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Críticas de David Navarro
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Críticas 36
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
6 de mayo de 2007
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El destino de cinco agentes de la PAPD (Autoridad portuaria del Departamento de Policía de Nueva York) cambió para siempre con los ataques terroristas al World Trade Center. Sólo dos hombres salieron con vida. Esta película trata de rescatar a los cinco y situarlos en la órbita de los héroes del celuloide. A priori, el mejor homenaje posible. Así, de buenas a primeras, un canto patriótico para un imperio en horas bajas. El director del film, Oliver Stone, se defiende antes del estreno: "no es un film político". Y tiene motivos para cubrirse las espaldas, porque para un autor como Stone la misión no es conquistar la taquilla, sino blindar su reputación. Inevitablemente, los cuchillos afilados se han clavado ante la realización de un film que se centra en los supervivientes (positivismo en tiempos de crisis) y con un presupuesto modesto para una superproducción (70 millones de dólares, la mitad de lo que costó, sin ir más lejos, La tormenta perfecta). Por eso los detractores de esta película la han acusado de propaganda política y de telefilm de sobremesa. No se han atrevido, pero se pueden leer entre líneas otras acusaciones. Pero en ese discurso subterráneo yerran, porque Oliver Stone ha demostrado con creces que la cobardía le queda lejos y sí, puede tener un precio como todos los mortales, pero nadie le preguntó si estaba de oferta cuando filmó sus dos documentales sobre Fidel Castro.

Señores, esto es ficción
Oliver Stone ata su proyecto en corto. La película se circunscribe únicamente a la tragedia de cinco personas atrapadas entre los cascotes del desastre. Ciertamente existió un equipo comandado por el sargento John McLoughlin (Nicolas cage) sin frases lapidarias y sin la la partitura de Craig Armstrong de fondo. Pero señores, esto es cine. Por tanto, ficción. En efecto, Oliver Stone no condena la actitud de los políticos ni revisa las cuestiones que han podido llevar al desastre. Si acaso ya muestra suficiente arrojo al componer un film de antihéroes donde sólo había lugar para vencedores. No en vano, el equipo de rescate fracasa estrepitosamente. Es en el drama de las familias de los policías sepultados donde Stone se refugia para darnos un respiro. Relatos en flashback e incluso delirios que han levantado más de una ampolla son algunos de los recursos que el director utiliza para que la película no se convierta en una telemovie familiar con recortes de accidentados al fondo.
Desde luego, los que quieran algo más de acción y una (levísima) crítica a la actuación de Bush durante los atentados tienen una cita con United 93. Los que, en cambio, esperen un film con ejecutivos glaseados y limpiacristales desparramados por la Zona Cero, entonces, lo que necesitan es un exorcista.
David Navarro
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9
6 de mayo de 2007
67 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un clásico del cine europeo en el que Jean-Pierre Melville da una magistral clase de cine al trasladar la novela de Joseph Kessel a la gran pantalla. También se trata, sin lugar a dudas, del más memorable homenaje a los héroes de la Resistencia Francesa jamás filmado. Lejos de sacralizar las gestas de los hombres y mujeres que lucharon contra el gobierno de Vichy y la Gestapo, la película de Melville capta los claroscuros de unos personajes que, con aciertos y errores, se dejan la piel en una lucha solitaria y por la que pocos apuestan. Dificultades morales, económicas y militares que se narran a tres voces, desde la omnisciencia del director hasta dos de los personajes principales, Philippe Gerbier (Lino Ventura) y Jean François Jardie (Jean-Pierre Cassel). Apuntes de estilo y riesgo en una obra que va más allá del docudrama o del epistolario bélico. Puro cine negro es lo que contiene la cinta, con dos maneras de sentir la acción: la de la espera, pausada, agónica, y la de la confrontación o la huída, veloz, trepidante. Siempre desde la contención interpretativa, la frialdad de la imagen y al son de una partitura, la primera de Éric Demarsan, imposible de olvidar.
David Navarro
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6
6 de mayo de 2007
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Almas Perdidas es un conjuntode historias breves que sólo tienen como nexo de unión cierto desasosiego existencialista. A diferencia de la versión inglesa, en español cada uno de los siete cortos se titula Perdido en..., por ejemplo, los sueños. Éste es el primer relato y habla de la ilusión como único motor en un mundo sórdido. Una actriz famosa, Illeana Douglas, tiene por compañera de trabajo en un supermercado a Daryl Hannah (se llama tal cual, pero no es tan popular como Illeana) y como cliente a Jeff Goldblum. Un pasillo de su sección es el lugar donde ella recibe los aplausos que ansía a espaldas de su jefe y con la complicidad de sus amigos.
En Perdido en la mente, el tercer corto, Cate Blanchett interpreta a una mujer demente en lo que es el fragmento más oscuro de un conjunto gris con pocos motivos para la sonrisa. Otros trabajos buscan en lo fantástico la metáfora del desconcierto humano o abordan las miserias mundanas desde una óptica más naturalista. La falsa comedia gestual de Perdido en la identidad es un buen paradigma de Almas perdidas, una obra ciertamente extraña, que parece tan alejada de intereses comerciales, que bien merece una mirada.
