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Críticas de Yerai
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Críticas 34
Críticas ordenadas por utilidad
5
18 de julio de 2008
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peter Berg nos ofrece un interesante producto inicial, con un comienzo prometedor que cautiva el interés del público con una contundencia pasmosa. Todo ello se debe, en gran medida, al trabajo de Will Smith que, lejos de caricaturizar al personaje que encarna (algo que habría hecho la mayoría de los actores a los que se les pudiera haber encomendado tal labor), le dota de la seriedad necesaria para construir un rol de héroe con una mezcla de superpoderes e hiperdepresiones de lo más creíble. Aunque parezca mentira, resulta de lo más natural ver en pantalla al Señor Smith surcando los cielos, arrojando una ballena a una distancia de mil metros o verlo colisionar con un tren de alta velocidad sin sufrir rasguño alguno.

El humor también ayuda a deleitarse en las espectaculares escenas, y ya sabemos que en ese campo este actor se desenvuelve muy bien. Exceptúo el gag "cabeza-culo", que recuerda sospechosamente al famoso "mono-culo" que vimos en "Como Dios", de Jim Carrey.

Sin embargo, el genial trabajo del que consta la primera mitad de la película se derrumba como un castillo de naipes azotado por el vendaval “Theron”. De ello hablo en el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Yerai
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6
19 de enero de 2008
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El objetivo de la trama se centra en poner en tela de juicio -desde dentro- el fundamento mismo del género del cine negro. Los personajes describen el crimen como un acontecimiento analizable desde el punto de vista lógico, como si se tratase de un jeroglífico, o mejor, de una ecuación matemática". Alex De la Iglesia.

Si lo que pretendía De la Iglesia era que los espectadores se devanaran los sesos en busca de una solución al enigma, lo ha conseguido. Pero alcanzar ese propósito puede conllevar el peligro de sumir al público en un sopor nada aconsejable, sobre todo cuando parece que el fin último de la película es precisamente eso: buscar la más retorcida de las soluciones que acabará desvelándose en un inesperado giro final.

Pero bueno, eso no puede ser considerado como algo negativo en un film. A muchos nos gusta sentirnos sumergidos en la resolución de un galimatías y ver cómo poco a poco los cabos se van uniendo. Sin embargo, en los Crímenes de Oxford no ocurre eso. La historia no posee el clímax suficiente para poder atraparnos, ni tampoco los personajes están lo suficientemente perfilados como para poder analizar el porqué de sus actuaciones. Tampoco veremos un desenlace inteligente capaz de dejarnos con la boca abierta, sino que todo se resuelve entre trompicones y de la manera más abrupta.

Entre muerte y muerte, surge una historia de amor muy poco creíble que nace de improviso y sin explicación entre los personajes interpretados por Elijah Wood y Leonor Watling. A pesar de que De la Iglesia se esfuerza en todo momento por mostrar la suntuosa anatomía de la actriz, a Elijah Wood parece asustarle tanta curva. No hay química en absoluto entre ambos. Para olvidar la escena de los espaguetis, una de las más lamentables secuencias del film. No se sabe muy bien qué pretendía De la Iglesia al rodarla. ¿Sexy? ¿Romántica? ¿Bizarra? ¿Asquerosa?

Por su parte, a Burn Gorman no se le da muy bien hacer de empollón marginado, y los momentos en los que aparece resultan de lo más histriónicos.

A Johm Hurt poco se le puede reprochar. Realiza una gran labor, y dota a la película de lo que los demás actores carecen: carisma.

Los Crímenes de Oxford no es mala película. Tampoco buena. Es uno más de esos intentos fallidos por crear algo novedoso e impactante, pero que termina quedándose a medio camino entre lo brillante y lo deficiente.
Yerai
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7
4 de agosto de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hastiado del aséptico cine que se filma mayoritariamente hoy en día, he comenzado a revisionar todas aquellas películas de los años 80 que quedaron en mi memoria y que no había querido volver a ver por el temor a destruir ese cálido y feliz recuerdo que tenía de ellas. No ha sido el caso. En absoluto.

Risky Business es, hoy por hoy, y le pese a quien le pese, un clásico. Un clásico denostado por la crítica y repudiado por cualquier cinéfilo que se precie. A nadie se le ocurriría hablar de esta película en un coloquio de intelectuales cinéfilos ataviados con sus gafas de pasta. Pero hoy toca reivindicar este título que la gran mayoría sólo recuerda por el bailecito que se marcaba Tom Cruise en calzoncillos y calcetines. Risky Business se disfruta realmente bien tras haber transcurrido treinta y cinco años desde que fuera estrenada. Mantiene un ritmo frenético como sólo lo tenían las películas de esa gloriosa época, no permitiendo que el espectador se despegue de la pantalla a quien con toda probabilidad se le harán cortos sus casi cien minutos de duración.

La película pudiera parecer la típica de adolescentes elaborada con la archiconocida y manida fórmula “protagonista se queda solo en casa y monta una fiesta que finalmente se desmadra”. Pero esta peli no va de eso, aunque parezca lo contrario por su sinopsis, sino que nos ofrece una modesta moraleja, casi sin pretenderlo, al relatarnos la aventura que vive su imberbe protagonista.

La película trata sobre el final de una etapa en la vida y el comienzo de una nueva. Se acabó ser el niño bueno, el que hace caso a papá y a mamá, se acabó seguir el camino que han trazado para ti que te lleva hacia un destino que ni si quiera has tenido la oportunidad de elegir. Toca tomar conciencia de que tu vida es TU VIDA y por eso mismo sólo tú vas a ser el dueño de ella.

