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Críticas de ALESNAKE
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Críticas 201
Críticas ordenadas por utilidad
4
9 de diciembre de 2016
108 de 177 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crítica de “Hacksaw Ridge” (Hasta el último hombre)

-Gibson continúa filmando su propia expiación en la piel de otros personajes. Su garra y su nervio siguen intactos, pero con eso no se gana una guerra.
-El drama academicista, el tributo simplista y el belicismo llameante conviven en una película que casi todo lo que tiene de espectacular, lo tiene también de tosca, trivial e inconsistente.

Gibson ha vuelto, si no habíais leído nada parecido estáis algo perdidos últimamente en lo que a cine se refiere. El eterno salvaje incorregible tras renacer como tal en “Blood Father”, ha regresado tras las cámaras para contarnos la odisea de un soldado diferente, cuya única arma eran sus creencias y su inmenso valor. El personaje es Desmond Doss, un joven médico militar adventista que participó desarmado en la Batalla de Okinawa, en la II Guerra Mundial, y salvo 75 vidas. La película hace referencia constante a ese “milagro”, porque incluso siendo esta una historia real, parece una ficción en toda regla. El guion lo firman Robert Schenkkan (“The Pacific”), Randall Wallace (“Pearl Harbor”) y Andrew Knight (“The Water Diviner”), y en el reparto encabezado por Andrew Garfield, encontramos también -entre otros- a: Vince Vaughn, Hugo Weaving, Teresa Palmer y Sam Worthington. Veamos si Gibson se reintegra a filas con suficiente artillería o si debió quedarse beodo en la moqueta.
El cineasta opta por una estructura clásica para contarnos la historia del soldado Doss, no obstante hay dos partes bien diferenciadas, una primera de presentación y posterior entrenamiento militar, una segunda de guerra. Comenzamos con una presentación de la infancia del personaje y los elementos que dieron lugar a los valores que posee en su madurez. Gibson nunca ha sido sutil y en esta ocasión la brocha gorda domina el lienzo. A la presentación le sigue el entrenamiento en la base militar y los diferentes obstáculos a los que Doss se enfrenta para poder servir en la guerra. Toda esta parte carente de explosiones y cámaras lentas, es puro academicismo, corrección sin ningún riesgo. El cineasta es un narrador excelente y por eso consigue que nos mantengamos interesados por lo que pasa aunque el guion apenas tiene las agallas o la habilidad para ir más allá de lo puramente superficial. Pero aparte de una dirección elegante, un hábil control del ritmo y un montaje impecable; la primera hora destaca por sus secundarios. Sí, es cierto, Garfield es una elección de casting soberbia, siempre se le ha dado bien mostrar un gran abanico de emociones. Pero lejos de su -ciertamente- entrañable y permanente expresión melindrosa del primer tramo, otros actores como Hugo Weaving o Vince Vaughn se comen sus respectivas escenas mejorando mucho lo que la película tiene que ofrecer por si misma. Porque sin el polémico director tras las cámaras y sin el trabajo del reparto, estaríamos ante otra apuesta bélica del montón, un telefilme no demasiado brillante.
Parte de la culpa es de un guion simplón, plano y obvio, que además trivializa algunos temas de forma desaconsejable. Aquí no hay lugar para al sutileza, el matiz, el punto de vista o el tono grisáceo. El mayor problema es una vertiente pacifista que no solo no se desarrolla dramáticamente, sino que se contradice súbitamente en la segunda parte, eliminando cualquier rastro del aparente carácter antibelicista de la película. Al final, la propuesta termina siendo un mero tributo para un héroe singular, una especie de enaltecimiento patriótico. Lo que no deja de ser es una competente propuesta bélica que destaca por la increíble pericia de Gibson para la narración y por una dirección llena de potencia visual. Que precisamente alcanza sus mayores cotas en la hora final, toda ella sangre y fuego, épica sangrante, como todo su cine. Un impresionante y visceral destello infernal que es cuanto menos discutible. Por eso de que la fe en dios y los valores pacifistas (y ligera superioridad moral...) del protagonista acaban haciendo que sus compañeros renueven sus ganas de trinchar japoneses convirtiéndose en letales armas divinas de matar, también porque Gibson continúa filmando la violencia con evidente placer y excitación, lo que nunca ha dejado de ser inquietante, pero por primera vez es incompatible con las aspiraciones de su película. En los últimos minutos hay dos escenas bastante innecesarias y la cinta termina derivando hacia lo mesiánico, en especial en un plano final entre la revelación y el despropósito.
