No sabía de la colaboración Binoche-Haneke y la disfruté mucho. El ritmo entrecortado de las escenas y la falta de resolución de la trama parecen poner en aprietos al espectador que tan acostumbrado está a lo lineal y explicado. Pese a ello el film habla de varias cosas: del racismo, de la belleza contradictoria del París de finales del siglo veinte, de la pasión, de la guerra y sus consecuencias, de la soledad. Antecede a La Pianista, una de las mejores películas del director, por lo que la interpreto como un respiro, una pausa experimental a la que no le falta violencia, tristeza y reflexiones en abismo sobre la representación.