David Navarro
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5
6 de mayo de 2007
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Teresa de Cepeda y Ahumada, hija de un hildago abulense, pierde la honra y no tiene más remedio que trasladarse a un convento. Allí busca la comunicación con Dios con gran dedicación y esfuerzo y lo consigue de tal manera que se considera su esposa. Gracias a sus encuentros místicos, su tesón y algún milagro que otro, Teresa de Jesús alcanza una fama grandiosa, pero se enfrenta a un gran reto: renovar una Iglesia caduca.

El riesgo de dedicarle una película a un personaje por el que se siente fascinación no es la pérdida de la objetividad, ni hablar. A estas alturas ya nadie cree en el realismo ni siquiera parcial de una obra, por biográfica que sea. Es más bien un asunto de pertinencia, de fidelidad. A Ray Loriga le ocurre lo que a muchos, que se enamora de la retratada y se olvida del retrato.
Si la interesante iconografía en torno a Teresa tiene un hueco destacado en el filme junto a sus méritos literarios, el realizador se olvida de la santa y no digamos de la mujer. La narración carece de ritmo, esto es, corta allí donde esperábamos menos aún y se alarga donde debiera dar paso a una elipsis. En ese sentido, tiene mucho de telefilme.
Los cuadros de los encuentros místicos son, eso, cuadros aislados en un conjunto que transcurre lentamente hasta acelerarse al final para rematar abruptamente.
Eso tan difícil de conseguir, que es el estilo, tampoco se acaba de materializar. Los suntuosos trajes casan poco o mal con las celdas tenebrosas de los conventos. ¿Contraste buscado? Quizá, porque sí es cierto que hay un discurso nada subterráneo a favor de la igualdad de clases en el clero de entonces (y supongo que en el de ahora). Sin embargo, las localizaciones adolecen de tanta pobreza, en comparación con los rebuscados momentos de éxtasis, que aquí no puede haber habido juego de espejos.
También se esbozan otras ideas, entre las que sobresale el triunfo de la perseverancia, pero desconcierta el guionista y director cuando subraya que la renovación pasa por un reencuentro con los orígenes. ¿Una llamada al regreso a las catacumbas? ¿Una apuesta por el integrismo?
El casting es otro lastre. Ni Paz Vega ni Charlotte Chaplin encajan en sus papeles, a pesar de su notable trabajo, pero el colmo es forzar una rivalidad entre dos bellezas tan antagónicas, pero al mismo tiempo tan sugerentes, como la de Leonor Watling y la protagonista, Paz Vega.
Y ésta es la tónica general de un filme que, en general, aburre porque sólo parece haber hilvanado un mensaje claro: la pasión de Ray Loriga por una mujer, iluminada o simplemente loca, que llevó su pasión hasta las últimas consecuencias. Hazaña que Loriga no roza con su película ni por casualidad, aunque se atreva (justo es decirlo) con escenas entre Teresa y Jesucristo, que años antes habrían levantado polvareda.
David Navarro
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7
5 de mayo de 2007
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodada en estilo semi documental, Yo soy Sam se aparta de los géneros de éxito y trata las relaciones de los discapacitados mentales en un mundo cada vez más huraño y competitivo. En el trasfondo de una historia de superación personal, queda el amor como único instrumento válido para conseguir superar la difícil convivencia.
Los amigos de Sam no sólo tienen que luchar contra su problema, sino que deben adaptarse a un mundo, que como el autobús que no espera, es un club privado deshumanizado cuyas reglas de admisión son cada vez más estrictas.
La interpretación de Sean Penn redondea un personaje espontáneo y de una fuerte sensibilidad, lejos del ingenio fortuito de Forrest Gump o de la brillantez de Dustin Hoffman en Rain Man.
Él es una metáfora del film, pues no sufre autismo ni síndrome de Down, y a falta de recibir una etiqueta, constituye uno de los miles de “retrasados” que libran cada día una batalla por vivir en igualdad de condiciones que el resto, los “normales”. La película no es una comedia romántica, no es un drama ni un documental, aunque destila buenos sentimientos, a menudo es dura y la premisa podría ser real.
Sin embargo, Sam tiene demasiada suerte en la vida, más que muchas personas en situaciones similares a la suya.
Entre las buenas actuaciones de Penn y Pfeiffer, destaca la magistral recreación de la niña Lucy, que ofrece un recital de recursos cómicos y de sentido dramatismo.
La realización no acaba de sacar todo el partido que se merecen sus actores. La superposición de tomas y el fingido torpe movimiento de cámara no dan más veracidad a un film que se ve claramente improbable, pero que ganaría en ritmo si estuviera rodado de una forma más ortodoxa.
Si se puede ver en versión original, se disfrutará de un buen film de actores, cuya temática nos puede hundir para siempre: la magnitud del impacto que recibamos nos desvelará cuan alejados vivimos de la realidad de los más desamparados. Por cierto, menudos deben ser los royalties de las canciones de los Beatles, para que siempre suenen versionadas.
David Navarro
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