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Críticas de alexsespinar
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
7
30 de abril de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente estemos ante una de las películas más oníricas e independientes de la historia moderna del cine. Y como no podía ser de otra manera todo ello irá de la mano de Denis Villeneuve, que dejará al espectador pensativo incluso varías horas después de que termine la película. Esa es la esencia del buen cine en mi opinión, que una película cree en ti esa sensación y haga que tu cabeza de vueltas entorno a ella durante un buen rato, días o incluso permanezca en tu recuerdo.
Estrenada en 2013 y basada en la novela de José Saramago ‘El hombre duplicado’, admito que hasta el día de hoy –y bendito sea el confinamiento en este sentido– no había tenido la oportunidad de verla. Tampoco he leído la novela así que no entraré en comparaciones con la obra de Saramago, como es lógico.

Enemy narra la aburrida vida de un perturbado profesor de universidad que de pronto cambia completamente cuando se encuentra con una persona idéntica a él gracias a una película que éste alquiló en un videoclub. A partir de ahí Adam (Jake Gyllenhaal) se verá abocado a indagar y buscar si realmente existe o no parentesco entre ambos. Esto es lo que Villeneuve, –teóricamente insisto– nos da a entender. Sin embargo la película es mucho más profunda y perturbadora.
Lo que nos cuenta Villeneuve no es relativamente algo complejo de entender a simple vista ni pese a que se nos vayan mostrando algunas imágenes extrañas, oníricas o más bien metafóricas. Una vez finalizada, te darás cuenta que hay varias teorías al respecto (no quiero hacer spoilers) y ahí es donde tu propia imaginación debe analizar y enlazar lo sucedido (muy importante la primera frase del film)... lo que viene siendo comerte la cabeza, vaya.
Sí que lo es sin embargo el apartado visual y sonoro. Especialmente el apartado sonoro merece una mención destacada ya que te perturba y estresa desde el comienzo. Sin ser una película de terror hacía tiempo que no sentía esa sensación de agobio y paranoia permanentes.

En lo visual, destacar paisajes lúgubres, fríos, escenarios reducidos y recurrentemente oscuros –muy Villeneuve– y tonos en escala que oscilan entre pastel, beige y harina de avena. Todo ello recubierto de una atmósfera cargante y con esa misma sensación de claustrofobia o asfixia sólo paliada con algún intermitente plano al aire libre. Magistral en ese sentido también Daniel Bensi, que con su banda sonora consigue lo que se propone; mantenernos en tensión y encerrarnos en esa burbuja inquietante de confusión.
En cuanto a la actuación de Jake Gyllenhaal, creo que junto a Zodiac y Enemies, son sus mejores interpretaciones. Pero si he de quedarme con una, me quedo con esta dada su complejidad al tener que dar vida a dos personales totalmente opuestos; Anthony, el motero chulo e infiel y Adam, el profesor tímido e introvertido. De una forma brillante, encarna perfectamente las dos personalidades con ciertos movimientos corporales tanto de un personaje como de otro.
La bella Sarah Gadon, encarnando a la mujer de Adam, también merece una mención, clavando a la perfección el papel de mujer despechada y dolida pero compadeciéndose de un Gyllenhaal cada vez más fuera de sí.

En definitiva, Enemy te atrapa y te envuelve desde el comienzo en un aroma de perfumada mezcla de confusión y notas de obsesión, juega contigo de una forma alegórica y al final te deja K.O. con un cierre antológico pero abierto tal como gusta a Villeneuve, de esos que crean escuela y de los que recuerdas con el paso del tiempo pese al injusto batacazo que se llevara en las salas de cine. Recomiendo que la disfrutéis relajados, abráis la mente y os dejéis llevar más allá de lo que veáis. Interpretadla como si fuese un poema repleto de metáforas. Ahí es cuando daréis con ella y sacareis vuestras propias conclusiones, todas válidas. Merece la pena.
alexsespinar
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8
14 de mayo de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por más que el tiempo pase, jamás dejaré de encontrar pequeños detalles significativos que nos ofrece ‘Gone Girl’, una asombrosa obra cargada de mensaje, dirigida por David Fincher y basada en el bestseller de Gillian Flynn.
La película comienza en primera persona, mostrando al protagonista, Nick (Ben Affleck), acariciando el cabello de su mujer Amy (Rosamund Pike), estableciéndose así el primer contacto con el espectador, donde se nos expone desde la perspectiva del hombre las principales cuestiones que uno se hace cuando se está casado o en pareja.