“Hacksaw Ridge” no será recordada por su atrevimiento, tampoco por su simplista dimensión dramática ni por su vena mesiánica o su paradójico mensaje antibelicista. El nuevo filme de Mel Gibson, su quincuagésimo renacer redentor, será recordado por unas escenas de batalla tan poderosas como sobrecogedoras, pues son de las mejores que el género ha dado en los últimos años. Es donde el cineasta está más cómodo, donde puede dar rienda suelta a sus problemas no resueltos con la violencia, que para fortuna del espectador, concuerdan a la perfección con sus alucinantes soluciones visuales. Gibson puede quedarse, pero la próxima vez es mejor que cambie la biblia por su rifle. Al fin y al cabo la mona siempre es mona, incluso si se viste de púrpura.
ALESNAKE
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7
26 de marzo de 2017
46 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Deben aventurarse en este viaje comprendiendo que el sentido fundamental del terror no es ser coherente, complaciente o sobrio, sino aterrador.
-Una historia interesante, una atmósfera densa y un apartado visual para perderse en él. Si les gusta el terror gótico tienen aquí una cita obligada.

Sé de sobra que no ha gustado demasiado este demente trabajo de Gore Verbinski, pero a mi me ha entusiasmado. He dejado que repose el tiempo suficiente y sigue retorciéndose en mi mente como una anguila colérica. Porque es una película bastante subversiva, que sale de los terrenos marcados y respira con pulmones propios. Uno de los trabajos más personales y autorales de este cineasta que tras sorprender con su remake de “The Ring” me cautivó con una de las mejores comedias dramáticas de la primera década del siglo XXI, “The Weather Man”, y con una cinta de animación con la que rompí el aplausómetro, “Rango”. También es cierto que su anterior película, la adaptación larga, aburrida, tópica y absurda de “The Lone Ranger”, fue una tortura; pero eso solo es porque este señor necesita salir de los proyectos de encargo y trabajar como una especie de enfant terrible surgido de Hollywood. Eso ha hecho en esta ocasión, con la ayuda del desigual guionista Justin Haythe (“Revolutionary Road”, “Snitch”), y el resultado no dejará indiferente a nadie. No esperaba menos de Verbinski.
El protagonista de la aventura es el joven y ambicioso Lockhart (Dane DeHaan), que ansía ciegamente subir peldaños hasta la cima de Wall Street a costa de quien haga falta. Evidentemente le asolan todos los males de nuestro mundo, los cuales le marcan profundamente desde muy pequeño. Su misión de ir a buscar al CEO de la compañía y llevarlo de vuelta de un misterioso balneario situado en los Alpes suizos, es el comienzo de este relato destructor, no solo de convenciones del género, sino de los males de una sociedad capitalista cuyas contagiosas raíces de ambición, apatía y materialismo están demasiado arraigadas en los fantasmas que caminan por las calles sin una pizca de felicidad o amor propio. El primer paso de un descenso a los infiernos de la carne y el alma, una maléfica purga acuífera, una novela de terror narrada con virtuosismo visual brillante, turbador y magnético. La puesta en escena de Verbinski nos lleva hacia delante sin pestañear, esperando su siguiente atrevimiento, el tiro de cámara posterior o la solución visual inesperada a la vuelta de la esquina. Puede que literalmente, porque esta pesadilla pasillesca ofrece una arquitectura del todo inquietante, y al mismo tiempo atrayente para invitarnos a dar un paso más y abrir la siguiente puerta del castillo sin saber lo que hallaremos tras ella.
El pegadizo leit motiv musical nos acompaña según el thriller se vuelve malsano y transita hacia el terror psicológico con tintes sobrenaturales, mientras Verbinski hace gala de unas influencias maravillosamente digeridas y aún mejor plasmadas, que van desde Bram Stoker, H.P. Lovecraft, J.G. Ballard, Gastón Leroux y Allan Poe en lo literario, hasta Polanski, Dario Argento, Hitchcock y Kubrick en lo cinematográfico; por ejemplo. Problemas también hay, desde luego. La película se siente errática en más de una ocasión (a veces a propósito), algunas escenas sobran y la coherencia se infravalora a un nivel que no todo el mundo quiere aceptar. No obstante, el mayor problema es el montaje. Si su primera hora es impecable, el tramo medio tiene una cuantas escenas para recortar que se pasan por alto por las habilidades de Verbinski, y el tramo final se enreda una y otra vez ofreciendo hasta cuatro desenlaces que aumentan en delirio respecto al anterior. Como todo, ésto es pura controversia, el epílogo puede ser un problema o un jolgorio macabro para el espectador, pero lo que dejan claro esos 146 minutos de metraje, es que Verbinski ha hecho la película que quería, eso no se ve hoy en día y es admirable.
