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Críticas de kubrick_is_alive
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Críticas 131
Críticas ordenadas por utilidad
4
21 de octubre de 2015
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alguien se aventuró, hace ya diez años, a etiquetar a Eli Roth como uno de los enfant terrible del cine de terror moderno, justo cuando otro niño malo apellidado Tarantino decidió apadrinarle y cobijarle en su regazo. Y lo cierto es que, en vista de la sangre y vísceras a borbotones que bañan los fotogramas de “Cabin Fever” o “Hostel”, tenía todo para serlo. Pero sobre todo, porque Roth es un cachondo mental, un cineasta que con una buena dosis de mala leche aprovecha para cargar contra temas tan espinosos como los prejuicios raciales con la misma comicidad y naturalidad con la que cercena un miembro viril o hace saltar un ojo.

En su postergada “The Green Inferno”, ese director cachondo al que muchos echábamos de menos está presente. Una niña corriendo con una pierna cortada en su mano, el divertido ataque inicial de los nativos, el momento diarrea o el momento masturbación… Y por supuesto, su crítica abierta hacia la hipocresía de los activismos sociales y una madre Naturaleza de lo más puñetera que emprende una especie de venganza poética contra aquellos que tratan de defenderla. Es decir, para bien o para mal, para acierto o vergüenza ajena, pero esos momentos están ahí.

Sin embargo, lejos de que pueda entretener durante su metraje, y de estos instantes de cachondeo marca de la casa, “The Green Inferno” no supone la vuelta que Roth merece después de sus prometedores trabajos previos. Malos actores –sólo destaca Lorenza Izzo, pero dentro de la mediocridad interpretativa general-, y una realización, una banda sonora, unos efectos digitales y una fotografía más propias de la calidad de un producto televisivo que de uno cinematográfico. Tarda en arrancar, sí, pero eso es lo de menos. Es su mala factura técnica lo que la hace una propuesta del montón.

Por si fuera poco, este homenaje nada disimulado al cine de Sergio Martino, Umberto Lenzi o Ruggero Deodato no está a la altura siquiera de sus referentes. Una vez entra en situación y empieza lo bueno, se queda bastante corta en gore y salvajismo con respecto a sus maestros italianos, y tira de planos cerrados y cortos y de mover la cámara de manera nerviosa para mostrar lo menos posible. Una versión de lo más light de un tipo de cine más visceral, más directo a la yugular, obra de un señor al que sus admiradores defenderán encadenándose a un árbol. Para los demás, es un enfant ya no tan terrible.

A favor: Lorenza Izzo, elevándose por encima de la mediocridad de sus compañeros, y sus momentos de cachondeo
En contra: la mala factura técnica, las interpretaciones generales, y que es demasiado suave
kubrick_is_alive
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8
7 de mayo de 2015
24 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya lo decía el personaje de Jamie Kennedy en la primera “Scream”, cuando enumeraba las reglas básicas para sobrevivir a toda buena película de terror: el sexo está prohibido. Todo aquel que lo practique recibirá una muerte cruel y dolorosa. El segundo trabajo tras la cámara de David Robert Mitchell lleva hasta el extremo esa premisa, y convierte el coito en un arma de múltiples filos, como la que se cobraba numerosas víctimas en Crystal Lake o el cine de Eli Roth.

“It Follows” viene a ser un slasher psicológico, una película en la que el “asesino” te persigue y no descansa hasta dar contigo, le lleve el tiempo que le lleve alcanzarte. No reinventa las fórmulas del género, y en realidad todo en ella suena a ya visto, por mucho que intenten venderla como lo más transgresor que le ha ocurrido al terror en los últimos tiempos. Es puro cine oriental trasladado a un universo atemporal –no hay ordenadores, ni televisores modernos o teléfonos móviles, sólo un ebook con forma de concha nos devuelve al presente- regido por una serie de reglas, un ritmo y una atmósfera que rememoran ese cine de género modesto en el que el golpe de efecto se lograba a base de ingenio y saber hacer. Es decir, es como llevar “Ringu” al vecindario y la época del “Halloween” de John Carpenter.

Y pese a sus muchas referencias, el cineasta consigue apropiarse de todas ellas y hacerlas propias. Porque posee grandes ideas y sabe cómo plasmarlas en pantalla con efectividad. Éste es el gran acierto de esta película, que te sirve algo ya masticado con una presentación alejada de los convencionalismos del terror contemporáneo. Tiene un sentido de la planificación de las escenas soberbio, en el que el travelling circular, el plano fijo y la estupenda banda sonora sirven como perfectos mecanismos para generar tensión, para que el espectador se remueva en su butaca y no olvide escenas como la de la silla de ruedas, o la del primer ataque en casa de esa “cosa” que persigue a la protagonista, una Maika Monroe que se convierte en otro de sus puntos positivos, y desde ya en toda una scream queen.