<<¿Qué pasará por su cabeza?>>
<<¿Qué nos hacemos el uno al otro?>>

A partir de entonces la trama sucede de forma sencilla aunque siempre desde líneas argumentativas o versiones distintas, muy bien enlazadas durante el filme.
Primero tenemos al matrimonio —teóricamente idílico— celebrando su quinto aniversario y donde de repente, una mañana, Amy desaparece sin dejar rastro. Veremos todo el recorrido de Nick por intentar encontrar a su esposa, desde la disputa con sus suegros hasta el agobio policial y periodístico al que se ve sometido como principal sospechoso de la desaparición de Amy.
Por otro lado, tenemos la versión narrada desde la voz en off de Amy y que queda plasmada a través de su diario, así como también será la encargada de ponernos al tanto del comienzo de la relación con Nick hasta el día que desaparece. La versión de Amy, como buena escritora de renombre que es, se narra de una forma casi onírica, de cuento de princesas abarcando en esa tesitura tanto la relación con Nick como el día que Amy desaparece sin dejar rastro. Aquí Fincher, para hornamentar aún más la versión, hace lo propio añadiéndole una sutil banda sonora de fondo—a cargo de Trent Reznor— así como también mostrando escenas rodeadas de un aura casi fantástica entre los dos enamorados paseando bajo las calles frías y nevadas neoyorquinas, con los tortolitos agarrados como protagonistas, donde todo llega a parecer idílico, consiguiendo que desconectemos de la realidad y nos traslademos por un momento a una película puramente romántica.

Este es un aspecto muy a tener en cuenta durante el metraje, ya que una vez que pasamos a la versión de Nick, —la línea argumental principal— lo bucólico y lo maravilloso desaparece, convirtiendo el escenario en algo sombrío y lúgubre, con una música totalmente opuesta, mucho más inquietante y descompasada aunque tranquila, para confundirnos y guiarnos de nuevo a que fijemos nuestro foco de atención en el sospechoso, que no es otro que Nick.

Con estas dos versiones que se irán alternando en la película, Fincher juega de forma magistral con el espectador, desorientándolo desde el principio, alternando escenas románticas con otras grotescas que nos dejarán helados y añadiendo su sello más personal con toques de humor negro que harán que soltemos más de una carcajada y mitigue ,en parte, el ambiente denso y esa sensación de tensión constante que se respira en una historia, a priori, dramática a más no poder. Gracias a esa técnica que Fincher utiliza, la película transcurre de forma mucho más amena ya que cabe recalcar que su duración es de dos horas y media.

Tampoco me atrevería a revelar mucho más a cerca de la trama porque cada minuto que pasa, a parte de valer su peso en oro, es información de gran utilidad y acabaría por hacer spoiler.
Eso sí, a pesar de lo extensa que puede llegar a resultar con ambas tramas entrelazadas, el argumento se sigue sin ningún tipo de dificultad.

La dirección de David Fincher es de categoría, su sello queda patente también en la fotografía como he citado con anterioridad.
Veremos contrastes en ambas versiones:
-El escenario de la trama principal está dotado de tonalidades oscuras, grises y apagadas, tal como debería tener toda película dramática o de intriga. La escasez de luz y esa especie de neblina que recubre la cinta de forma reiterada, harán que esta tome un aire mucho más frío y misterioso.
-El escenario idílico mostrado por Amy a penas carece de tonalidades apagadas salvo cuando la pareja entra en crisis; veremos escenarios más iluminados y con tonalidades rosáceas, pastel, siempre rodeadas de una especie de fina y suave aureola o velo difuminado, como si de un cuento de hadas se tratara.