Extraña, enrevesada, agobiante, chiflada, larga, sin un instante fácil, convencional o complaciente. Verbinski se adentra en el exceso y nos hipnotiza incluso cuando la lógica más básica no se encuentra de su parte. “La cura del bienestar” no conseguirá suspender la incredulidad de todo el público, pero encontrará cierto espectador que la defenderá a capa y espada como una de las mejores propuestas de terror gótico en muchísimo tiempo. Ojalá más directores de talento logren sacar adelante sus proyectos atípicos y arriesgados para enriquecer la cartelera. Mientras tanto denle una oportunidad a esta película y presten atención al perverso doctor interpretado por Jason Isaacs, y a una de sus últimas frases: “¿Sabes cuál es la cura para la condición humana? La enfermedad, porque es la única manera de que podamos tener esperanzas en una cura”.
ALESNAKE
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9
19 de noviembre de 2016
62 de 92 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Densa, aterradora, conmovedora y relevante. Una de esas películas que renuevan la fe en el séptimo arte, de esas que te remueven las entrañas.
-Todo funciona a las mil maravillas. “Arrival” es la mejor ciencia ficción en años, es una obra maestra casi perfecta.

Todo el mundo lleva muy atento al trabajo de Denis Villeneuve desde 2010, cuando estrenó “Incendies”. La valentía y la absoluta precisión de sus trabajos ha ido brotando hacia algo grande. Personalmente creo que “Enemy” era demasiado aburrida y pretenciosa para lo poco que tenía que ofrecer, pero aparte de eso la filmografía de este señor canadiense es intocable. Hasta ahora lo mejor que había dado eran los últimos 40 minutos de “Sicario”. En esos 40 minutos no sólo había derroche de técnica, innata habilidad narrativa, brillante dirección de actores, etc. Había osadía, riesgo del que no se suele ver en el cine. El cineasta tenía los bemoles de mostrar lo que nadie más se atrevía a mostrar, y hacerlo además con un impacto que te dejaba tirado en la moqueta babeando. Ahora prueba suerte con la ciencia ficción antes de entregar la secuela de un clásico imborrable como “Blade Runner”, así que los que odiamos las secuelas/precuelas/remakes y amamos “Blade Runner” vamos a ver “Arrival” con la mirada fija, candente, en la pantalla. La historia de “Arrival” está basada en el relato corto de Ted Chiang, “The Story of your life”, que fue galardonado con los prestigiosos premios Hugo y Nébula. El guionista encargado de adaptarlo es Eric Heisserer (“The Thing”, “Lights Out”) y el brillante reparto lo conforman: Amy Adams, Jeremy Renner, Forest Whitaker, Michael Stuhlbarg, Mark O'Brien y Tzi Ma -entre otros-.
“Arrival” es una película ambiciosa y muy arriesgada. Es Villeneuve cambiando las reglas del juego aún mejor que en sus anteriores trabajos. Es el cine comercial frente al cine de autor en perfecta armonía. Es una película de la que no puedo decir mucho, aunque me gustaría escribir durante horas. El cineasta nos trae este insólito retorcimiento de la ciencia ficción que más allá de su contexto deriva hacia el thriller sobrecogedor de ritmo perfecto así como hacia el emotivo y complejo drama humano. Un trabajo maravilloso y detallista sobre la comunicación, el lenguaje, la semiótica, el amor, la vida, la muerte, el tiempo, la maternidad y la colaboración (entre ámbitos, países y mundos). También una inquietante aunque esperanzadora alegoría sobre los problemas actuales de nuestro mundo. La poderosísima narración, la impecable e intimista dirección, el extraordinario montaje, la inmanente partitura de Jóhann Jóhannsson y el estupendo reparto en el que destaca una contenida pero arrebatadora Amy Adams. Todo ello funciona conjuntamente formando una película de la que se debe hablar durante años. Una película cuyas escenas iniciales y finales están dibujadas con una adecuada e hipnótica maestría al ritmo de “On the Nature of Daylight”. Así es como “Arrival” pone toda la técnica y la precisión quirúrgica de Villeneuve cara a cara frente a su asignatura pendiente, la sensibilidad, la ternura, la humanidad reflejada en la mirada pura de Amy Adams.
