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Ucrania Ucrania · Sebastopol
Críticas de Hemicefalo
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Críticas 42
Críticas ordenadas por utilidad
10
2 de noviembre de 2009
58 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fiel reflejo del célebre macho cabrío (die Ziege meckert), lo pongo en alemán para que lo piensen bien. Bueno, en realidad lo que pone en alemán no es macho cabrío sino «la cabra bala» porque lo otro no se ponerlo pero, el caso es pensarlo en alemán, da igual lo que ponga. ¿Por qué en alemán? Porque en alemán se piensa mejor, es el «idioma del pensar» (Sprache des Denkens). ¿Y qué hay que pensar aquí?. (Ustedes vayan deteniéndose en las palabras alemanas, que son la clave hermenéutica).

En realidad no hay nada que pensar... salvo que vean la película en alemán, entonces, como este idioma es proclive al pensar, no como el inglés que es el idioma del no-pensar, se abren territorios inhóspitos de pensamiento. Yo, amigos y amigas, he visto la película en alemán y me ha dado mucho que pensar. Es más, la vi en alemán con subtítulos en griego clásico. No entendí nada pero me dio mucho que pensar. Éste y no otro es el camino del pensar (Denkweise).

Últimamente no hago sino pensar en este película, en Vicky Cristina Barcelona, voy por la calle y no hago sino pensar; unas veces en Vicky, otras veces en Cristina y, finalmente, cuando ya he logrado la máxima penetración, en Barcelona. Pero lo hago, ante todo, no desde una filosofía de la subjetividad, sino pensado directamente el Ser de la película. Un ser huidizo, resbaladizo, inquietante y, ante todo, que da mucho que pensar. Pensamos la cuaternidad: Vicky, Cristina, Barcelona y el papel que lleva a cabo Javier Bardem. En otras palabras: «Think, motherfucker!», esa es la cuestión. Ya la cuestión no es el «cogito» sino el «Think, motherfucker!» que sirve de antesala y slogan de la posmodernidad en la que vivimos.

Woody Allen nos hace, con este película, citando a Heidegger un llamamiento. Lo recojo por orden, dice Heidegger: «Denken, motherfucker!» (M. Heidegger, Gesamtausgabe, T. MMXXXXXIII, p. 5409) y en la entrevista del «making off» también dice Woody Allen, citando a Heidegger: «Think, motherfucker!». Por tanto, no nos queda otra que aceptar la nueva incitación al pensamiento que se abre con esta película.

En efecto, no es buena película, pero incita al pensar (Es fordert den Gedanken), y lo hace como ninguna película lo ha hecho antes porque «Es fordert den Gedanken» en inglés se dice «Think, motherfucker!» o, como decían los griegos, on tón pitón arjón (Platón, Politeia, 450c, transcrito al nuestro alfabeto por mí). Expresión, ésta, la de Platón, que en la edición inglesa de Oxford se traduce como «Think, motherfucker!» aunque algunos filólogos proponen «Think you, motherfucker!».

Tenemos, por tanto, todas las piezas para juzgar que, la película no es buena, pero en tanto «Think, motherfucker!» es una película que nos abre nuevas perspectivas. Por eso no estoy conforme con que se considere que es una mala película de Woody Allen, muy al contrario, es una nueva etapa de su carrera donde nos incita, una y otra vez, al pensar (Es fordert den Gedanken).
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Hemicefalo
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1
16 de enero de 2010
37 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de difícil visionado; dos son los motivos:

En primer lugar, el enorme cabezón de Leonardo DiCaprio es un motivo ya no sólo de inquietud sino de distracción. Cuando por un momento intentas centrarte en la perturbadora trama aparece un primer plano del cabezón y comienzan las sospechas: ¿Cómo es posible que tenga una cabeza tan grande?, ¿qué se albergará dentro de tamaño cráneo?, ¿le pesará?, ¿habrá tenido que fortalecer el cuello para que la gravedad no lo desequilibre, como Fernándo Alonso?. Luego empiezas a percatarte, gracias a una mirada fenomenológica, parece girar el enorme cabezón con cierta dificultad. Cuando intentas volver a centrarte en la trama, zassss, plano de cuerpo entero. Entonces se observa claramente: la cabeza de Leonardo es más de un tercio de su cuerpo, además la cara se extiende como unos 50 cm desde lo alto de la frente hasta la barbilla. El director hace un esfuerzo dándole velocidad a la película, dándole acción, para que no te pierdas en el cabezón inconmensurable de DiCaprio. Según mi criterio, no ha sido suficiente y por ello la película ha fracasado: el director no ha logrado un argumento que te haga olvidar la inmensidad que tiene el actor americano sobre su cuello. Esta es la dificultad de trabajar con un actor como este; además de ser malo tienes que construir una trama que evite que el virtual cinéfilo no caiga en la tentación de dejarse anonadar por el mastodóntico cabezón del actor. Inquietud, perturbación, miedo y hasta terror puede llegar a sentirse durante los planos más cercanos.

En segundo lugar: aunque apenas pude concentrarme el argumento parece ser una especie de «collage» sin ningún sentido; como una mala pintura abstracta o, peor, como esas mierdas que se hacen por el día de la Paz en los primeros cursos de primaria para tener a los chiquillos distraidos. El personaje, pese a su cabezón, parece encontrar el amor, es decir, le gusta a una chica. Esto, además de blando y ridículo, no es verosímil: nadie querría a una persona con un cabezón tan inmenso. En algunas escenas se observa como, al besarla, se oscurece todo el plano eclipsando la luz de los focos y hasta la luz natural. Además es peligroso, se le va un poco la cabeza y en vez de un beso romántico te da un cabezazo mortal.

