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Críticas de 3Torralbo3
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
7
25 de diciembre de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El dolor ha sido un sentimiento muy representado en la historia de Hollywood. Lo sentimos y lo vemos cuando Bogart abandonó a Ingmar Bergman, cuando el cazador mató a la madre de Bambi o cuando Forrest lloró por su amigo Buba. Ese dolor puede ser representado de múltiples maneras: como un melodrama barato de sobre mesa, como una película bélica de gran presupuesto, o como la tragedia de una enfermedad incurable. Pocas veces en el cine vemos al dolor representado de una forma hermosa. El público no quiere ver un sentimiento tan deplorable con gusto estilístico, ni tan siquiera un exceso de pesar durante casi tres horas por cerca de 8 euros. Todo ello me lleva a pensar que Iñarritu es o un valiente o un insensato, ambas unas cualidades muy poco valoradas en el oficio de director de cine.

Cuando alguien se sienta frente "El renacido" durante casi tres horas sufre mucho, pero sufre poéticamente. Una poesía llena de barro, sangre, agua, humo y violencia, pero poesía visual al fin y al cabo. La sangre de Di Caprio inunda una película concebida para ser una provocación, algo que a su director se le da bastante bien. Poco importa aquí el diálogo, casi inexistente y de escasa importancia, vibra la cámara con cada enfoque, gira en torno a los personajes como un Dios omnipresente que desgarra al espectador con una fuerza incontrolable.
Todo es excesivo en "El renacido", el espectador se verá obligado a apartar la cara ante el dolor que rezuma vileza de la pantalla. Una dosis de realidad que amarga la vista con cara toma, como sal en una herida. Es el mal lo que rodea la historia de Hugh Glass, la misma condición humana deplorable es la que cala los huesos de este explorador estadounidense del s.XIX que no encuentra bien en ningún acre del oeste americano. Una mezcla de "El cazador" de Kurosawa y un capítulo de "El último superviviente" pero sin orín de serpiente.
Iñarritu le da una vuelta al clásico modelo de western, los villanos son todos, las pistolas innecesarias. El oeste se traga al oeste en las fauces de un oso que se come al espectador sin dejar hueso alguno, escena memorable. La conquista se convierte en huida y el indio en cazador de blancos, como una sombra escondida esperando para atacar al invasor. Un invasor que está más debilitado que nunca en un medio que no comprende ni aspira a ello.

Muchos premios y no de oro merecen la producción del director mexicano. Siempre pretencioso, pero esta vez con razón. El chirriante creador ha dado vida a una cinta sobre la lucha del hombre contra la naturaleza, del hombre contra sí mismo.
3Torralbo3
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6
24 de junio de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La memoria define nuestro pasado, supone la relación de nuestro ser con lo que alguna vez fuimos y carecer de ella nos acerca a la sensación de vacío. Con una premisa tan pesimista de la memoria los creadores de Pixar jamás hubieran concebido la historia del pececito azul. El vitalismo cinematográfico de la franquicia siempre intenta paliar los dramas sociales con un punto de vista que se mueve en la estrecha línea entre lo mágico y lo sentimentalista.

Tras 13 años del estreno de la magistral Buscando a Nemo, Pixar bucea en la historia personal de uno de los personajes más profundos que la animación ha podido dar en los últimos tiempos. Dory, el pez de ojos saltones con pérdidas de memoria, se bate entre la total soledad que roza incluso la mendicidad oceánica y el positivismo vital de un pez que puede olvidar las desgracias de su sola existencia. Pese a lo profundo del personaje, la historia repite muchas de las sensibilidades que su original. Básicamente la historia se traduce en una suerte de casualidades oceánicas con menos épica que su predecesora, ya que la acción transcurre en una especie de acuario y no en la inmensidad del océano.

Lo que hay que destacar es la facilidad con la que Pixar es capaz de crear un elenco de personajes carismáticos sin apenas inmutarse. Es fácil enfatizar con todos ellos, personajes nuevos que refrescan y agilizan este mar animado que en sus primeros vaivenes se queda algo predecible. Aunque los nuevos personajes son de agradecer los antiguos quedan algo relegados, Marlin queda ahogado en un papel de contraposición a Dory dejándolo en una posición de ogro payaso que actúa como vocecita de lo que hay que hacer en cada momento. Las soluciones narrativas son algo menos originales que a lo que nos tienen acostumbrado y también es posible que los diálogos menos emotivos pero de nuevo vuelven a dejarnos con un sentimiento satisfactorio y algunas imágenes perdurables en nuestra memoria.

