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España España · Sant Feliu de Llobregat
Críticas de Mireia Mullor
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
8
1 de noviembre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“When animals dream” recupera una figura que ha sonado en muy pocas ocasiones en el cine fantástico: la mujer lobo. Estamos hartos de escuchar historias de esta figura en su versión masculina, pero esta propuesta danesa, además de innovar en cuanto a género, aporta una trama sensible y con mucho significado. Es casi un retrato de la mujer en ambientes tradicionales, no desde el machismo, sino a través de unos límites imperceptibles que se convierten en una jaula. Marie, personaje principal del film, es diferente y provoca miedo a su alrededor. Y el miedo es un sentimiento peligroso, pues saca lo peor del ser humano, sus rincones más férreos de violencia y crueldad. Temor ante lo desconocido, un clásico de lo fantástico, y bien ejecutado por su director, Jonas Alexander Arby, en su ópera prima. “When animals dream” es una interesante reconsideración de los conceptos tradicionales en amplios sentidos, que pese a llevar un ritmo irregular y por momentos lento, consigue crear un ambiente oscuro completamente acorde con la temática y espíritu del film.

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Mireia Mullor
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5
1 de noviembre de 2014
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No se esperaba que la nueva adaptación de “La Bella y la Bestia“, del francés Christophe Gans, fuese a aportar nada nuevo a la historia original, y en efecto no lo ha hecho. Ese hombre hechizado y convertido en bestia que necesita alguien que le ame para recuperar su forma humana. Una historia cuya adaptación más famosa fue el tierno musical de Disney, a la que han seguido deformaciones grotescas como la serie con el mismo nombre o el film “Beastley”. Pero en contraposición de estas versiones más comerciales o teen encontramos las francesas, tanto la que nos ocupa en este artículo como en su día fue “La Bella y la Bestia” de Jean Cocteau, gran inspiradora de este film.

La diferencia entre estos dos bandos es básicamente el preciosismo, o lo que es lo mismo, la voluntad de crear un film muy visual y transmitir sensaciones bajo la estrategia de los colores vivos, el contraste y la extravagancia estilística. Al igual que Cocteau, Christophe Gans destaca un castillo y un bosque encantados, que en esta nueva versión sorprenden gracias a un gran trabajo de efectos visuales. Lo que en 1946 era originalidad en los decorados (recordamos los brazos que sujetaban candelabros), en esta “La Bella y la Bestia” se derrocha todo el poderío técnico del que dispone el cine a día de hoy. En cuanto a la historia, Gans vuelve nuevamente a posar sus ojos sobre la versión antigua, con alguna que otra variación. Recupera a la familia de Bella, aunque mucho más edulcorada que las mezquinas hermanas de la versión de 1946, y también a una Bella atormentada y altanera que solo hemos podido ver en las versiones francesas.

En definitiva, Christophe Gans sigue los pasos de Cocteau en muchos aspectos, pero consigue crear su versión con su carácter propio. Ahora bien, lo que en 1946 era encanto clásico, en 2014 es hilarante pero vacuo preciosismo, que se acerca más a un espíritu comercial que no a la voluntad de aportar algo nuevo a una historia archiconocida.

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Mireia Mullor
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Gabor
Documental
España2013
6,4
174
8
1 de noviembre de 2014
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El documental de Sebastián Alfie, “Gabor”, se ha alzado con el premio a Mejor Largometraje Documental español en la XI edición del DocumentaMadrid. Con la delicadeza y ritmo de una historia de casualidades reales, Alfie construye un relato que emociona, motiva e inspira.

Las casualidades de la vida a veces nos llevan a cosas extraordinarias, a historias que necesitábamos sin saberlo. Un encargo de la organización solidaria Ulls del món, cuyo objetivo principal es mejorar la salud visual de las personas con patologías oculares, lleva a Sebastián Alfie a necesitar una cámara que pocas personas poseen. Gabor es una de esas personas, y es, casualmente, una persona invidente. Este encuentro es el germen de una historia de superación, de cómo mirar de frente a tus dificultades y plantarles cara. “Gabor” es un documental que narra cómo un ciego se convierte en el director de fotografía de un anuncio publicitario, que le llevará a viajar hasta América del Sur a encontrarse con sus propios límites, o descubrir la falta de ellos.

El personaje de Gabor es encantadoramente real. De origen canadiense y antiguo director de fotografía, a principios de siglo comenzó a quedarse paulatinamente ciego, hasta caer en la oscuridad. Junto a su perro Gustav, se había marcado unas fronteras, que se vieron atravesadas por la ilusión de Sebastián Alfie y su proyecto. Trabajando a sus órdenes, nos damos cuenta que el señor Gabor goza de una lucidez mental apabullante. En su cabeza guarda las imágenes que una vez pudo ver, y su imaginación se potencia al extremo. “Es una persona que ve”, dice alguno de los miembros del equipo durante el documental. Con “Gabor” aprende, y aprendemos todos.