En definitiva, mala película, quizá válida como documental de teratología pero poco más.
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Hemicefalo
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10
1 de marzo de 2008
44 de 95 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquella chica era tan bonita... no no, era un auténtico bombón. Enormes y largas piernas, exuberante cuerpo, rostro angelical y, al fin, había logrado quedar con ella. Todo fue sobre ruedas. Aunque pienso que el cine es degradante fingí que me interesaba su afición ridícula, así que, con tal de consumar mi fantasía, decidí pasar un tupido velo y aceptar acompañarla al cine. La película, pues ésta, sexoadictos, de la que no recuerdo nada porque me pasé toda la peli mirando la cabeza del tio de delante y recitando, en mi interior, párrafos de Ser y Tiempo de Martin Heidegger en alemán, en su traducción al inglés y comparándolos con la célebre traducción japonesa (todas estas las controlo de memoria sin mayores problemas y con total fluidez). Al fin, cuando iba por el parágrafo 30 (empecé por el 29) y había detectado ciertos errores conceptuales en la versión japonesa, terminó la película. Me apresuré a copiar en una servilleta las conclusiones: befindlichkeit estaba mal traducido al japones y se podía interpretar negativamente para el lector japones. Al salir, estaba férreamente erecto por la causa del pensar. La película había sido pésima.

Decidí invitarla a mi casa. Allí tomamos unas copas mientras ella me miraba mordiéndose el labio inferior. Entonces, sin esperarlo, se abalanzó sobre mí mientras se desnudaba. Su cuerpo era precioso, aunque me descentró el ver de fondo el lomo de un libro de Carnap y la situación perdió su magia. Pero, con tal de cumplir mi deseo, dejé que continuara. Acudió a mi entrepierna, totalmente fofa, por cierto, y tuve que pensar férreamente en Gadamer para lograr levantar todo aquello. Mi sueño se acercaba. Untó su cuerpo de aceite, pim pam pum y al fin...
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Hemicefalo
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1
4 de noviembre de 2007
40 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es muy mala pero señores ha llegado la hora, aprovechando el título, de preguntarnos por el significado del "ser" en estos comienzos de siglo. Ahora que la tecnociencia y el positivismo se extienden peligrosamente por todo el planeta y parecen haber socavado los cimientos mismos de la civilización occidental es el momento, sí señores, es el momento de preguntarnos por el significado del ser teniendo como horizonte, obviamente, el tiempo. Que tengamos como horizonte el tiempo, también al ver esta película, que es una forma virtual de "ser", se lo debemos a las investigaciones de Martin Heidegger, el filósofo más importante desde Hegel y también el filósofo más importante del siglo XX, que encontramos contenidas en su célebre y magnánima obra "Ser y tiempo", traducida y publicada en español bajo los auspicios del FCE o de Trotta, dependiendo de la traducción por la que nos decantemos (las dos son esencialmente legibles pero no perfectas).

"Quiero ser famosa" dice el título, pero ¿qué puede significar aquí "ser"? ¿Acaso coparticipa de lo "ente"? Sólo una investigación fenomenológica podrá desvelar el secreto, el enigma, de lo que el "ser" esconde, la auténtica verdad "antepredicativa". Aquí, en esta película, tenemos que la verdad antepredicativa se encuentra en el sujeto: "yo", sujeto elíptico (cualidades de nuestra lengua) pero, uno se pregunta, cuál es la verdad antepredicativa, es decir, previa al predicado, del "yo" que, como adelanta la película, quiere ser superfamoso. He ahí el auténtico enigma de esta película que se presenta, hermenéuticamente hablando, en el horizonte de comprensión que nos ha sido seriamente dado, que proviene de los griegos, que pasa por la roma imperial y que llega hasta la Europa cristiana de la actualidad, esta Europa posmodernamente decadente que ya no se pregunta por el "ser" porque ha olvidado el "ser" en un olvido del que tiene la culpa, sin duda, Socrates y, en especial, Rudolf Carnap.
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Hemicefalo
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1
26 de octubre de 2007
131 de 270 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película fue el exponente, allá por 1.997, del declive absoluto de la civilización occidental y la entrada en una nueva etapa de barbarie. De una sociedad que acude al cine masivamente, incluso repitiendo, para ver esta tortura de película que, además de mala, es de una extensión dolorosamente dilatada, ya no se puede esperar absolutamente nada sino la total destrucción y aniquilación de todo su potencial y, por descontado, de toda su posibilidad de perdurar armónicamente en el futuro.

Esta película marcó un antes y un después en todo análisis que se pueda establecer sobre la sociedad occidental. Su masivo seguimiento mostró a las claras que ya no se podía esperar nada de la vieja Europa y, ni mucho menos, de la joven América. Personalmente, el éxito de esta película, me hizo perder, tras largas noches de tormentosa reflexión, toda esperanza utópica que pudiera quedar en mí acerca de nuestro futuro y comprendí que la actual civilización debe ya extender la factura de su breve historia y prepararse para la hecatombe final de la raza humana. Que además fuera considerada como un logro artístico, sancionado incluso por la academia del imperio yanki, es una prueba irrefutable de que la estética y el arte han perdido la partida frente al embrutecimiento totalmente abyecto de una masa desbocada de ciudadanos absolutamente necesitados, con los ojos inyectados en sangre, de una dosis de salvajismo estético, de ominosidad tormentosa y de turbios desenlaces.
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Hemicefalo
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