Desde que vi “The descent”, que sin ser ninguna maravilla estaba algo por encima de la media en lo que a terror se refiere, tenía ganas de ver el anterior trabajo de su director, Neil Marshall. Además me resultaba atractivo el tema de la licantropía entremezclado con el rollo bélico.

La oscura fotografía sirve para disimular el cierto cutrerío de los licántropos, pero por otro lado dificulta el reconocimiento de algunos personajes (todos soldados, rapaditos, guapetes… a veces no me enteraba de quién era quién, o de quién vivía y quién moría…)
Tiene buenos momentos gore (como un perro tirando de las tripas al descubierto de uno de los soldados; o la posterior cura de ese soldado malherido con “superglú”)
El inicio es algo balbuceante y la segunda parte gana enteros al entrar dentro del subgénero de lugares cerrados con feroz asedio desde el exterior (los protagonistas se atrincheran en un caserón)
Se deja ver, pero no se sale en ningún momento de la más predecible serie B.

"People" es una petardada de tres pares de narices… pero el caso es que me he reído, y supongo que de eso se trata.
Ante todo hay que destacar a José García haciendo de marica loca… pero loquísima ¿eh?, cosa que no pega en absoluto con su masculina robustez. Pero, pese a tener el físico en su contra, lo borda y resulta una fiesta en sí mismo, así que ya le perdono el amargo regusto que me dejó su participación en “GAL”: este tío es un fenómeno.
Lo acompañan Rupert Everett, mucho más gris, Ornella Muti, tan guapa como en los 70, y Rossy de Palma, tan… “ella” como siempre (siempre la he visto más como presencia estrambótica que como verdadera actriz)

La acción se desarrolla en una desenfrenada, discotequera y pastillera Ibiza, entre el petardeo, el mariconeo y el famoseo.

Hay momentos bastante intrépidos, como cuando se refieren a Nicole Kidman y Julia Roberts como “zorras” (“petardas” en la versión doblada). Eso sí, al final el discurso de la peli es bastante convencional (“lo que en realidad buscamos es una vida sencilla y normal, como la de todo el mundo…”)

Desde "La comunidad" no disfrutaba tanto con Álex De la Iglesia: pura diversión enloquecida sin que por ello sea el típico subproducto vacío, sino que tiene un discurso sobre la guerra de sexos bien visible bajo sus fuegos artificiales. Se podría decir que es machista, pero tampoco deja muy bien parado al elemento masculino… así que yo la veo más bien misántropa: escobazos para todos y todas… aunque es tan divertida y entretenida que acabas feliz y sin amargura alguna.

Además tiene la virtud (pude constatarlo por mis acompañantes) de que puede gustar a personas de 16 años o de 50.

Se le podría reprochar el típico fallo que le encuentro a este director: suele pasarse de grandilocuente en los finales, pero es altamente aconsejable. Ah, y los créditos iniciales son una obra de arte, como viene siendo ya habitual en el bilbaíno.

A pesar de la barriobajera presencia de Ballesta, y a pesar del tema chorizo, estamos ante una película en absoluto callejera, sino de lo más estilizada y sensible. Me gustó la cálida mirada del director hacia sus descarriadas criaturas: cercana, escrutadora, y al mismo tiempo cauta y pudorosa. María Valverde está absolutamente deliciosa y arrebatadora (imposible que te caiga mal por muy borde y mangante que sea). La música, demasiado grandilocuente para el carácter intimista de la historia, es quizá lo único que empaña esta bonita película de amor y delito.

Francamente, creí que estaría peor (cuando lo único que se destaca de una película es la labor de un actor, en este caso Forest Whitaker, me echo a temblar). Pero lo cierto es que no está nada mal, a pesar de ser algo superficial.

La truculencia de la historia está suavizada y oxigenada por la peripecia de un joven médico a través de cuyos ojos se nos cuentan los terribles hechos (papel bien encarnado por James McAvoy)
Creo que es acertada esta focalización de la historia: si el punto de vista correspondiese a Whitaker, y lo tuviésemos siempre en pantalla, quizá la película habría resultado indigesta por lo excesivo del personaje.
De esta manera se consigue que esperemos ansiosos la próxima aparición del monstruo, y disfrutemos con cada una de sus escenas.

El oscarizado actor se beneficia de la moda o ley no escrita de premiar a quienes resucitan a personajes reales (en este caso el dictador genocida ugandés Idi Amin), pero no puede decirse que el galardón sea inmerecido: su mirada desigual, su energía, su corpulencia, todo colabora a hacer creíble y temible a esa especie de niño grande puesto en el poder.

No me gustó demasiado la "sucia" fotografía, puede que adecuada, pero bastante fea para mi gusto.