Tras años de alabanzas para “Avatar”, “Gravity” e “Interstellar”; al fin encuentro una película de ciencia ficción que merece todos los aplausos que ha cosechado. “Arrival” les da mil vueltas a todas las mencionadas anteriormente. Un filme importante, fascinante, humanista y pedagógico, un prodigio visual y narrativo con destellos de Kubrick y Malick, y que convierte definitivamente a Villeneuve en uno de los mejores cineastas de nuestro presente. No recuerdo en el cine reciente mejores flashbacks que los de “Arrival”, un ejemplo más de como Villeneuve es capaz de hacer indivisible lo más misterioso de un universo infinito con lo más íntimo del alma humana. Tras esta obra maestra, tiene mi bendición para “Blade Runner 2049”.
ALESNAKE
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5
28 de septiembre de 2019
90 de 150 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre anuncios de cerveza/lotería y olvidables regresiones hace ya demasiado tiempo que Amenábar no aterriza en las salas de cine españolas con una película que transmita verdadero interés. Es de esperar que, para muchos, sea su nuevo proyecto el que lo consiga; especialmente porque se trata del regreso del director a España, donde no rodaba desde hace 15 años cuando realizó “Mar adentro”. En esta ocasión nos trae un drama histórico ambientado en el comienzo de la Guerra Civil, que traza un paralelismo entre los movimientos de Franco para hacerse con el poder y las decisiones tomadas por Miguel de Unamuno ante la sublevación nacional. El cineasta chileno-español nos transporta a la década de los 30 para ofrecer una oportuna disección de la historia pasada de nuestro país que llega dispuesta a abrir los ojos sobre nuestro convulso presente.
La decisión de Amenábar de contar esta historia resulta tan comprensible como ciertamente arriesgada, teniendo en cuenta las repercusiones de estrenar una película de estas características en el mercado actual. A los fundamentos más obvios hay que sumar las diferentes decisiones artísticas de la propuesta; comenzando por una narrativa pausada y un ritmo contenido, si bien medido, que probablemente echen para atrás al gran público. Otro tipo de espectador, que seguramente apruebe dicha mesura, rechazará casi con total seguridad la convencionalidad general de la película, tan irregular como falta de garra. Tanto el guion, desigual y carente de sorpresas, como la pulcra puesta en escena resultan tan correctos como acomodaticios, superficiales si se prefiere, y nunca se atreven a bajar al fango para abrir viejas heridas; algo indispensable aquí. El mayor problema no reside en esta condescendencia, francamente errónea, sino en la maniquea reconstrucción y reducción al ridículo que el director propone en más de una ocasión. El cineasta, que logra alejar la temida caricatura en el retrato de algunos nombres y situaciones reales, sí cae en la simplificación de los mismos, especialmente en su psicología; todo un contraste frente a la delicada sensibilidad que muestra en el trazo de otras secuencias. Hay algunas decisiones/escenas que son, como poco, difíciles de perdonar. El que no da ni un paso en falso es Karra Elejalde, con una interpretación descomunal que convierte a este raro Unamuno cinematográfico en algo vivo y genial, alzando la película por encima de su lograda ingenuidad.
Una película de luces y sombras, siempre enfrentándose (como todo hijo de español según Amenábar) entre la sutileza y la superficialidad, entre el acierto lacerante y la indolente errata, entre lo loable y una puerilidad de baratillo. Se ve sin problemas lo último de Amenábar, e incluso guarda algunos momentos muy conseguidos, y aunque su pulcritud resta más de lo que suma, debido a su incompatibilidad con esta historia pantanosa, cruenta y controvertida, nos brinda a un Karra Elejalde que arriesga con una interpretación digna de Goya, y no del pintor.
ALESNAKE
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2
23 de noviembre de 2017
39 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Échenle la culpa a Whedon, a Snyder o a los ejecutivos de Warner. Justice League es, esencialmente, una mala película.
-Un batiburrillo estruendoso, deforme y manufacturado. Ni siquiera Martha podría salvar ésto.

