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España España · Zaragoza
Críticas de JRC
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Críticas 59
Críticas ordenadas por utilidad
10
2 de agosto de 2009
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquel solitario robot nos enseñó que tal vez la espera merecería la pena; que algún día ésta podría llegar a su fin; que mientras esperáramos podríamos refugiarnos en las pequeñas cosas y en los detalles ínfimos. Nos enseñó a no avergonzarnos de lo que somos y a que, quizá, lo que hagamos por los demás pueda tener recompensa. Nos mostró todo lo que envuelve las ilusiones, el anhelo de querer y ser querido.

Ahora, es esta película la que ahonda en todo ello y lo rescata del olvido. Son millones de colores, metáforas de ensueño, detalles infinitos, notas conmovedoras, genio en estado puro, fantasía exuberante, poesía en cada escena. Es parte de una historia.Y es una frase la que atrapa lo que más necesita el ser humano: el amor. Es hablar de una acera, de los helados comprados, de contar coches... Es un niño diciendo: "Aunque suene aburrido, sólo recuerdo las cosas aburridas".

Como sucedía en la hondísima Gran Torino, aquí vemos como el hombre más duro no puede resistirse a abrir la mano ante una caricia. Un anciano callado, para el que la vida adquirió todo su sentido cuando encontró el torrente de vitalidad que necesitaba. Una última prueba de su amor. Todos los objetos que fueron su hogar. Una casa que, al final, sólo era una casa... Y una chapita en su solapa que siempre estará pegada a su corazón. Es dificil que un objeto tan pequeño pueda representar tantas cosas, pero es cierto: al final sólo recordaremos sus ojillos cuando sonreía; su alegría en el día a día; su rostro al otro lado del cristal; la forma de sus hombros... Al final, sólo recordaremos las cosas aburridas.

Gracias por la aventura vivida. Ahora vive tú una nueva.
JRC
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10
12 de marzo de 2023
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el magnífico primer plano del nacimiento entre la hierba, la cámara de Colm Bairéad flota en el espacio y se posa, silenciosa, en los más recónditos lugares que habitan los tres protagonistas.

Estamos en el verano de 1981, en una parte de la Irlanda más frondosa, y lo que vemos discurrir es la vida imaginada. Como si de una pintura de Hammershoi se tratara, los lugares vacíos están cargados de simbolismo y significado. La textura de un papel pintado de una habitación infantil, el furtivo abrazo de un matrimonio de mediana edad, una galleta dejada encima de la mesa, una caricia, una sonrisa y decenas de imágenes delicadamente filmadas. Todas ellas construyen el sustrato sentimental de esta honda historia.

La niña protagonista y su pasajera madre destilan vida y llenan la pantalla de belleza y expresividad. Detrás de cada minuto que la pequeña pasa con su padre de acogida hay tanto pasado, que la emoción envuelve al espectador que les observa.

No solo es la mejor película del año, sino también un homenaje a todas esas vidas que nos gustaría vivir pero que nunca viviremos.
JRC
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8
19 de abril de 2008
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es el absoluto bloqueo ante la vida, entendida como algo que se puede llegar a compartir con otro, lo que nos pasa por delante durante casi hora y media; algo que despacio va cogiendo forma hasta desembocar en la descorazonadora conclusión. Si al principio aparece bajo la forma de observación y, quizá algo de obsesión, no será hasta el final donde sintamos que se trata de algo más profundo, de "tristeza subjetiva".

Será ese corto período de tiempo en la vida de Valeria, el que nos irá descubriendo el porqué de su conducta; el que, cuando ya no la estemos viendo, hará que entendamos, y queramos disculpar lo que se nos ha mostrado; y el que hará que finalmente lo sintamos por ella; un poco como si nos pasara a nosotros. Y, todo ello, quedará explicado en algo tan angustioso como la expresión de abandono y ausencia en el rostro de esa bella mujer, Valeria, que no puede avanzar.

El modo en que ello se plasma combina retazos de la soledad de nuestra protagonista, con otros en que, a pesar de estar rodeada, sigue pareciéndonos aislada. Hay, también, escenas que sorprenden, que tienen parte de encanto, parte de verdad y parte de drama. Pienso en su reacción en la cabina de traducción; en la espera de la llamada diaria.
Conversaciones que, quizá, sólo se tienen una vez; esporádicas y sinceras sonrisas, que pudieran ser de felicidad; y timidez y rubor ante la anhelada cercanía.