Por supuesto, no es un trabajo perfecto. Por el camino se deja algunos agujeros gordos de guión –el plan final en la piscina, cogido con pinzas- y ciertos momentos efectistas que logran el susto fácil –la escena en casa del vecino, el ataque en el cobertizo de la playa- y que no encajan del todo con el clima general de la historia. Pero aún así se agradece este golpe en la mesa de un director a tener en cuenta, que demuestra que en el séptimo arte, aunque todo esté inventado, siempre se puede transgredir las normas. Ahora bien, nunca la de que el sexo puede matar, y de que la monogamia y la fidelidad son la salvación de la condenación eterna. Estamos avisados.

A favor: Maika Monroe, la planificación de escenas, la banda sonora, su halo atemporal, lo bien que juega con sus referentes,…
En contra: algunos escollos gordos de guión y ciertos momentos efectistas prescindibles
kubrick_is_alive
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1
14 de noviembre de 2014
24 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más importante que el hecho de que Michael Bay esté detrás de la producción de “Ouija”, cuya alargada sombra estilística no asoma afortunadamente por ninguno de los fotogramas de la película, es el que tras ella también esté implicado Jason Blum, un hombre que ha hecho de la escasez de presupuesto y recursos una de las herramientas más poderosas del cine de terror reciente. Vale, puede que los guiones y los resultados finales de las distintas “Paranormal Activity”, “Sinister”, “Insidious” o “The Purge” no estén del todo equilibrados entre sí, pero no se puede negar que en cada una de estas producciones de Blum la economía de medios ha jugado a su favor a la hora de tirar de ingenio para activar los resortes más básicos que rigen el género.

No ocurre así con esta nueva propuesta. “Ouija” trata de advertirnos de los peligros que el mítico juego de mesa paranormal puede albergar, pero el debutante Stiles White ha recurrido a la opción B a la hora de manejar su discreto presupuesto, que pasa por explotar los tópicos del cine de terror hasta el extremo. Aquí lo que tenemos es una excusa, el tablero propiamente dicho, para servirnos una especie de slasher ochentero en el que un grupo de adolescentes cuyas vidas nos importan más bien un comino van cayendo uno tras otro a manos de un ente espiritual. Por supuesto, sin un ápice de tensión, sin ningún atisbo de originalidad y rellenando el metraje con unos cuantos sustos bastante efectistas pero muy poco efectivos.

Pero, lo peor de todo, sin que se vislumbre en ella ni un solo atisbo de ganas por parte de sus responsables. Lo que hay en “Ouija” es una absoluta indiferencia general, tanto en la aséptica puesta en escena, incapaz de provocar desasosiego pese a la práctica ausencia de luz durante su desarrollo, como en un guión tan lleno de tópicos como agujeros, con resoluciones tan apresuradas –ay, ese anticlimático final- y poco lucidas como las muertes de sus protagonistas.

Lo que queda es, sencillamente, la adaptación de un juego de mesa como bien podría haber sido el Hundir la Flota o el Monopoly, pero que dada su naturaleza es carne de terror. En el caso que nos ocupa, un terror aterciopelado, repleto de los tics habituales del género, sin sangre ni terror propiamente dicho. Ni la presencia sorpresa –siento el spoiler, pero a estas alturas lo mismo me da reventar la sorpresa- de Lin Shaye ayuda a que nos divirtamos un poco. Lo dicho, un juego para niños. Pero uno aburrido y soso, al que no dan ganas de jugar. Más terrorífico habría sido adaptar el juego de la oca.

A favor: la inesperada presencia de Lin Shaye, aunque se luzca más bien poco
En contra: todo
kubrick_is_alive
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7
24 de agosto de 2015
22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
De toda la filmografía austriaca reciente, quizá no podamos mencionar a un director más influyente que Michael Haneke, un cineasta que ha sabido como muy pocos jugar con el espectador para hablar de la violencia sin necesidad de ser violento, a través de atmósferas pulcras y enrarecidas –“Funny Games”- o distorsionando de manera inocente pero malévola a los seres supuestamente más puros del planeta, los niños –“La cinta blanca”-.
A partir de ahora, habrá que recordar otros dos nombres surgidos del país europeo, pertenecientes a toda una sola de directores que han acuñado un nuevo cine de género en el continente. Con su ópera prima, Severin Fiala y Veronika Franz aúnan esa maldad inherente y cándida del cine de Haneke con las propuestas más salvajes de Fabrice du Welz o el terror galo.