Tampoco hay que pasar por alto las actuaciones de Ben Affleck y Rosamund Pike.
Pese a que Ben Affleck no sea santo de mi devoción, he de reconocer que en ‘Gone Girl’ está más que correcto. Como sospechoso que es, veremos a un Nick muy frío, calculador, parco en palabras y emociones, siempre ayudado por un Fincher que lo reviste en muchas escenas de un halo de cierto misterio, oscureciendo mucho más su rostro y ensombreciendo incluso su contorno, creando así una escena propiamente intimidatoria. Esa forma ambigua de interpretación, jugando con la mirada o alguna sonrisa carente de sentimiento —muy bien traída por Ben Affleck, todo sea dicho— hará que no sepamos si realmente Nick es culpable o inocente. Esa falta de empatía por su mujer recientemente desaparecida nos descolocará conforme avanza la trama, hasta el punto de no saber qué es lo que realmente le pasa por la cabeza.
Aún así, y pese a que Ben Affleck ,en teoría, sea el ‘main protagonist’, aquí quien se lleva todos los honores para mí es Rosamund Pike, bordando un personaje tan complejo —y con tantas personalidades y tesituras desiguales— como es Amy, la gran Amy. Una Amy sorprendente que veremos evolucionar desde el comienzo hasta el fundido final.
Desde su carácter, frío y calculador como su mirada, su penetrante y autoritaria voz, hasta su esbelta e inquebrantable figura como celebridad que es, todo está maravillosamente ejecutado por Rosamund Pike. Si me pongo a pensar, ahora mismo, no se me ocurre otra actriz que pudiese hacerlo mejor. Sinceramente.

El resto de mi crítica, a continuación en spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
alexsespinar
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8
23 de mayo de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inspirada en las coléricas y morales obras gótico sureñas de Flannery O’Connor, la tercera obra de Martin McDonagh (Seven Psychopaths, In Bruges) nos presenta un drama con notas western, cargado de humor negro y rodado en la America profunda y rural en el que una madre coraje buscará vengar la muerte de su hija violada y asesinada y donde, por lo visto, la policía de la zona no parece interesarse demasiado por el caso.
Dentro de la magnitud argumental de ‘Three Billboards’ también dará tiempo a tratar temas muy delicados como son la homofobia, la justicia, el abuso de poder o el maltrato a la mujer. Vamos, que con esta mezcla de ingredientes tópicos tan extremos y a la vez tan sensibles o bien te sale un mejunje para arrojarlo directamente a la basura o bien te sale un plato de alta cocina que ríete tú de Arzak y sus restaurantes de estrella Michelin. Y aquí se ha obtenido lo segundo, una maravilla visual e interpretativa.

Mildred (Frances McDormand) es una madre divorciada repleta de frustración y odio por la reciente pérdida de su hija a manos de un violador. Ante la pasividad de la policía por intentar buscar al culpable, —se excusan en que no tenían pruebas suficientes— Mildred, harta ya de la situación, decide contratar tres vallas publicitarias para llamar la atención del pueblo y culpar al sherif de no hacer más por encontrar al asesino de su hija, fallecida siete meses atrás. Aquí veremos cómo gira por primera vez la trama de la película, consiguiendo Mildred con su gesto provocar una reacción totalmente opuesta; que el pueblo se ponga de parte de la policía.
A partir de entonces, Mildred se verá envuelta en un sinfín de situaciones extremas donde el director, brillantemente, las adorna con dosis de un humor negro pocas veces visto en situaciones así.

Porque si hay que destacar una palabra que defina al filme por encima del resto es esa; extremo. Pasaremos de un extremo a otro en cuestión de segundos, algo a priori, surrealista y e incluso podríamos catalogarlo de escena de tebeo pero que indudablemente refresca un género muy estancado y monótono de por sí.
De estar inmersos en mitad de una bronca donde vuelan los cuchillos, al llanto por parte de los protagonistas para acto seguido terminar abrazados de la risa en un giro de 360 grados, y todo en un abrir y cerrar de ojos.
Con esto quiero decir que la película rebosa en matices y detalles pese a que el ritmo sea irregular, cosa que es de agradecer por mi parte. Desde el odio con el que Mildred afronta su particular ‘vendetta’, a la resignación por no poder encontrar una solución o incluso a sentirse, en parte, culpable de la muerte de su hija. Los altibajos emocionales están presentes desde el inicio y son un punto a favor en el desarrollo del film, renovando un género muy masticado en el que la trama sucede en secuencias de A-B-C, con un ritmo siempre lineal y previsible.
Conforme avancemos en la historia, ahondaremos más en esos personajes rudos y pueblerinos, conociéndoles de una forma más directa y donde el ritmo será algo más pausado.

