escenario. Puede que haya quien los varios giros les hagan distanciarse, pero para mí el premio no está en la meta, si no en el camino, todo un deleite.

La historia cual obra de teatro está dividida en actos, en este caso en dos. Ello maravillosamente marcado por una inteligentísima elipsis, que hace que el espectador se sienta desorientado con la entrada en acción de un tercer personaje (encarnado por Alec Cawthorne) que provoca desorientación en sus acusaciones al faltarnos información provocada por la mencionada elipsis, por lo que se hace del espectador un muñeco títere de esta peculiar mansión en que no se sabe cuál es la línea entre la verdad y la mentira, haciéndonos dudar de todo en todo momento, y con ello involucrarnos en este divertido juego.

La puesta en escena, además del mencionado diseño de producción, destaca por la fenomenal cinematografía de Oswald Morris (“Oliver” o “El hombre que pudo reinar”), en colores suaves, con angulaciones incisivas dramáticas desde todas las posiciones, con múltiples tomas de los muñecos de este cuasi-museo del horror, creando sensación inquietante en comunión con la estupenda edición de Richard Marden (“Ana de los mil días” o “Hamlet”), creando en sus cortes un clima amenazante creciente; Y esto punteado por la exquisita música de John Addison (“A bridge too far” o “The Charge of the Light Brigade”), deleitándonos con melodías ligeras que sugieren vitalidad circense, en clara consonancia con la bulliciosa trama. Hay además tres temas de Cole Porter: “Just One of These Things”, “Anything Goes” y “You Do Something To Me”.

Andrew hace toda una declaración de pensamiento filosófico-profundo en lo referente a la relación del hombre con las mujeres: "El sexo es el juego. El matrimonio es el castigo".
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TOM REGAN
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8
21 de mayo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
167/27(19/05/21) Tan aparatoso (en el mejor sentido del palabro), como cautivador este controvertido musical australiano producido, dirigido, y escrito (junto a Craig Pierce: “El Gran Gatsby”) por Baz Luhrmann en su tercer largo nos regala una obra no apta a todos los paladares, apoteósico homenaje al cabaret, vodevil, la ópera rock, al mundo idealizado de los bohemios. Original relato mezcla de modo anacrónico estilo videoclipero con ultra sónico montaje en los inicios del SXX, con temas pop de segunda mitad de siglo, espectacular jukebox (Elton John, Kurt Cobain, Madonna, The Police, Queen y más) se entrelazan de modo sublime alcanzando cotas de embrujo epidérmico. Esto solo si entras en lo que es una experiencia sensorial, a los que no les guste el estilo singular del cineasta abstenerse, pues él y sus circunstancias atomizadas.

Una zambullida en un micro universo de ensueño romántico donde prima el Amor Puro, colosal collage de color, música, coreografías, decorados fantasiosos, vestuarios suntuosos, movimiento constante, efectos visuales puestos al servicio de hacerte sentir. El exceso en el mejor sentido, para los que gusten de música moderna filtrada de modo evocador, se mezcla vida bohemia, vocación artística, sacrificio, lujuria, pasión, ilusión, venganza, y la fuerza del inexorable destino, sobre todo y ante todo "The Show Must Go on", el espectáculo debe continuar, delirio visual que te arrolla, te hace remover en tu asiento con esos amantes cantando y enamorándose con el “Your Song” de Elton John cantado por Plácido Domingo (transmutado en una mostachuda Luna sonriente) mientras surcan los cielos en nubes por este entrañable París. Un universo donde los sentimientos se expresan cantando, las emociones fluyen con música y entonaciones, donde la cámara es un ente vigoroso, y todo en comunión produce eso que tan necesario es ante una gran pantalla, Magia.

