Me gusta la perspectiva de la película. De algún modo, como espectadores, no sabemos bien qué pasó. Y la fascinación que ejerce Lydia, tomando en cuenta los vacíos narrativos, nos complica aún más considerarla o no culpable. Sin embargo, algo anda mal. Siempre que hay abuso de poder algo anda mal, no importa qué tan encantadora seas. Me gustan las reflexiones que surgen sobre el destino, el cual nunca es individual; vidas y deseos en movimiento como la música, una pieza fragmentaria y superpuesta que a veces solo es ruido. Dirigir. Ese es el verbo del film. ¿A quiénes? ¿Hacia dónde? Me gusta que sea la pasión, más que el control, lo que prevalece. Lo que guía tanto en la búsqueda de la libertad, como del escape y la supervivencia tras la equivocación. En suma una película tenue pero sombría, lésbica y contradictoria, erótica pero de una frialdad desconcertante. Una oportunidad para pensar en las acciones y sus condenas, para reconsiderar vivir de dogmas. Además Cate Blanchett tiene el ritmo.

Lo mejor: Ciertas frases y conversaciones, los vínculos entre la protagonista, cómo se traducen al lenguaje cinematográfico y, claro, los outfits de Lydia.

Lo peor: Para mí los últimos segundos, pese a que tiene muy buenas escenas que le preceden y teje bien la contradicción existencial que la película refleja, no me gustó.

No sabía de la colaboración Binoche-Haneke y la disfruté mucho. El ritmo entrecortado de las escenas y la falta de resolución de la trama parecen poner en aprietos al espectador que tan acostumbrado está a lo lineal y explicado. Pese a ello el film habla de varias cosas: del racismo, de la belleza contradictoria del París de finales del siglo veinte, de la pasión, de la guerra y sus consecuencias, de la soledad. Antecede a La Pianista, una de las mejores películas del director, por lo que la interpreto como un respiro, una pausa experimental a la que no le falta violencia, tristeza y reflexiones en abismo sobre la representación.

Reviviendo esa atmósfera noventera con un soundtrack que me recuerda al Silencio de los inocentes (1991): invasivo e instrumental, pero adecuado para las intenciones de la trama. Enredo psicológico, diversión, erotismo, un aire despreocupado por la verosimilitud que invita al disfrute aún cuando le pisa los talones a lo predecible o ridículo. La historia: un detective trabaja en una serie de asesinatos sin resolver. La principal sospechosa es una escritora de best sellers que por casualidad, o no, detalla cada uno de los crímenes investigados en los libros (los cuales publica siempre antes de las muertes). Una película sobre la pasión y las psiques alteradas de cada uno de los protagonistas.
Seduce y además tiene ese guiño literario que va del mal gusto al misterio. Buenas actuaciones. Buenas frases como aquella donde Sharon Stone le dice a Nicky: "No por haber tenido un orgasmo voy a revelarte todos mis secretos".
Lo mejor: el final. Lo peor: abusa de su eficacia.

Logra con pocos elementos retratar el lado conservador, la incomprensión, el rechazo de una cultura heterocis cristiana llena de prejuicios y, a su vez, el lado libre y salvaje de una sexualidad que fluye cuando la dirección del deseo no le parece un camino equivocado. Todo esto de manera muy soft, pese a la crueldad que comparte en ciertas escenas. Lo mejor: la amistad, la escena de tensión entre Cameron y su roomie, los pensamientos de los personajes sugeridos por sus gestos y actitudes más que por lo que dicen. Lo peor: no dice mucho de ningún personaje y parece dejar a medias cada situación que sugiere.

Hay belleza de inicio a fin. Vicky Krieps mis respetos. Y su estructura compleja nos recuerda que hay momentos en la vida que son rompecabezas que no queremos ver armados, es más, haríamos lo que sea: revolver las piezas, mezclarlas con piezas de otros rompecabezas imposibles, perderlas, cualquier cosa con tal de no quedarnos a solas contemplando ese cuadro-imagen que altera el sentido de nuestra vida de un modo insoportable. La volvería a ver. Me hizo recordar la imagen mental de un vaso a punto de caer de un borde, tocado por la luz de un día hermoso.