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Críticas de Benjamín Reyes
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Críticas 117
Críticas ordenadas por utilidad
7
25 de enero de 2016
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hijo más famoso de Filadelfia vuelve a la gran pantalla por séptima vez. En 1976 a Silvester Stallone se le iluminó la bombilla y escribió el guion de la primera entrega de “Rocky”, poco podía imaginar que ganaría el Oscar a la mejor película (en detrimento de la imprescindible “Taxi Driver”, que se alzaría ese año con la Palma de Oro en Cannes) y mucho menos que el personaje de Rocky Balboa se convertiría en un icono de la cultura popular, que incluso, ha llevado a que se erija una escultura en su honor en la antigua capital de Estados Unidos.
Toda la saga goza de un gran predicamento entre una gran parte del público, pero su calidad cinematográfica deja bastante que desear, sin embargo esta nueva entrega es la mejor de todas porque rompe con el esquema de las anteriores, que desprendían un tufillo a telefilmes, en las que se contaba el ascenso meteórico de un boxeador procedente de un estrato social bajo hasta ser campeón de los pesos pesados, secundada por la pegadiza banda sonora de Bill Conti y un montaje para amnésicos. El éxito de la saga de Rocky reside en su simplicidad y en que muchos espectadores se hayan identificado con su protagonista.
“Creed: la leyenda de Rocky” es en puridad un “spin off”, en que Rocky Balboa no se sube al ring sino que ahora entrena al vástago secreto de uno de sus grandes rivales: Apollo Creed (encarnando por Carl Weathers en cuatro entregas). Es por eso que el prólogo nos muestra la vida de Adonis Creed en un correccional en que ya hacía sus pinitos como púgil marrullero y luego, ya adulto, su intención de dedicarse al boxeo renunciando al apellido paterno. Stallone se mete en la piel de un Rocky achacoso, que ya está retirado y ve la cercanía de la muerte (elocuente es su visita al cementerio). Su interpretación la ha valido un Globo de Oro y una nominación al Oscar al mejor actor secundario, un premio que todavía no tiene, y en que tiene serias opciones de ganar por el que, probablemente, sea el mejor papel de su carrera.
Ryan Coogler revisita el personaje de Rocky Balboa de forma muy inteligente, apoyado en un guion coescrito con Aaron Covington. La presencia de Rocky aparece de forma gradual, a los ocho minutos vemos un vídeo de Youtube de una de sus míticas peleas y a los 16 minutos contemplamos unos turistas sacándose instantáneas en la escultura ubicada en las escaleras en la que alzaba los brazos tras un intenso entrenamiento en la película seminal. Asimismo, el entrenamiento y los dos combates que veremos se muestran de forma diferente, incluyendo fichas visuales de los contendientes a través de una imagen congelada y datos técnicos. Y no emplea el recurso fácil de emplear una fanfarria conocida por todo quisque como son los archiconocidos sones de la música de Bill Conti, que solo suenan en el combate final en un momento puntual.
El boxeo es el deporte cinematográfico por antonomasia y ha legado grandes títulos a la historia del cine como son “Marcado por el odio” (1956), “Toro salvaje” (1980) o “Million Dollar Baby” (2004), pero ninguna de las siete entregas de la saga de Rocky entra en este selecto grupo. Segundos fuera.
Benjamín Reyes
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5
26 de enero de 2015
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Da la impresión de que David Ayer ha querido con “Corazones de acero” (imaginativa traducción del original “Fury”) rodar su película sobre la Segunda Guerra Mundial, trasladando la ambigüedad moral de sus habituales personajes policíacos (“Dueños de la calle”, 2008; “Sabotage”, 2014) al terreno bélico. El problema del cine de David Ayer, que en 2001 firma los dispares guiones de “Training Day” y “A todo gas”), es que aspira a escribir algo similar a la sólida trama de “Los amos de Brooklyn” (2009), pero se bifurca por el camino.
Aquí, para más inri ofrece una maniquea visión de los estertores de la contienda entre los tanques estadounidenses (concretamente el Sherman M4) y los alemanes (cuyo buque insignia era el Tiger, del que solo se fabricaron 1.354 unidades y de las cuales todavía existen seis, uno de los cuales aparece en la película) que se vislumbra desde los títulos de créditos iniciales y la primera escena en la que un jinete nazi se aproxima al espectador y es aniquilado por un “heroico” Brad Pitt (a la sazón productor ejecutivo). Todo lo que sucede a continuación parece una reivindicación del ejército estadounidense. Salvando las distancias parece una de aquellas películas que se rodaron a principios de los 40 para animar a los imberbes norteamericanos a enrolarse con el tío Sam. Hasta el gran John Ford sucumbió a este imperativo con el olvidable título de “Hombres intrépidos” (1940).
El problema de la mayoría de los filmes bélicos es que suelen contar la conflagración desde el punto de vista de uno de los dos bandos, condicionando al espectador. Uno de los pocos directores que ha ofrecido los dos enfoques de forma complementaria es Clint Eastwood con el díptico “Banderas de nuestros padres” (2006) y “Cartas desde Iwo Jima” (2006), en el que mostraba la humanidad y sus miserias desde la óptica de los “yanquis” y de los japoneses.
“Corazones de acero” es una cinta bélica menor que alterna escenas de acción y de diálogos a partes iguales (algunos realmente lapidarios: “Los ideales son pacíficos, la Historia es violenta”) sin destacar en ninguna de las dos facetas, pero tampoco desentonando en demasía. En su debe, se encuentra un metraje excesivo; en su haber dos escenas: la secuencia de los soldados comiendo en una mesa tras arrasar una población (que pone de relieve la dicotomía entre civilización y barbarie) y la larga escena final, en la que un tanque camuflado acribilla a un batallón (aunque incomprensiblemente las ráfagas de disparos emulan ¡rayos láser de colores!). En conclusión, el quinto largometraje dirigido por David Ayer es un título irregular, que sin grandes alharacas y con algunos fragmentos plúmbeos, pretende contar una parte de la intrahistoria de la inagotable Segunda Guerra Mundial.
No es de extrañar que “Corazones de acero” no haya recibido ninguna nominación en la próxima edición de los Oscar, una de las mejores, a priori, de los últimos años, que por fin han decidido reconocer a uno de los grandes talentos de Hollywood actual: Wes Anderson. Ahora solo falta que hagan lo propio con Tim Burton, artífice de esa obra maestra incontestable que es “Ed Wood” (1994).
Benjamín Reyes
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