Aquí hay que hacer un punto y a parte porque la trama también girará en torno al cuerpo policial, el cual tendrá un peso fundamental en el desarrollo de la misma ya que es responsable en parte de la situación. Pero ello nos hará comprender que a veces los malos no son tan malos, ni los buenos tan buenos. Conoceremos especialmente al comisario Willoughby (Woody Harrelson), al que Mildred señala como responsable, un hombre autoritario que padece cancer terminal y por el que Mildred no sentirá ningún tipo de compasión pese a que éste también se siente afectado e impotente por el asesinato de su hija. Una muy buena interpretación de Woody Harrelson, siendo de algún modo pieza clave en el desenlace de la historia con varias incursiones no aptas para sensibles utilizando su voz en off.

Luego está uno de sus ayudantes, Dixon (Sam Rockwell), interprenando un dificilísimo papel de policía racista y homófobo, que no llega a eclipsar a Frances McDormand pero que tiene especial cabida y peso en la trama. Alternaremos la particular cacería de Mildred para adentrarnos un poco más en la vida este policía alcohólico que se cree superior a los demás, frustrado por la muerte de su padre y que ahora tiene que estar a cargo de su anciana y enferma madre, una madre autoritaria e influyente en el día a día de Dixon. Y por si fuera poco tendrá que lidiar con otra madre más, ésta, en concreto, sedienta de venganza. La transformación que sufrirá especialmente Dixon hará que sea junto a Mildred las estrellas del filme. Sí que es cierto, que se echa en falta el conocer algo más esa animadversión de Dixon por la raza negra o esa homofobia repentina, pero creo que parte de la culpa de ese carácter la tiene la ausencia de su padre.
Papelazo como la copa de un pino el suyo.

El papel de Francés McDormand encarnando a una madre rota por el dolor además de sufrir el maltrato por su ex marido es bestial, llegando desde el inicio al espectador con una interpretación desgarradora y divertida. Con razón se llevó un Oscar más que merecido. La cantidad de melismas que se aprecian en cada una de las escenas donde ella está presente es digno de enseñanza en las escuelas de interpretación. Esa sangre fría para aplicar el ojo por ojo a todo el que ve para después derrumbarse, emitir una arenga reaccionaria o simplemente quedarse impasible ante una amenaza es, sencillamente, admirable.

La banda sonora, una mezcla entre indie y folk con toques country, actúa como nexo de unión en aquellas escenas puramente misantrópicas, equilibrando de alguna forma momentos críticos de tensión frente a otros más suaves y sentimentales.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
alexsespinar
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7
19 de mayo de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con Bart Layton a los mandos de su primera obra cinematográfica aunque habiendo probado previamente la vertiente documental como toma de contacto detrás de las cámaras, y sin dejar del todo esta faceta aplicada también en el filme, el resultado final de ‘American Animals’ es, a mi juicio, más que satisfactorio.

La película, basada en hechos reales, narra uno de los robos históricos más ambiciosos llevados a cabo en Estados Unidos en 2004; el del conocido robo de manuscritos y bocetos de la biblioteca universitaria de Transilvania.
Aquí entran en escena los dos principales protagonistas que son, Spencer Reinhard (Barry Keoghan) y Warren Lipka (Evan Peters). Ellos son dos estudiantes universitarios y amigos desde siempre que buscan encontrarle sentido a sus aburridas y monótonas vidas. Para lograrlo, se les ocurre la “brillante” idea de robar un conjunto de libros exclusivos de la sala de colecciones especiales ubicadas en la biblioteca de Transilvania, que están valorados en torno a 12 millones de dólares y por los que, tras indagar en el mercado negro, habrían localizado a un posible comprador.
Ante la dificultad por trazar un plan efectivo y aún habiéndolo estudiado todo minuciosamente, deciden reclutar a dos colegas más con el objetivo de facilitar y agilizar el golpe.

