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España España · malaga
Críticas de alcaide
Críticas 603
Críticas ordenadas por utilidad
7
9 de diciembre de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso como unas simples declaraciones, pronunciadas en estado ebrio, pueden cambiar el rumbo de una carrera, hasta el punto de estigmatizar a su responsable y apartarle de la primera línea de fuego, en la desde siempre hipócrita industria norteamericana.

Por suerte, la figura del productor ejecutivo, del que se pueden contar varias docenas en los títulos finales, salen al rescate de un director de la talla de Mel Gibson, un tipo auténtico, que pese a contar con una filmografía más bien escasa, ha sabido funcionar como consuelo para al alma del viejo cinéfilo, gracias a un estilo contundente, que sabe respetar el aliento clásico, y mostrarse al mismo tiempo infectado de una épica feroz, de esas que se quedan grabadas a fuego en el subconsciente colectivo.

Fiel a sus principios, Gibson escoge una historia real, como lienzo sobre el que desarrollar su particulares obsesiones, entre las que destaca su gusto por las escenas de acción, terreno que domina a la perfección, tras haberlo ejercitado desde su rol de estrella del género durante años.

Tres guionistas, ente los que se encuentra Randall Wallace, con quién el realizador ya colaboró en Braveheart, al servicio del mismo número de actos, muy bien diferenciados, y que transitan del costumbrismo del principio, algo aletargado, al período de instrucción, más dinámico aunque poco original, para concluir en la parte bélica, justo el punto donde Gibson desata su clásica orgía de sangre, y el film adquiere momentos de gran cine, por mucho que el desarrollo narrativo muestre cierta inconsistencia emocional, en ese desequilibrio que se plantea entre el pacifismo, y el placer culpable que supone vibrar con un ejercicio de estilo dominado por lo brutal y lo salvaje.

De justicia es señalar el buen trabajo de Andrew Garfield como protagonista, no es fácil sacudirse las telarañas de críticas que empañaron en parte sus inicios, para ponerse en la piel de Desmond Doss, el joven médico militar al que da vida con convicción y firmeza, bien acompañado Teresa Palmer, que confirma su candidatura a nueva diosa en el Olimpo Hollywoodiense, y por actores veteranos como Vince Vaughn, o Hugo Weaving, siempre ideales para roles secundarios.

Por último, y con la esperanza de no estar ante la última bala en el cargador del Gibson realizador, queda bastante claro que, con mayor o menor fortuna, su trabajo siempre supone un chute de adrenalina necesario, con el que al menos, se consigue disipar un tanto el hastío provocado por la mayoría de producciones, insertadas en el algo oxidado engranaje de nuestro bendito planeta cine.



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alcaide
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4
9 de marzo de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El idilio entre Spielberg productor y Dante director se alargó durante toda la década de los 80, buena muestra de ello es "El chip prodigioso", film claramente basado en " El viaje fantástico" de 1966 dirigida por Richard Fleisher, donde ya se introducía un submarino en el interior de un cuerpo humano.

Cuesta mucho creer que Joe Dante esté detrás de la cámara, no hay ni rastro del joven y brillante realizador que tanto sorprendío a principios de la década con títulos como "Aullidos" o "Gremlins", esta última también producida por Steven Spielberg, precisamente es en ese título donde Dante se convierte en concesivo, si bien aún mantiene cierto pulso independiente a sus ideas, queda claro que con "El chip pordigioso" se ha dejado vencer por Spielberg, un triste ejemplo de talento aplastado por el que es más poderoso y no deja a los demás expresarse más allá de su propio ombligo, el que dude de esta realidad que consulte el rodaje de "Poltergeist" y porque Tobe Hooper tuvo que abandonarlo precipitadamente.

Del film en si, resulta evidente que es un título menor, ha envejecido mal, tiene sus momentos, sobre todo aquellos en los que resulta imaginativo, pero por desgracia se pierde en un exceso de comicidad que acaba por oscurecer la parte científica, de lo de Martin Short mejor ni hablar, menudo actor horrendo y sin gracia, se las arregla bastante bien para ser el punto más negativo de la cinta.

