A ver Miranda, hija mía, que no te da, que diría el Josebas. Con la de personajes estupendos que tiene tu película, que podrías haber rodado una trilogía si te hubiera dado la gana, ¡por qué carajo lo tienes que emborronar todo con esas escenas trascendentalmente intrascendentes y ese ritmo que podría dormir a las ovejas!. Si sólo te hacia falta un argumento algo menos inconexo (buen intento, pero Arriaga solo hay uno, siento decirte) y darle más importancia al factor humano, a la convivencia, eso que nos intentas vender durante hora y media como salvación del antisocial mundo contemporáneo y que en el fondo, como demuestra tu film, no te lo crees ni tú.
Y esa música por dios, esta noche voy a tener pesadillas…

Así que nada Mirandita, un cuatrete. Espero que para la próxima estudies más.

Por cierto, bonitos ojos.

Aún vista hoy en día, 78 años después de su creación (que se dice pronto) se puede apreciar el descaro con el que Hawks y los guionistas de la RKO tiñeron todo el proyecto. Una gran Katharine Hepburn interpreta a un personaje femenino, extremadamente independiente para su época, que lleva la voz cantante de la obra y que hace enloquecer a un Cary Grant que hace de Cary Grant paleontólogo. La película transcurre sin descanso a través de un maremagno de situaciones surrealistas en su mayoría provocadas por un leopardo, auténtica estrella del filme.

Lamentablemente el paso de los años no le ha sentado nada bien a sus diálogos, que vistos a día de hoy se tornan ingenuos e infantiles, salvándose únicamente algunos de los más picantones. Un pero demasiado grande para una película que se basa en los diálogos ya no solo para mantener la atención del espectador, sino como guía de toda la acción.

De todas formas sólo por ver la escena final en la comisaría, que nada tiene que envidiar a cualquiera de los Hermanos Marx, merece la pena echarle un vistazo (o dos).

El film se nos presenta con una increíble fuerza visual, fruto de una cuidadísima fotografía, Pronto podemos darnos cuenta de que no se trata del típico western. Sus imágenes, aliñadas con el imponente Vincent Cassel y la belleza psicópata de Juliette Lewis, nos llevan en volandas por una historia con escasa sustancia, detalle que, sorprendentemente, a nadie parece molestarle.
Pero llegamos al tercer acto, momento en el que nos enteramos que la película tiene un subtitulo algo extraño: “la experiencia secreta”. Resulta que los indios han decidido patrocinarse una ronda de chupitos psicodélicos que serían la envidia de cualquier garito de Ámsterdam.

Y la cordura desaparece para no volver...

Pues no se lo imaginen más, que ya se realizo bajo el título de "The Frighteners".

Ver el nombre de Zemeckis en cualquier producción es sinónimo de cine familiar de calidad, esas películas aptas para que las disfruten tanto el abuelo como el niño y que no pretenden nada más que hacer pasar un buen rato.
Y para ello el amigo Robert vuelve a contar con Michael J.Fox. como actor principal, uno de esos extraños casos de Hollywood en el que el chico insulso y anodino se convierte en el mejor representante de la clase media americana y por consiguiente, en un ídolo de masas. Esta sería la última película de la estrella de los noventa que dejaría la gran pantalla aquejado de la enfermedad del Parkinson, y por ello también será siempre recordada.

Y como no hablar del amigo Peter, que cuaja una de sus mejores películas haciendo uso de su dominio de la cámara y su pasión por los efectos especiales, principal atractivo de un film que hizo que el gordo neozelandés se convirtiera en la primera opción para dirigir la trilogía de los anillos. Los fantasmas que acompañan a Fox son verdaderamente carismáticos , y no menos espectacular es el personaje del asesino en serie.

Lástima que el tono ñoño, casi de cuento, no le permita despegar aún más. Y es que es lo malo de que la Universal y la Disney se pongan a hacer un thriller, que al final siempre queda todo pastel, pastel…

Sinceramente para ver esto me trago una de la Riefenstahl, que al menos ya voy preparado de antemano y disfruto gratis de una clase de realización.

Sólo hay que mirar la fecha en la que esta datada el film, en plena segunda guerra mundial, para darse cuenta de las razones por las que se ha filmado esta película. Supongo que a todos los soldados aliados se les saltarían las lagrimillas y se les hincharía el orgullo al verla, pero hoy en día su mensaje subjetivo y cantoso hace vomitar. La sutileza brilla por su ausencia, y conociendo a Renoir sólo encuentro en ello dos posibles respuestas: o que la gente con tanto lío no estaba para intentar asimilar las metáforas y decidieron ir al grano directamente para que nadie se perdiera ni un detalle o que habían bajado el nivel mínimo de coeficiente intelectual para entrar en el ejército. Haciendo caso a mi amigo Ockham, me inclino más por la segunda. La inminente entrada en la contienda asustaba y mucho.

Además eso de llamar a filas pero criticando únicamente de una forma sutil a los nazis tiene un tufillo a que los señores de Hollywood aún no tenían muy claro si Estados Unidos se mojaría el culo en el conflicto o no, por lo que más valía prevenir que curar.
La salvan el crack Laughton, excepcional como siempre, y los ojos de O´Hara, de los que se enamora uno al instante.

Panfleto en celuloide, paradigma de película que no aguanta el paso de los años.