“Gabor” cuenta un proceso, una búsqueda, un camino. El montaje entre las imágenes, con planos variados y ágiles, con la música, con los consejos de la madre del director (asesora de personas ciegas), es francamente brillante.

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Mireia Mullor
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8
1 de noviembre de 2014
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Una Alemania joven, homóloga con sus países vecinos, se mueve dentro de la confusión. Un chico, cigarro en mano, busca desesperado un café, que no es un café, sino un rumbo. Por más que se busca, no se encuentra. No sabe lo que quiere ni lo que necesita. Es un ni-ni de esos que estuvieron de moda pero que ahora sólo son niños grandes sin un futuro. Y es que nuestro protagonista se conforma con ser un mero espectador de la vida diaria de los demás, porque está demasiado asustado para construir la suya propia.

“Oh Boy” es un retrato generacional como lo es “Hermosa Juventud” o su media naranja femenina “Frances Ha”. Un retrato que avanza entre el vacío, la imagen sombría y una fuerte sensación de desazón vital. Niko es un chico que parece no tener suerte, que se ve perdido en un mundo extravagante al cual no encuentra sentido, y al que no se adapta. A duras penas consigue comunicarse sin crear un malentendido. La realidad, su realidad, se le escapa de las manos. La ópera prima del alemán Jan Ole Gerster no ha podido ser más sincera, y alabada.

A diferencia de su prima hermana “Frances Ha”, Niko no tiene falta de oportunidades, sino de sueños y motivación. Y es que entrevemos una familia adinerada detrás del personaje, una familia liderada por un padre autoritario y restrictivo que le ha dado todo lo que ha necesitado para seguir el camino que ellos le marcaron. Niko se desentiende, busca su vida, pero fracasa en el intento. Deambula como un vagabundo, cruzándose con los extremos de una sociedad minimizada. Todos parecen haber enloquecido en su entorno. En un mundo donde impera el individualismo, todo el mundo necesita alguien con quien hablar, y Niko parece coincidir con todos ellos.

Hay muchas razones por las que “Oh Boy” es una buena película, empezando por un buen ritmo marcado por una música a medida y terminando por una estética descolorida brillante. Pero sin duda lo que más destaca es su humor, su capacidad para ofrecer los puntos justos de comicidad sin sacarnos del ensimismamiento del vacío existencial del protagonista, que avanza con la premisa de que los problemas, si los ignoras, acaban desapareciendo.

“Oh Boy” representa una rebelión contra las expectativas impuestas, unas expectativas que o se niega a cumplir o no sabe cómo gestionar. Sorprende descubrirte inmerso en la marea de la película, pero cuando te quieres dar cuenta ya lo estás.

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Mireia Mullor
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9
1 de noviembre de 2014
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Cuando se vive en tiempos difíciles, cuesta ver el lado bueno de las cosas. Pero parece que en esos mismos tiempos, las comedias y el humor cinematográficos son una vía de escape – y una gran arma de denuncia – para sobrellevar las injusticias de un conflicto. Es el caso de “Omar”, un drama con dejes cómicos y una mirada original y sincera sobre el pueblo palestino. Una película que nos deja regusto a genialidad, al igual que la francesa “Un cerdo en Gaza”, brillante sátira de árabes y judíos. En “Omar”, la cosa es más compleja, y los secretos inconfesables entre amigos acaban convirtiéndose en la trama principal de un film dinámico.

El cine de denuncia social se manifiesta de muchas y diversas formas. “Omar” es de ese tipo de películas que reivindican sin saturar, que no son un panfleto ni pretenden vestirse de ningún color. La crítica es latente, por supuesto, pero impera el deseo de su director de llevarte a una historia llena de sorpresas y engaños, de persecuciones imposibles por los tejados y un beso –solo uno – con matices que sorprenden. Su protagonista sube y baja el muro que preside la frontera, con la picaresca de alguien que tiene algo por lo que jugarse el pellejo. Como si eso fuese lo único que le mantiene con vida: tener algo al otro lado del muro. Y cuando ese algo se desvanece, llámese amor o ideales, te ves irremediablemente incapaz de subir ese muro. Genial metáfora hecha película.

El director palestino Hany Abu-Assad juega con lo obvio, lo deforma y lo convierte en un relato realista que supera las barreras del convencionalismo y los finales felices. El esperpento que es la vida de los palestinos bajo el dominio israelí se va haciendo más asfixiante, rebautizando una historia de amor en un drama desgarrador. Pero lo más importante es que te lo crees, estás ahí con ellos subiendo el muro y manchando tus manos con la sangre de una barbarie. “Omar” impacta y llega, y se merece el reconocimiento que obtuvo en Cannes – Premio del Jurado de Un Certain Regard. Imprescindible para acercarnos a un conflicto archiconocido desde una óptica diferente, y muy sorprendente.

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Mireia Mullor
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