En un rincón del mundo entre lo suburbial y lo circense, Matteo Garrone nos sitúa un personaje mítico, pensado para rompernos todos los esquemas sobre el bien y el mal, la nobleza y la bajeza. Un peluquero canino

Marcello Fonte interpreta al héroe que verdaderamente define los tiempos que nos están tocando vivir. Un héroe feo, errático, crispante en muchos momentos, cargado de un amor al mundo y a la vida que no sabe cómo canalizar. Un héroe de pocas palabras, pero de una expresividad dolorosa. Su mirada en el último plano (y en varias escenas) oprime el corazón del espectador más curtido.

Un héroe que moldea como buenamente puede la justicia en un mundo inevitablemente injusto. Y que acaba obteniendo como reconocimiento un silencio aterrador. ¿Esto es neorrealismo? Se supone que el neorrealismo siempre tenía un fin didáctico. La enseñanza de esta película, de haberla, resulta descorazonadora.

Solo puedo encontrar una pega a “Dogman”: la espantosa voz que han puesto al protagonista en la versión doblada. Por querer encontrar algo que se parezca a la voz original han conseguido un doblaje caricaturesco que devalúa el resultado.

La referencia más próxima que tengo a esta película es la serie ochentera "Bioman". No conocía para nada "Kamen Rider" ni toda la subcultura que seguramente ha generado. Para alguien como yo, que en materia superhéroes y catástrofes está completamente abducido por el Marvel Cinematic Universe, ver "Shin Kamen Rider" es una bocanada de oxígeno puro.

A nivel de efectos especiales estamos ante algo absolutamente subversivo. Es una peli capaz de mezclar el CGI más avanzado con volteretas y transformaciones calcadas a las que se hacían en el audiovisual japonés de hace medio siglo. Al principio puede provocar risotadas, pero acaba resultando fascinante.

En cuanto a la historia, no hace falta bucear en toda la mitología previa para pillar el argumento. Esto va de una amenaza muy chunga para la humanidad y de un ciborg llamado Hongo que tiene que hacerle frente. Ahora bien, al protagonista se le van añadiendo capas de dramatismo, de dilemas éticos, de reflexiones muy locas sobre la felicidad y el bien común a las que no estamos nada acostumbrados, por muy shakesperiano que pueda parecer todo por momentos.

El delirante vestuario, el montaje a machetazo limpio, la depuradísima escenografía, la sobriedad interpretativa, la ironía latente, las peleas que tan pronto son asépticas como se resuelven con un festín de sangre... todo este coctel acaba generando una obra imprescindible para cualquiera que quiera abrir horizontes.

"Shin Godzilla" ya fue en su momento un verdadero revulsivo para una saga que parecía completamente agotada. Ahora, con "Shin Kamen Rider", Hideaki Anno lo vuelve a conseguir.

Moldear los personajes y hacer que cambie nuestra percepción sobre ellos es uno de los mejores regalos que puede hacer el cine. El protagonista de este corrosivo relato del cine alemán es pura arcilla que un entorno absolutamente perverso va dando forma hasta llegar a unas cotas de degeneración que no cabía imaginar cuando le vemos totalmente desamparado al comienzo de la peli.

Este viaje hacia la locura, donde no sabemos si pesa más el afán de supervivencia o una saña que solo necesitaba de las condiciones adecuadas para aflorar, nos demuestra que, con un contexto sólidamente retratado (qué maravilla de fotografía en blanco y negro) y un personaje decidido a plantear un ramillete de conflictos sin que se le caiga de las manos, se nos puede contar prácticamente cualquier cosa y no dejaremos de sorprendernos. Y horrorizarnos, llegado el caso.

Discrepo bastante, eso sí, de los créditos finales, que en cierto modo desvirtúan todo lo visto anteriormente en vez de darle trascendencia.

Esta es una peli de Guillermo Francella y Luis Brandoni. Tal cual. Decirlo así puede sonar un tanto reduccionista e injusto con Gastón Duprat, pero es que sin el dúo protagonista el resultado sería claramente peor. De hecho, son la mejor pareja cómica (en su segmento de edad) desde Jack Lemmon y Walter Matthau. Tal cual.

Un punto fuerte de “Mi obra maestra” son los actores y otro no menos loable es el sopapo inmisericorde que le atiza al mundo del arte contemporáneo. Un sopapo más digerible y con menos mala leche que el de la fascinante “The square”, pero sin duda con mayor alcance.

La historia... a ratos tiene pegada y a ratos se deshincha, tirando de giros cómicos de baratillo y varios trompicones que no están a la altura de alguien que nos regaló “El ciudadano ilustre”. No importa mucho, porque la narración en off de Francella funciona bien para dar coherencia al resultado final.

Lo más tosco es el personaje de Raúl Arévalo. Poco desarrollado y peor interpretado. ¿Fue un pegote que exigió Mediapro? Probablemente.

Lo que tiene una comedia como ésta es que puede plantearte los diálogos y las situaciones más moralmente escandalosas sin que prácticamente te inmutes. "Matador" es una peli arriesgadamente comercial. Arriesgadamente porque no creo que estos sean los mejores tiempos para un humor negro de trazo pretendidamente fino. Pierce Brosnan ha dado con la peli que necesitaba y de verdad que la aprovecha, no se me ocurriría forma más rápida de desprenderse de la casulla de James Bond sin perder un ápice de estilo. Greg Kinnear, chapeau. Hacía tiempo que no me encontraba en una peli una pareja de tipos tan entrañable, casi me remito a "El hombre del tren". La realización, con un cuidado en la fotografía y las localizaciones que se agradece. Seguramente se podría sacar un poco más de chispa de ciertos momentos pero, como entretenimiento provechoso, merece bastante la pena.