Como anécdota, Meg Ryan y Dennis Quaid iniciaron un romance real más allá de sus personajes que duró hasta hace bien poco.

Destacar la BSO de Jerry Goldsmith, uno de los mejores compositores de todos los tiempos, también el tema de Rod Stewart "Twistin' The Night Away" y el Oscar a los mejores efectos visuales de 1987, visto hoy, resulta curioso el premio con lo mal que le han sentado los años.

Para nostálgicos de la década prodigiosa, me considero como tal y reconozco que no he sido capaz de volver a verla completa las pocas veces que he vuelto a acercarme a ella, como digo, carece de los valores necesarios para perdurar.
alcaide
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8
28 de abril de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Injustamente, esta es, una de las películas más olvidadas de Woody Allen, injustamente porque es una de sus mejores obras, una película hecha desde el corazón, con un personaje entrañable interpretado con grán oficio por el mismo, un perdedor de esos que te roba el alma en cada plano y te descubre un punto de vista extramadamente humano del genio de origen judío.

Allen mantiene aún la "chispa" de su etapa como cómico y eso se plasma muy bien en el metraje, fotografiada en un hermoso y elegante B/N y con un metraje ajustado e inferior a 90 minutos, es de agradecer siempre saber contar historias sin necesidad de alargarlas innecesariamente.

Una auténtica delicia, el que no la haya visto que no dude en acercarse a ella, la convertirá sin duda en una de las favoritas de su director.
alcaide
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8
4 de octubre de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El extraño eje actual sobre el que gira el Séptimo Arte, es para partirse de risa, anunciada la existencia de un film centrado en la figura del villano más famoso y carismático de DC, no fueron pocas las voces que tildaban la apuesta de fallida, y la interpretación de su protagonista como ridícula, pese a que era evidente que pocos o ninguno podían haberla visto.

Tras su paso por el prestigioso Festival de Venecia, con El León de Oro a la mejor película incluido, las corrientes de opinión giraron hacia el entusiasmo, dejando una vez más al descubierto esa habitual desinformación, la cual representa uno de esos males endémicos, que las cada vez más omnipresentes autopistas de la comunicación han generado tras el cambio de siglo.

Quizá toda esta estrambótica secuencia de acontecimientos, no deje de ser un fiel reflejo del convulso momento que nos ha tocado vivir, donde las noticias se muestran sesgadas o confusamente adulteradas, porque como ya sentencia el protagonista en cierto momento del film, sobre lo de creer vivir en una tragedia, pero darse cuenta que en realidad, es una comedia, resume el grado de enfermedad social al que esta expuesto el individuo, en ese punto, el villano se convierte en una referencia, en un icono de la contracultura, y la viva imagen del descontento de una generación profundamente cabreada.

Tras la cámara, el guionista y realizador Todd Phillips recoge una serie de tendencias ganadoras para su causa, la principal, aprovechar el tirón de los personajes del cómic, dibujados durante décadas con acierto y carisma, sujetándolo a través de un filtro de realismo, que ya practicó Christopher Nolan previamente en su trilogía de Batman, con un malogrado Heath Ledger rozando la perfección en la piel de un Joker, que para ésta nueva visión, abraza los códigos del cine independiente para expresarse de forma aún más libre y contundente.

Del reparto, poco vamos a descubrir ahora del talento de Joaquin Phoenix como interprete, suyo es un escenario de tres pistas, sobre el que brilla desde la presentación hasta el desenlace, representando un particular y enloquecido descenso a los infiernos, que le lleva a convertirse en ese genio criminal sobrado de convicción, sujetando al mismo tiempo, y con firmeza, la pesada losa que Ledger dejó para la posteridad.