Para lograr que el filme adquiera un tono más veraz si cabe, —recordemos que esta historia es real como bien se nos cita al principio— Bart Layton, nos recrea la historia desde dos perspectivas o puntos de vista diferentes, intentando eso sí evitar ensalzar la figura de los delincuentes:
- La primera es mostrándonos paso a paso los hechos desde el comienzo; desde que el grupo de jóvenes ladrones formados por 4 universitarios planean el robo hasta el desenlace final.
- La segunda es a través de los comentarios reales de los propios ladrones así como el de sus familiares a modo de entrevista, unos años más tarde del suceso.
Estas dos perspectivas, que se irán alternando en sendas secuencias durante el film, están muy bien argumentadas y enlazadas por Bart Layton, sobretodo cuando en ocasiones los verdaderos protagonistas intervienen para darnos su punto de vista desde un prisma de falso documental, dotando a la película de un toque más fidedigno, desenfadado y sutilmente humorístico; como si estuvieran quitándole hierro a un hecho delictivo tan grave que, a la postre, cambiaría sus vidas para siempre. Esta forma subjetiva de relatar o documentar un robo consigue que podamos empatizar de una forma u otra con los verdaderos ladrones, aunque mucho menos sin intentar justificarlos.

Otro punto a favor es su guión, que es excelente. Pero gran parte de esa culpa la tienen los personajes, sobretodo los principales, encarnando brillantemente a los ladrones.
Warren es el ambicioso líder del grupo, una persona solitaria y egoísta (adquirió una beca deportiva y la desaprovechó totalmente), muestra un carácter díscolo y en ocasiones rozando tanto lo enfermizo, que por momentos me hizo recordar —incluso en lo físico— a Malcolm McDowell en ‘La naranja mecánica’.
Por otro lado, Spencer es el estudiante de artes, una persona más empática, razonable y discreta, solitaria aunque emocional y que, a pesar de no ser el cabecilla, fue el que dio a conocer a Warren lo que había en la biblioteca y la exclusividad que poseía. Si tuviésemos que clasificar a ambos por carácter, podríamos decir que Spencer era el ‘bueno’ y sosegado de la banda y Warren el impulsivo y la voz cantante.

Desde el comienzo la película es frenética, muestra una carga dramática abrumadora, te atrapa y no te suelta. Vives junto a ellos la gestación del robo, desde los preparativos, cómo estudian todo al detalle, hasta que lo ejecutan. Todo pasa rapidísimo y solo deseas que llegue el momento en que se produzca. El hilo musical que acompaña a la trama también es excelente, ya que embriaga con una dosis de tensión extra un ambiente de por sí angustioso. Ese conjunto de detalles consiguen que te pongas más nervioso ante la descabellada estructura del plan y sientas que incluso a ti te han hecho partícipe de los hechos, logrando que tu pulsación se dispare en los momentos clave aunque sepas que el desenlace será más que previsible.

Concluyendo, ‘American Animals’ es una película interesante, repleta de acción e intriga ya que, aún a sabiendas del desenlace que todos imaginábamos que iba a acontecer teniendo en cuenta que se trataba de gente joven e inexperta, nos mantiene en vilo hasta el final gracias a un guión y dirección impecables. También posee esa singularidad que otras películas del mismo ámbito no tienen, y es, la alternancia entre los hechos en ficción y las entrevistas reales a los autores del delito. Un filme sin duda, innovador y más que recomendable.
alexsespinar
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4
10 de junio de 2020
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
A día de hoy podemos disfrutar de innumerables títulos que retratan con verosimilitud y gran crudeza los hechos que se dieron en la Gran Guerra, ya sean batallas o vivencias, y aunque parezca mentira, todavía existen temas a tratar incluso de una forma un tanto atípica como es el caso de ‘Overlord’.

Cuando uno piensa que ya no se puede exprimir nada más, cuando creemos que ya lo conocemos todo, de pronto vemos que la industria hollywoodiense junto al cine independiente siguen aferrándose a un clavo ardiendo y sacan a la luz nuevas obras que afloran como champiñones silvestres después de una tempestad. Tenemos los ejemplos más recientes con ‘Jojo Rabbit’ , ‘Inglorious Bastards’ o ‘The Captain’. Películas antagónicas, situadas en las antípodas tanto una como de otra temáticamente hablando pero con un nexo en común, la Segunda Guerra Mundial.

Y faltaba la guinda, la otra vuelta de tuerca. Partiendo del único precedente similar que teníamos con ‘Dead Snow’, esta producción de JJ Abrams junto al novel director Julius Avery nos embarca en una especie de neothriller bélico-terrorífico(?) situado en plena efervescencia de la Segunda Guerra Mundial, por así decir. ‘Overlord’ no es que sea una copia de ‘Zombies Nazis’ ya que el guión es algo más “profundo” pero indudablemente bebe de ella. Dicho esto, la película tampoco es que diese mucho más de sí como luego explicaré.