Es duro pensar en Massimo; verlo subir en el último momento al autobus; esperar en el mismo sitio de ayer; pero también lo es recordar a nuestra "espectadora" que no quiere ser mirada; verla sentada bajo la torrencial lluvia; contemplarla, observando de nuevo, sin tener piedad por si misma, sin concederse un descanso, una oportunidad. La frase final; cuando quedarse en el fondo o salir a la superficie deja de importar, no provoca más que el que queramos ayudarla.
JRC
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3
27 de abril de 2014
14 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con cierto interés se presentaba este trabajo y sus elementos:la ciudad de Nueva York vista por gente de aquí, un guión escrito por alguien con chispa y gracia y una historia sencilla pero llena de posibilidades.

La bonita luz desde el principio de la película, las imágenes de Nueva York y una fotografía con tintes hopperianos saltan por los aires cuando descubrimos que es cine en español, doblado al español cuando los diálogos son en inglés... El bajón es instantáneo y uno ya no se recupera. ¿Por qué nos hacen esto? ¿Motivos comerciales? La respuesta, la ya conocida y repetida por esa estirpe de domingueros de las salas: "yo no voy al cine a leer". Sintomático.

Aparecen todos los defectos de repente: Cámara sobreactuado, Arévalo embobado-embelesado y diálogos cursis y en algunos momentos hasta sonrojantes. La decepción se torna en risa cuando vemos a las dos chicas americanas que intervienen. Dudo que sean actrices. ¿Puede haber un punto más bajo que la escena de la azotea entre Cámara y su ligue? Sí, el momento en que la dulce camarera le suelta al tontorrón de Arévalo que tiene un hijo. No puedo evitar la carcajada. Poco a poco la película ha ido colmando mi paciencia. En muchos momentos, los actores recitan simplezas que asustan por venir de una guionista a la que consideraba solvente escritora. Conversaciones y comportamientos propios de niños de ocho años, con mención especial a lo que rodea a la Minnie Mouse de la película. El papel de la madre de Cámara es la guinda del cupcake.

Es cierto que el mayor problema de tener expectativas es que puedes acabar decepcionado, pero aquí hay momentos que dan vergüenza. Aun me estoy preguntando cómo se puede echar a perder un material así.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
JRC
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5
17 de octubre de 2019
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
José Luis Garci deconstruye y destruye, desde los cimientos a la techumbre, todo lo que en los años ochenta consiguió con aquellas dos fantásticas películas que fueron el Crack y el Crack 2. Podemos ver cómo donde entonces había negrura y verdad, hoy solo encontramos artificio y retales que huelen a naftalina. Aquello que hace cuatro décadas rezumaba espontaneidad y aroma, hoy únicamente destila diálogos acartonados y exceso de declamación. Las relaciones y personajes que en las dos primeras películas atrapaban al espectador en una nebulosa de pesar y esperanza, hoy son la nada misma hecha cine de interiores.

Ni Carlos Santos es Germán Areta ni nada hay que se acerque a aquella fantástica María Casanova que nos ofrecían las obras primigenias. Las conversaciones que escuchamos en este preludio no tienen ni el poso ni la gracia de sus anteriores y resultan forzadas y, unas cuantas, hasta ridículas. ¿Quién podría pensar en el gran Areta hablando tontamente de perfumes?

Garci vuelve a cometer exactamente los mismos errores que en todos sus últimos filmes y vuelca su nostalgia en una película que debería haber sido otra cosa. El director habla a través de sus personajes y eso la condena a ser un simple vehículo de frases y reflexiones que suenan impostadas.

Se salva la eterna música de Jesús Glück, el material de exteriores que se rodó para las anteriores obras y el tono que Miguel Ángel Muñoz le da a su "Moro". También alguna escena de Luisa Gavasa.
Y, desde el primer al último minuto, machacona y constantemente, se echa de menos al Areta que, tan sabia y duramente, construyeron Landa y Garci en el año 81.
JRC
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