Tiene muchas influencias, pero me detendré en su argumento un cuasi-plagio a “Shakespeare in love” (1999), del que me parece un claro plagio, con un escritor haciendo una obra para su amada, que a su vez está comprometida con un ‘ricachón’, y la obra es en realidad una alegoría de lo que están viviendo. Un gran festín para los sentidos; Por supuesto que su guión es muy flojo, posee unos protagonistas arquetípicos, sin hondura, hay unos secundarios que poco suman, toda la trama es un esbozo-excusa para ir hilando temas musicales fragmentados, es que si encima tuviera una buena historia ya sería una obra maestra, pero se queda en una Homérica experiencia sensorial, para dar sentido dramático a un amor fatal, como son los que perduran en la memoria.

La película demuestra su regocijo en su impactante inicio, con original modo de presentar el logo de Twenty Century Fox, vemos en sepia un gran telón rojo de teatro, se abre y vemos el logo, y delante un director de orquesta haciendo de modo sobreactuado sus movimientos con la batuta con la música de la compañía. Tras lo que entramos en un París evocador surcando sus tejados para adentrarnos en las callejuelas del barrio de Montmartre, no sin antes ser advertidos por un cura del pecado que se haya allí. Un arlequín triste en b/n entona una versión tétrica de "Nature Boy" de Nat "King" Cole presentando al romántico y melancólico protagonista Christian (Ewan McGregor) que entre lágrimas comienza a escribir su historia a máquina. Siendo el flashback de la historia que veremos.

Oiremos a Ewan McGregor entonar el “The Sound Of Music” para ambientar una obra de su reciente amigo Tolulse Lautrec (John Leguizamo) y te preguntas a dónde lleva todo esto; El grupo de amigos embebidos del licor de los bohemios (Absenta) ven a aparecer un Hada Verde en forma de la sensual Kylie Minogue cantando “Children Of The Revolution”; Entraremos cual explosión de júbilo indescriptible en el mítico Moulin Rouge dirigido por el maestro de ceremonias Harold Zidler (Jim Broadvent) que se arrancará con un colosal popurrí “Zidler's Rap” ("Lady Marmalade" cantado por Christina Aguilera, Lil' Kim, Mya, and Pink, o el "Smells Like Teen Spirit" de Nirvana entonado por Danny Saber), danzado por bailarinas de cancán, que corean los caballeros en frac, todo un bullicioso antro que transmite jolgorio y bacanal; Tras lo que llega el “Sparkling Diamonds” en el clímax alucinógeno, aparece del cielo subida en un trapecio Satine (Nicole Kidman) cantando “Material Girl” de Madonna y el "Diamonds Are A Girl's Best Friend", influenciado número por la icónica Marilyn Monroe; Tenemos la excitante escena en que se enamoran Satine & Christian (ya mencionado arriba), conocida en su popurrí de temas como “Elephant Love Medley” (con el tema Beatle "All You Need Is Love"; "I Was Made For Lovin' You"; "One More Night" de Phil Collins; "Pride (In The Name Of Love)" de U2; "Don't Leave Me This Way"; "Silly Love Songs" de Paul y Linda McCartney; "Up Where We Belong"; "Heroes" de David Bowie y Brian Eno; "I Will Always Love You" de Dolly Parton; Your Song" de Elton John y Bernie Taupin), y los dos amantes quedan unidos sobre el infinito cielo parisino.

Como alegoría del alma enamorada de Christian este escribe el romántico tema "Come What May", tema original escrito para el film, de David Baerwald, cantado en varios momentos de la cinta; Tenemos un mordaz Broadbent cantando el tema de Madonna “Like a virgin”, para convencer al Duque de lo ‘casto’ de Satine; Uno de los momentos cumbres, la versión (por mor de Mariano Mores) tanguera del mítico tema de The Police "Roxanne”, en el crudo contexto de expresar el dolor de Christian porque Satine tenga algo más que una cita con el Duque, cantada por el portoriqueño José Feliciano (aunque hace el playback Jacek Koman), mientras hay un trémulo baile en el escenario, alternado con la susodicha cita; Está el modo que Zidler descubre a Satin su enfermedad con el sentido tema “Fool To Believe” (original del film, escrito por Luhrmann) cantado por Broadbent y Kidman;... (sigo en spoiler)
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TOM REGAN
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