El pececillo azul ha vuelto a refrescar de un golpe de mar las ilusiones de una generación que creció pensando en visitar alguna vez P. Sherman 42 Wallaby, Sydney a lomos de una tortuga gigante australiana. La gigante Pixar puede haber concebido una obra menor pero sus obras menores superan ampliamente las cientos de producciones huecas que crea Hollywood al año. Cuando muchos se han olvidado de crear magia Pixar lo consigue cada año, solo es cuestión de recordar, como hizo Dory.
3Torralbo3
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7
20 de diciembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los primeros aplausos suena en una sala abarrotada cuando las letras galácticas comienzan a bajar, todos sonríen, alguno aplaude, las pulsaciones se aceleran en los jedi disfrazados, el padre abraza al hijo y al nieto: es Star Wars.

Los soldados imperiales más fuertes, las naves más rápidas, los sables más luminosos, el lado oscuro más oscuro, los rebeldes más rebeldes y el Halcón Milenario más cochambroso. La historia ya la hemos visto antes: bien contra el mal. Pocas veces el cine nos regala reencuentros generacionales tan vibrantes que con Star Wars, todo un acto de fe cinematográfica a la espera de encontrar en la nueva de Abrams algo de grandeza que no tuvieron las tres más recientes.

De eso se trata, de recuperar la esencia del más revolucionario George Lucas, del que puso Hollywood patas arribas con el sonido del sable láser, el que nos hizo soñar con destruir estaciones espaciales desde niños y el que siendo adultos nos hace volver al cine con la misma esencia. Abrams lo consigue, luce a máquina engrasada esta Guerra de las Galaxias que recuerda a la IV entrega más que a ninguna otra.

Las pasiones se desatan con cada guiño, cada mención a la antigua estirpe de películas hace encoger el corazón de los nuevos fans que llevan desde los 80 esperando algo como esto. La película continúa entre droides circulares y persecuciones portentosas, la fuerza hace presencia en forma de grandiosidad técnica. Las nuevas épocas sirven al director para adaptar con las técnicas que antes no se tenían a una historia de las que ya no se hacen. Poco vemos en El Despertar de la Fuerza de las farragosas expliciaciones de segunda trilogía: ni los midicloriano, ni personajes sonrojantes, ni bodas propias de un culebrón. Abrams juega a asegurar, saca brillo, sí, pero no cambia la esencia de las galaxias.

Los nuevos rebeldes aparecen, sin duda un acierto el ponerlos tan jóvenes. La premisa es acertada: mimoso ex soldado imperial y luchadora depositaria de un poder mayor. A la debutante, Daisy Ridley, se la ve como una nueva Liea, más auténtica, de nuestro tiempo, provocativa y sin duda se hace con la película enseguida, veremos si consigue hacerse con la saga. Mención aparte merece Harrison Ford que nos regala un Han Solo en versión rockero añejo (algunos entenderán el spoiler) de la más provocativa vieja escuela. La socarronería no desaparece, cada una de sus muecas nos recuerdan a sus aventuras con Chewy en el viejo Halcón Milenario.

Mundos increíbles aparecen de nuevo en la secuela, ni el viejo George Lucas lo habría filmado mejor. La cinta no pierde el tiempo en explicarnos el engranaje socio-polítco de la República, ni las rebeliones oscuras que promueven esta "Primera Orden" de tintes totalitarios, no interesa. Interesan las bases explotando, las armas más oscuras, las estrellas más grandes, las persecuciones más veloces, los soldados más listos, los jedis más desaparecidos y los robots más circulares.

Quedan aún dos aventuras para descubrir y disfrutar con los secretos de la fuerza. Los más fans derretirán sus sesos buscando explicación a lo que no lo tiene. La grandeza de esta nueva saga galáctica es que sólo le pide al espectador que se siente, deje al lado oscuro bien lejos y disfrute viendo al Halcón Milenario surcando las estrellas.
3Torralbo3
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5
13 de septiembre de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras años empeñado en triunfar CON películas de grandes presupuestos, el señor Shyamalan vuelve a las pantallas con una propuesta mucho más minimalista que recuerda a sus primeros trabajos. En La Visita se nos narra la historia de dos jóvenes adolescentes que van a visitar por primera vez a sus abuelos y así reconciliarlos con su alocada madre. Todo es filmado por la hermana mayor (Olivia DeJonge), una niña con alma se Sofia Coppola QUEpretende realizar un documental contando la experiencia. Con esta encantadora premisa familiar y buenista, Shyamalan construye una laberíntica cinta llena de momentos de humor negro.

El director planea por varios géneros cinematográficos sin atreverse a ahondar realmente en uno de forma clara, como si de un resumen de toda su carrera fílmica se tratase. Este metraje encontrado con rap incluido, no deja de ser el último intento del director indio en retomar a la senda del éxito que dejó atrás con El sexto sentido (1999) o El protegido (2000).