En el plano secundario, destaca la presencia de un Robert de Niro muy cercano al personaje que ya interpretara en 'El Rey de la Comedia' (1982), algo que no parece una casualidad, sobre todo teniendo en cuenta que nos encontramos ante un film ambientado sobre un marcado concepto retro, que claramente intenta homenajear las esencias del mejor cine del maestro Scorsese, ese estilo urbano, sucio y visceral, sobrado de energía, que encontró su mejor alianza, en sus orígenes, bajo la brillantez argumental del guionista Paul Schrader.

Finalmente, este paseo por el Ghotam más oscuro e independiente, resulta tan incomodo como memorable, sorprende que en plena era de máxima corrección, La Warner haya decidido apoyar de forma valiente un producto tan transgresor, reflejo deshumanizado de nuestra época, que en realidad puede ser válido para cualquier época, y que genera ese extraño entusiasmo por la obra y hazañas de un psicópata perturbado, aunque solo sea porque en el fondo, todos deseamos que una pequeña revolución triunfal acabe, aún de modo puntual en el reino de la ficción, con el hastío y la desilusión existencial.



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alcaide
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8
14 de enero de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La relación de Hollywood con el género musical, representa un idilio muy bien avenido, que apenas presenta fisuras, en un marco histórico favorable, que casi siempre, ha contado con la fascinación de crítica y público, como mejor aval con el que respaldar su particular universo de fantasía.

De la revolución en dicho género, ya se ocuparon grandes autores como Bob Fosse, allá por los ya lejanos años setenta del siglo pasado, el momento de ruptura formal con el Hollywood de la Época Dorada, esa misma que parece querer resucitar, con grandes dosis de nostalgia, el joven Damien Chazelle, responsable de la excelente "Wiplash", en este recorrido por La Ciudad de las Estrellas, intentando no obviar ese necesario aliento dramático de la que toda producción, independientemente de cual sea su temática, debe hacer gala.

Presentada en el momento adecuado, ese en el que las productoras lanzan sus mejores ofertas de cara a la temporada de premios, y diseñada para efectuar un perfecto canto de sirena con el que atraer al respetable, La La Land es un paseo encantador por los mecanismos clásicos del musical, un territorio que para este que os escribe, puede ser un camino tortuoso por las vías de sufrimiento edulcorado más insoportable, pero que gracias a la habilidad de Chazelle tras la cámara, queda amortiguado incluso en los momentos más románticos del film.

Buena culpa de ello, y como factor extremadamente positivo, tiene su complice dúo de intérpretes, un Ryan Gosling mejorado, que lejos de la influencia de Nicolas Winding Refn, mejora su registro gestual, reforzado por el talento de su vibrante pareja de baile, la incomparable e incombustible Emma Stone, posiblemente, la mejor actriz de su generación, viviendo además su mejor momento, como estrella más brillante en el firmamento del planeta cine.

De la mencionada Wiplash, Chazelle mantiene el vigor, y también parte del discurso de aquella, centrado en la historia de un rebelde pianista de jazz, que al igual que ese despótico profesor al que daba vida J.K Simmons, piensa que la música, como analogía del propio cine, debe reinventarse, aunque siempre desde el máximo respeto a los clásicos.

Mucho debe la película, como todo buen musical, a la figura de la coreógrafa Mandy Moore, impulsora del prodigioso arranque en un solo plano secuencia sin cortes, y como no, a la banda sonora de Justin Hurwitz, cabezas visibles de un acabado técnico que luce realmente deslumbrante.

Por último, cabe celebrar el buen trabajo en el desarrollo argumental, en un guión original que firma el propio realizador, los cimientos necesarios sobre los que intensificar el mensaje de un film, por el que transitan los ecos de "Cantando Bajo la Lluvia" (1952), ejemplo de gran metacine, al que no solo roba el fondo narrativo, tomando prestada igualmente la magia de la puesta en escena, y el tono de fantasía estético, que pese a algún receso de intensidad en su parte central, se las arregla finalmente para volver a hacer girar, con incuestionable entusiasmo, ese pesado y oxidado engranaje de lo que una vez fue conocido como Fábrica de Sueños.




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alcaide
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