Muchos vieron una chispa de esperanza para Warner en la “Wonder Woman” de Patty Jenkins, y aunque reconozco que era ligeramente más sólida que sus precedesoras de DC, no me hechizó más allá de lo que su efectiva y manida fórmula permitió. Era ligera, divertida, políticamente correcta y para todos los públicos; le daba al público lo que quería sin transmitir en exceso la necesidad de agradar y sin arriesgar ni un ápice. Dejaba atrás las ínfulas de oscura epicidad, densa poesía del caos y existencialismo bíblico de Zack Snyder, para entregar una aventura más luminosa pero mucho menos autoral y arriesgada; más plana y más fácil. Acto seguido tocaba el regreso de Snyder, truncado por una tragedia familiar que le obligó a abandonar la producción. Un problema que Warner solucionó contratando a Joss Whedon, antaño maestro de ceremonias del UCM, para escribir nuevos diálogos, grabar dichas escenas y dar forma a un montaje propio que poder estrenar en cines. Whedon ha cortado mucho metraje del montaje final, ha contratado al compositor Danny Elfman para sustituir a Junkie XL y ha añadido sus reconocibles escenas engendrando a la criatura que finalmente podemos ver en el cine. Una especie de Frankestein sin alma, moribundo e incapaz de mantener unidos sus deshilachados pedazos.
Lo mejor de la película lo tenemos al principio, con Wonder Woman frente a los terroristas y el regreso a Gotham City. A partir de ahí todo se convierte en un caos digital sin sentido. Superman y las llamadas cajas madre vienen a ser los “macguffins” de la película. La muerte del primero atrae una apocalíptica invasión extraterrestre liderada por Steppenwolf (Ciarán Hinds), un destructor de mundos que busca reunir las cajas para desatar un infierno sobre nuestro mundo. Un villano que ha logrado algo sorprendente en el universo DC, bajar aún más el lamentable listón dejado por Doomsday, el Joker y Ares. Es un personaje tan ridículo, antiestético y unidimensional como la película a la que pertenece. La torpe narración nos conduce paralelamente entre la confusa recolección de cajas y la anodina reunión de los héroes. Mientras tanto el guion, que parece más bien un borrador, ni siquiera intenta colocar un conflicto interesante frente al equipo para fomentar la cohesión y se conforma con un par de anecdóticos conflictos individuales. Entenderlo es sencillo, la película busca una excusa para lanzar a sus héroes hacia el caos, para conquistar al fandom con sus genéricos fuegos de artificio y revivir a la estrella de la función, Superman, que resuelve el entuerto con una facilidad que es hasta irrisoria. Resolución triste, porque la liga ni existe ni sirve sin él. Pero aún mejor, todo es una excusa muy cara de Warner para sacar su película de grupo superheroico y dar comienzo de una vez por todas a esta insegura franquicia.
Este pretexto termina por salir más caro que el cheque pertinente, pues ni siquiera cumple en términos de ritmo, emoción o atractivo visual; virtudes necesarias en cualquier blockbuster. Por el contrario tenemos una película aburrida, incongruente en sus tonos y partes, carente de un conflicto dramático efectivo, de nudo, desenlace y hasta de unos efectos creíbles. Parece otro producto hecho por unos ejecutivos; una producción rutinaria, plana, incoherente y fea; con una fotografía lúgubre y unos escenarios digitales artificiales y sin imaginación. Y por si fuera poco, las ganas de replicar la fórmula del rival adoptando un tono más desenfadado acompasado por constantes gags, fracasan como todo lo demás. Principalmente porque estos superhéroes no tienen química conjunta ni carisma individual. Formando equipo de más a menos: una Wonder Woman que defiende más a su arquetipo que a su personaje, un Batman demasiado perdido, un Aquaman rebelde que tira botellas al mar, un Cyborg tan soso como era de esperar y un Flash que parece entrañable y acaba siendo irritante, pues la velocidad de sus chistes no va acorde con su efectividad. Y dejo para otro artículo el tema de Lois y Clark, menudo desastre.
“Justice League” es una de las peores películas del año y del género. Impersonal, artificial, farragosa y sin razón para existir. Los diálogos son fatales, el CGI recargado y horrible, las escenas de acción, tan ruidosas como aburridas, parecen hechas con el piloto automático. Lo siento Warner, de esperanza no se vive, hasta Superman lo sabe.
ALESNAKE
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