Lo que plantean en “Goodnight Mommy” es un macabro cuento sobre las consecuencias del estrés postraumático en la mente infantil, en esos pequeños seres a los que creemos incapaces de la mayor de las atrocidades. Y se toma su tiempo para asentar sus bases. La película se divide en dos partes. En la primera la acción es pausada, pero nunca aburrida ni pesada, y sus directores la aprovechan para tejer esa atmósfera viciada por la que se mueven sus personajes, contrapuesta a la limpieza del blanco de las paredes de la casa de diseño en la que habitan. Juegan de manera extraordinaria con el público para hacerle ver fantasmas donde no hay más que drama familiar, para que acompañe a esos dos niños en la fantasía de que su madre –excepcional el trío protagonista- ha sido reemplazada por otra persona.

En su segundo acto, sus responsables pegan un sonoro golpe en la mesa, el cuento se va volviendo cada vez más oscuro para dar paso a la violencia, y empiezan a coquetear con el torture porn, sin dejar el terror psicológico y el drama a un lado. Consiguen sembrar de manera excelente la duda en el espectador, hasta llegar a un final cuyo giro argumental quizá sea lo más forzado del conjunto por su elevada previsibilidad, además de algún detalle de guión poco explicado y explotado, como la figura del padre o la razón por la que permanecen los niños solos en casa en ausencia de la madre.

Pero son detalles que no afectan al resultado final. Lo que realmente resalta en “Goodnight Mommy” es su perturbador análisis psicológico de la maldad infantil y cómo focalizan los niños una tragedia en aras de dicha maldad. Un trabajo con claras reminiscencias a “El otro”, de Robert Mulligan, que es pura sutileza pero que a la vez presenta una crudeza difícil de digerir, y que obligará a seguir a sus creadores con lupa.

A favor: la atmósfera, la tensión que transmite, y cómo juega con el espectador
En contra: el giro final, previsible, y algún detalle de guión poco pulido
kubrick_is_alive
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6
29 de junio de 2015
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
El “chiller”, además de un término anglosajón que sirve para denominar a una máquina frigorífica utilizada para enfriar agua, también es utilizado para hacer alusión al cine de terror en general y a cualquier historia con toques terroríficos. Pero también podría acuñar perfectamente, dentro del propio género, a todas esas películas que combinan el thriller, la comedia y el terror propiamente dicho, una mezcla que recientemente dio una antología de serie B altamente recomendable y con espíritu paródico titulada “Chillerama”.

“Creep” podría enmarcarse dentro de este subgénero no reconocido. La ópera prima de Patrick Brice cuenta con un planteamiento extremadamente modesto. Aaron –el propio Brice- acude a una cabaña respondiendo al anuncio de Josef –Mark Duplass, también coautor del guión-, que le ofrecerá mil dólares por filmar un día de su vida antes de que el cáncer acabe con él, como recordatorio para su hijo nonato Buddy, en una especie de versión moderna de “Mi vida”. Sólo dos actores. Un único escenario. Y el found footage como mecanismo de narración.

Poco más conviene saber de la trama de la cinta, pero podría resumirse en un cruce entre “Harry, un amigo que os quiere” y “Un loco a domicilio”. Muchos sentirán que la propuesta tarda en arrancar y que es aburrida en su primera mitad, pero el cineasta consigue imprimir una constante sensación de amenaza que acabará estallando tarde o temprano, amparándose especialmente en el excelente trabajo de Duplass. Sin embargo, como aliciente, aunque en su conjunto es previsible que algo malo ocurre con el personaje de Josef, se preocupa por no ser convencional y no dar al espectador lo que espera, no cayendo en la violencia gratuita ni en el slasher de manual.

Y pese a que en ciertos momentos el recurso del found footage se antoja demasiado forzado y no está del todo justificado –Aaron grabándose a sí mismo mientras duerme-, que tenga sustos forzados aunque bien justificados dada la personalidad de ese lobo que no sabe cómo expresar su amor que es Josef, lo realmente escalofriante es que lo que te cuenta podría ocurrirle a cualquiera. Lo hace de una manera perturbadora, haciendo predominar el humor negro sobre el suspense. Tan perturbador como ese tramo final que supone todo un hachazo por la espalda. De una manera muy creepy, como reza su título.

A favor: Mark Duplass, que no da al espectador lo que espera, su perturbador humor negro, y el tramo final
En contra: el found footage no siempre está bien justificado, puede dar la sensación de que tarda en arrancar, y algún susto forzado
kubrick_is_alive
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