La historia nos emplaza en una misión alternativa un día antes al famoso Dday (de ahí el título de la película; Overlord, que era el nombre original que se le asignó a la operación del desembarco en Normandía). Un grupo de paracaidistas americanos son destinados a destruir una torre de comunicación en un pequeño pueblo francés, una misión que es considerada de vital importancia ya que destruyéndola, los buques aliados conseguirán apoyo aéreo sin interferencias alemanas.
Pero como es de esperar, algo se cuece en esa antena. Dentro hay un laboratorio al más puro estilo Mengele donde los alemanes hacen experimentos con los franceses para intentar crear soldados con poderes sobrenaturales y asi conseguir desequilibrar la balanza bélica.

El argumento es sencillo, parece sólido y el desarrollo de la trama es prometedor gracias a un comienzo repleto de acción no apto para cardíacos, pero conforme pasan los minutos se va diluyendo como un azucarillo hasta convertirse en un retrato bizarro y caricaturizado de algo que podía haber sido tratado mucho mejor (con más mimo) y que finalmente, acaba hundiéndose como el tercer reich.
La primera parte del metraje es básicamente bélica e irregular, —de hecho para mí es la mejor— alternándose momentos de puro tiroteo con otros más tranquilos y solo en el último tercio es donde realmente llegaremos a experimentar la sensación de estar ante una obra con tintes sobrenaturales aunque en mi opinión, falle estrepitosamente. Es importante remarcar que no es una película de zombies como tal y aún menos de terror, si bien la ciencia ficción y en este caso, los experimentos con humanos son el núcleo central de la misma. Pero creo que hay ciertos pasajes que son surrealistas o demasiado preparados donde el famoso ‘Las Minute Rescue’ sale a relucir en todo su esplendor, convirtiéndola en vulgar, dejando en mal lugar al género y restando realismo a todo lo construido anteriormente en el primer tercio del filme. Insisto en que hay detalles como la forma de experimentar con humanos que podrían haberse perfeccionado para así dotar a la película de una mínima base científica con un toque oscuro y de misterio. Sin embargo, eso lo pasan por alto y únicamente nos muestran por encima lo que es el laboratorio y algún que otro mutante con espasmos que nos hará dar un leve brinco del sofá.

En cuanto al reparto de personajes, no podían ser más clichés; desde el general autoritario, pasando por la mujer rebelde de armas tomar hasta el clásico soldado bromista o el típico secundario que va hablando y de repente estalla en mil pedazos. Por supuesto no podía faltar el malo malísimo que se convierte en el ‘final boss’ de turno. No puedo destacar a nadie porque ninguno llama mi atención. Da la sensación de haber visto las mismas interpretaciones solo que en otros géneros con distinto título.

Si hay algo que destacar (o mejor dicho rescatar) en ‘Overlord’ son sus efectos especiales. Aquí la pirotecnia está a la orden del día y por supuesto no iba a faltar. Desde el inicio hasta el fundido observaremos innumerables tiroteos, torturas, explosiones, sangre y más sangre salpicada de momentos gore. A fin de cuentas, es lo que se demandaba y es lo que te da. De eso no hay quejas por mi parte.
La fotografía junto al vestuario también es destacable. Seremos conscientes de que estamos en plena batalla ya sea por los bombardeos, el entorno y ese paisaje mermado por los estragos que dejó la guerra más sangrienta de la historia.

Sin embargo, con todo esto dicho, para mí es un tiro al aire y no la recomendaría por el firme hecho de que esta trama, ya de por sí disparatada y en ocasiones forzada tras unos primeros 30 minutos aceptables, es incapaz de ofrecer una visión plausible del conflicto y acaba sosteniéndose con pinzas para finalmente desprenderse y naufragar a partir del segundo acto. Al final, acaba convirtiéndose en otra película random de acción donde perfectamente podría situarnos en cualquier otra época que no nos hubiéramos dado ni cuenta.
Para pasar una tarde de sobremesa sin planes y si buscas saciar tus ansias de ‘tiros y hemoglobina’ como amante del género, quizá sea una buena alternativa para entretenerte, —además de que sus 109 minutos puede que te ayuden a digerirla— pero si buscas algo que indague un poco más en lo que deparó la Gran Guerra y ofrezca un mayor peso argumental, específico y verídico, aléjate de ella.
alexsespinar
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