Todo esto se sucede en esa instancia de nuestra existencia que todos sufrimos en la que las hormonas comienzan a bullir en nuestro interior y que Tom Cruise plasmó a la perfección en una interpretación que ahí quedará (¿por qué no admitirlo?) para la posteridad. Porque ya en aquella época el bueno de Tom apuntaba maneras e irradiaba un poderoso carisma que traspasaba los límites de la pantalla. Su personaje, Joel Goodsen, además, sufre una marcada metarfosis que sólo un actor con talento puede interpretarla así de bien. Al principio de la película se nos muestra a un Joel inmaduro e inseguro, que prefiere quedarse en casa a caer en la tentación de seguir el impulso de sus glándulas y desobedecer las directrices de sus padres.

¿Qué es lo que ocurre para que Joel cambie? No es qué, es quién: Rebecca de Mornay, la femme fatale de esta película que con solo su mirada de puro hielo ya tiene hiptonizados a Tom Cruise, a sus amigos y a todos los espectadores, veinte, treinta y cuarenta años después. Inolvidable esa escena en la que ella aparece por primera vez en pantalla con un vaporoso vestido azul y, tras ajustarse las medias, las puertas de la casa se abren de golpe para dar paso a una ventisca que obviamente nos desvela lo que pasa por la cabeza del protagonista. Ella es quien conducirá a Joel a través de una montaña rusa de emociones y situaciones al límite y que lograrán convertirlo en una persona completamente distinta, seguro de sí mismo, emprendedor y decidido.

Con estos elementos ya tenemos armada una película icónica que además es sazonada con una banda sonora como sólo la tenían las películas de esa década y que toma su máximo esplendor en la tantas veces rememorada escena del tren con la canción “In the Air Tonight” de Phil Collins.

Es hora de ponerse las gafas de sol, mirar al horizonte y decirnos: ¡pero qué coño! Ponle la primera a ese Porsche 928 y ve a por todas.
Yerai
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10
27 de julio de 2007
17 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún recuerdo el ritual que seguía todas las tardes, hace tiempo ya, justo después de salir del colegio: me apresuraba a hacer mis deberes para poder descubrir sin ninguna preocupación cuál sería la sorpresa que me depararía mi serie favorita de televisión. Han pasado ya muchos años de aquello. Ya no soy ese niño de sexto de EGB que pasaba los recreos comentando junto con sus amigotes los divertidos chistes de aquellos gamberros dibujos amarillos que suponían una auténtica revolución en el aburrido panorama televisivo. Todos nos sentíamos un poco Bart, queríamos ser ese granujilla de pelo pincho que conducía su monopatín a endiablada velocidad por las calles de Springfield, sembrando el caos en cada capítulo.

Ahora tengo 25 años, como la mayoría de nosotros he crecido viendo a los Simpsons. Todos ellos forman de algún modo parte de mí, y aunque las últimas temporadas no han estado del todo acertadas, he de confesar que hoy, en la sala de cine, me he divertido tanto como lo hice años atrás en el salón de mi casa, cuando descubría por primera vez un nuevo episodio. Ha sido una experiencia magnífica poder verlos a todos en la gigantesca pantalla, radiantes como antes, derrochando un genial humor repleto de gags, sin descanso, no habiendo lugar para el aburrimiento. La película se te hace corta, se diluye en el paladar como el mejor de los manjares, dejándote con ganas de más, de repetir la experiencia, sin faltar la crítica social, tan característica en los Simpson, que queda patente a lo largo de todo el metraje.

Quizás sea un poco benévolo, pero si hay una serie que se lo merece, esa es Los Simpsons, y aunque conozco que tiene ciertas debilidades como un abuso del humor "porrazo", por todo lo que me han hecho reír el día de hoy no puedo darle menos de un diez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Yerai
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4
22 de agosto de 2008
15 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
...Cinabrio,
Verga,
Manubrio,
Cola,
Rabo,
Sable,
Pepino,
Titola,
Cimbel,
Falo,
Ciruelo,
Cebolleta,
Troncho,
Cuca,
Tolete,
Churra,
Mandinga...


Y podría seguir, pero lo que en un principio podría parecer una simpática lista de sinónimos vulgares de lo que la RAE define como "órgano masculino del hombre", a la larga se puede convertir en una tediosa relación que pocos terminarían de leer aún con una sonrisa en la boca. Es por ello por lo que quiero felicitarle, estimado usuario de Filmaffinity, al haber sido capaz de llegar a la lectura de estas líneas.

Pero no todos lo harán. Y es que hay una regla básica muy simple en esto de hacer reír a la gente que consiste en que nunca se debe repetir un mismo chiste, por bueno que sea. Una sencilla regla que los creadores de "Zohan: Licencia para peinar" parecen haber olvidado.

Paquete y más paquete, decenas de movimientos pélvicos más continuas alusiones al miembro genital. En eso podría resumirse la base en la que reside la mayor parte de la comicidad del film. Ello unido a una xenofobia intrínseca, enmascarada en buenas intenciones de paz mundial, que no requiere un análisis más profundo puesto que es tan obvio, que hasta un yanki patriótico se percataría de ello.

Y si sumamos los cameos de Mariah Carey junto al de John Mc Enroe... ¿? (dos especímenes que jamás habría imaginado ver juntos) nos da como resultado un cóctel nada aconsejable en esas horas del día en la que existe plena actividad mental.

Los cuatro puntos con los que valoro este producto comercial son el reflejo de las cuatro veces que me reí en la sala de cine. Algo es algo.
Yerai
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