El director indio bucea en los terrores infantiles más oscuros, contando la historia desde el punto de vista de los niños. Esos seres que en las películas de terror del último milenio solo han sufrido una y otra vez las travesuras de incontables demonios, espectros y demás aterradoras criaturas ahora tienen todo el protagonismo. Una novedad importante que acerca al film a un cuento infantil, con Shyamalan de narrador. Y es que este Hansel y Gretel con skype y tacos escapa a los convencionalismos del género de terror. Recordando a la crepuscular La noche del cazador (1956) los niños vuelven a estar en el centro del discurso fílmico para de verdad contar los terrores de los seres más vulnerables de la tierra.
Si poner en el centro de la acción a los infantes, convertir en malvados a unos dulces abuelos solo está a la altura de un director con mucha personalidad, como es el caso. De todos los seres fantásticos que han purulado por la cartelera mundial últimamente en busca del taquillazo palomitero del verano, los abuelos son los más originales. Demonios, fantasmas, locos con hachas, curas diabólicos, monstruos debajo de la cámara, espectros que te persiguen...nada comparado con las dulces galletitas de una abuela psicótica, interpretada por Deanna Dunagan.

Todo esto debería ser suficiente para hacer volver al mejor Shyamalan del cajón de los juguetes ROTOS de Hollywood pero parece que tendremos que esperar un poco más. Pese al giro de guión final, la cinta va perdiendo interés cuanto más inverosímiles se vuelven las situaciones. Recurriendo a los manidos efectos del género de terror contemporáneo, no hay nada en La visita que cause un terror visceral ni tampoco, como parece ser la intención, que te haga reír. La dicotomía entre las dos sensaciones más contrapuestas de los sentimientos humanos no sale a relucir en la película. El director no consigue hacer confluir humor y terror ya que la delgada línea roja se diluye entre escenas interminables de humor poco conseguido.

Aunque verdaderamente haya escenas creativamente aceptables, todo se diluye en una farsa de ambigüedades apreciadas a simple vista. El señor Shyamalan, cuyos abuelos estaría encantado de conocer, ha encontrado la senda que mejor le viene pero no es La visita ni de lejos la consumación de su enorme talento.
3Torralbo3
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8
13 de enero de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante el s. XVII Europa era un polvorín de guerras de religión, el viejo mundo se desangraba entre herejías, brujas, católicos, protestantes y luteranos. Las guerras de religión cubrieron al continente en una espesa neblina de intolerancia que tardaría en irse un siglo entero. La fe se convertía en el motivo de lucha de los estados, trascendía el propio mensaje de Dios que quedaba en un segundo plano ante la realidad geopolítica. Los jesuitas eran vistos por sus contemporáneos como una poderosa organización que imbricaba a todos los sectores de la sociedad, grandes filósofos, militares, banqueros y teólogos formaban parte de una organización que había sido expulsada de varios estados europeos por su desmesurado poder.
Filmaffinity.com

En esta realidad de intolerancia y dogmatismo los jesuitas se lanzaron a la aventura de la evangelización, en algunos lugares del mundo el sistema funcionó, quedaba ahora la enorme tarea de evangelizar el país japonés. Con este punto de arranque comienza la nueva película de Scorsese, Silencio cuenta la historia de dos jesuitas (Adam Driver y Andrew Gardfield) en Japón en su búsqueda del padre Ferreira (Liam Neelson). La película, basada en el libro de Shusaku Endo, se divide en dos vertientes: por un lado, el empeño de dos jesuitas por evangelizar a un pueblo y segundo los cuestionamientos de fe que los propios monjes se hacen ante tan dura realidad.

En sus casi tres horas de duración el director explora los más oscuros caminos de la religión, del catolicismo y de la propia alma humana. Silencio es una profunda reflexión sobre las bondades de la religión y la adaptación de la misma en un medio hostil. La represión hacia los católicos japoneses es representada con arduas cotas de dramatismo que hieren al espectador occidental ante sus certezas metafísicas inestablemente construidas. Pocas películas de estudio pueden llegan a reflexiones tan profundos sobre las sociedades, la religión, la política y las costumbres. El director de Uno de los nuestros ofrece un mensaje certero: el sueño de dos locos no puede prosperar en un país asentado con sus propias formas de fe, por mucho empeño que se le ponga. Un derrotismo metafísico que la propia película intenta nivelar con las exageradas muestras de espiritualidad que expresan los campesinos japoneses.

Las devociones son plasmadas con el quebranto de los espíritus de los dos jesuitas que ante una realidad demasiado enorme para su Dios no les queda otra que pisarlo. Un mensaje silencioso, contrarreformista y trentino en un mundo demasiado agnóstico para reflexionar sobre los misterios de la fe. El cristianismo se topa contra un muro de realidad contra el que las misas y las confesiones de los dos jesuitas no pueden competir.

La atmófera de exacerbada fe diletante rezuma iconodulía en un país con sus propios credos. El silencio encomiástico y la actuación de Andrew Gardfield convierten a la obra en un nivel superior del director de Queens. El obispo del cine norteamericano asciende a cardenal en silencio.
3Torralbo3
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